Py-Daniel explica que colocar los huesos en recipientes de cerámica habría sido parte de un segundo paso en el proceso funerario. En primer lugar, los difuntos debían someterse a un ritual para eliminar la carne, mediante entierro, cremación o inmersión en un río, donde el cuerpo se envolvía en una red tejida que permitía a los peces alimentarse de él. A continuación, los huesos se recogían cuidadosamente y se disponían para, en otro ritual, ser colocados dentro de la urna. “Los grupos indígenas cuyas tradiciones no fueron destruidas por la presencia de los misioneros siguen (total o parcialmente) este ritual”, dice Py-Daniel.
En toda la Amazonía, muchos grupos solían enterrar estos vasos con sus muertos debajo de sus casas (y algunos todavía lo hacen), dice la arqueóloga Geórgea Holanda, que dirigió las excavaciones con Amaral.
“En las redes sociales, mucha gente nos pregunta cómo pudo crecer un árbol encima de las urnas”, comenta. “Probablemente, el árbol creció después de que las personas que vivían en esa región se marcharan”. A medida que el árbol crecía, sus raíces se adentraron en las vasijas, posiblemente atraídas por los nutrientes de los huesos, añade Holanda. Aunque se desconoce la edad exacta del árbol, su tamaño sugiere que podría tener siglos, y los investigadores sospechan que las vasijas son aún más antiguas.
Por ahora, la edad y el origen exacto de las urnas siguen siendo un misterio. La presencia de huesos de peces y tortugas alrededor de algunos de los fragmentos cerámicos también plantea interrogantes. “Todavía tenemos que… averiguar qué son estos restos, si formaban parte de un ritual asociado”, dice Amaral.
Los investigadores de Mamirauá están limpiando y excavando los sedimentos del interior de las urnas mientras buscan financiación para estudiar el material. En última instancia, esperan datar con carbono los fragmentos de hueso y carbón para obtener una estimación más precisa de la antigüedad. “Todo dependerá de la financiación y de las colaboraciones que podamos conseguir”, subraya Holanda.
A pesar de estas incógnitas, tanto Amaral como Holanda consideran que el aspecto más importante del descubrimiento fue la profunda implicación de los habitantes de las aldeas de Arumandubinha y Arará, que ayudaron a los arqueólogos a planificar cada paso del proceso. “La demanda vino de ellos, ya que querían saber qué eran estos artefactos; de lo contrario, nunca habríamos sabido nada de las urnas”, afirma Amaral.
Los miembros de la comunidad ayudaron a construir andamios especiales para retirar las urnas sin causar más daños y orientaron a los investigadores sobre el mejor momento para excavar. “Todo habría sido imposible sin ellos”, afirma Holanda.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.nationalgeographicla.com
Publicado el: 2025-07-04 13:00:00
En la sección: National Geographic