“El mismo linaje fúngico puede ser un parásito que mata al huésped y un simbionte nutritivo”, detalla Araújo. “Esto es realmente alucinante”.
Pero el desarrollo de esta herramienta requerirá años de investigación. Hay al menos 320 especies de Ophiocordyceps; ni siquiera se han estudiado en detalle dos docenas de ellas, y los científicos aún están aprendiendo cómo funcionan.
Los pulgones, los llamados insectos chupadores de savia, empezaron a depender de bacterias simbióticas para obtener nutrientes y proteínas esenciales de las plantas hace al menos 300 millones de años. En algún momento posterior, sus compañeros bacterianos fueron sustituidos por Ophiocordyceps. Pero los hongos no los mataron. Al contrario, eran simbiontes útiles.
“Sin estos simbiontes, los insectos mueren”, explica Araújo. Su idea es sencilla: acabar con el hongo, acabar con la plaga. El arma perfecta, diseñada por la naturaleza y el tiempo.
Dado que los Ophiocordyceps no son inmunes a la invasión de otros hongos parásitos, los investigadores podrían, en teoría, utilizar hongos parásitos para matar a los hongos beneficiosos, que en su día también fueron parásitos.
“Son parásitos hasta el final”, indica de Bekker. De este modo se evitaría el uso de fungicidas e insecticidas químicos, que pueden degradar la salud del suelo y contaminar las masas de agua cercanas.
Otra opción sería enviar hongos zombis contra insectos problemáticos. Esto es atractivo en parte porque cada hongo solo puede atacar a una especie, lo que reduce la probabilidad de efectos ecológicos no deseados.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.nationalgeographicla.com
Publicado el: 2025-05-26 06:45:00
En la sección: National Geographic