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China amenaza con adelantar a Estados Unidos en su regreso a la Luna

El Periódico2

El pasado 3 de mayo, China se embarcó en una de sus misiones espaciales más ambiciosas: lanzó una nave no tripulada para recoger unos dos kilos de muestras de la cara oculta de la Luna y traerlas a la Tierra en un plazo de 53 días. De tener éxito será el primer país en la historia que lo logra, adelantando a unos Estados Unidos que ven en el auge chino una amenaza a su histórica supremacía en el espacio. Lo advirtió en abril Bill Nelson, administrador de la NASA: «En efecto, estamos en una carrera».

El renovado esprint espacial entre ambas potencias no es como el que marcó la Guerra Fría. Entonces, la misión de tanto EEUU como de la ya difunta Unión Soviética era ser el primero en poner los pies en la Luna, clavar su bandera y reclamar su hegemonía política y tecnológica. Ahora, el objetivo de las potencias en competición es establecer un base permanente en la superficie lunar para encontrar y controlar los recursos más preciados del astro, como el agua, pero también para liderar una nueva era de exploración científica.

El momento de China

Pekín quiere convertirse en una potencia espacial, un sueño que podría convertirse en realidad. Su ambicioso programa espacial tiene como objetivos el alunizaje de astronautas en 2030 y el establecimiento de una base de investigación conjunta con Rusia en el polo sur de la Luna en los próximos cinco años.

Aunque su programa no arrancó hasta 2003, en las últimas décadas ha logrado hitos que la sitúan de lleno en la competición global. En 2013 se convirtió en el tercer país que lograba aterrizar en la superficie lunar, solo por detrás de EEUU y la Unión Soviética. En 2020 trajo muestras de regolito lunar a la Tierra y un año más tarde llevó un robot a Marte. Poco después, y tras ser excluida de la Estación Espacial Internacional, lanzó en órbita su propia estación con tres módulos de última generación, conocida como Tiangong (palacio celestial en chino). «Esa es la principal muestra de que va en serio y tiene potencia para adelantar a EEUU», explica el físico y doctor en ingeniería aeroespacial Miquel Sureda.

Competición global

En los 70, los estadounidenses y los soviéticos recogieron muestras de regolito, pero era de la superficie lunar visible y no de la llamada cara oculta, geológicamente más escarpada y donde no llegan las ondas de radio con las que la misión se comunica con la Tierra. Poco después, cuando Washington abandonó sus misiones con astronautas debido a recortes presupuestarios, se consideraba que el rocoso cuerpo celeste no tenía mucho que ofrecer. Sin embargo, exploraciones orbitales no tripuladas han descubierto la presencia de agua helada en los cráteres de los polos lunares, así como de minerales y elementos estratégicos como titanio, hierro, aluminio o Helio-3.

La presencia de «miles de millones de dólares en recursos sin explotar», como ya señaló la NASA en 2015, convierte la cara oculta de la Luna en una mina de oportunidades económicas. La presencia de agua es indispensable para pensar en establecer una base permanente, pero, además, sus componentes —hidrógeno y oxígeno— pueden utilizarse como propulsor de cohetes. Eso lleva a EEUU a soñar con usar el asteroide como una gasolinera o un puerto en el que repostar para futuras misiones al espacio exterior, en especial Marte. «Aunque parezca mentira, lanzar cohetes desde la Luna sería más barato y menos peligroso que hacerlo desde la Tierra, pues no tiene una atmósfera que genere fricción y la gravedad es mucho menor», apunta Sureda, investigador de la Universitat Politècnica de Catalunya en Terrassa.

Ese mar de posibilidades atrae a las grandes potencias. Aunque la tensión se centra en Washington y Pekín, esta nueva competición es multipolar. En agosto, India se convirtió en el primer país del mundo que logró aterrizar una nave no tripulada en el polo sur de la Luna, donde están las reservas de agua congelada. Otros países como Rusia, Israel o Japón lo han intentado sin éxito, de momento.

Contratiempo de EEUU

La renovada ambición china llega en un momento complejo para EEUU. En 2020, la NASA anunció el programa Artemis, cuyo objetivo es que la humanidad vuelva a poner sus pies en la Luna por primera vez desde 1972, así como asentar las bases para la explotación minera de los recursos lunares. La intención inicial era lograrlo en 2024, pero esos planes han sufrido varios retrasos debido a problemas técnicos de los cohetes que podrían «amenazar la seguridad de los astronautas», según ha confesado la propia NASA. La Oficina de Contabilidad del Gobierno estima que no se producirá hasta finales de 2026 o principios de 2027.

Ese contratiempo también se debe a la falta de presupuesto. La carrera espacial es sumamente cara. La primera misión de alunizaje tripulado, por ejemplo, tendrá un coste previsto de 7.000 millones de dólares. Se calcula que, entre 2012 y 2025, el programa Artemis ascienda a un coste total de 93.000 millones. Ante ese escenario, el Senado aplicó un «drástico recorte» a los fondos de la NASA, que se ha visto obligada a priorizar sus planes para volver a la Luna por encima del programa de exploración de Marte. Para rebajar su inversión económica, el Gobierno estadounidense se apoya desde hace años en empresas privadas como SpaceX o Blue Origins, de los magnates tecnológicos Elon Musk y Jeff Bezos.

¿Amenaza para EEUU?

Ningún país puede reclamar la soberanía sobre la Luna. Aun así, su lento progreso hace que EEUU tema que si China gana esa carrera se arrogue el derecho a explotar antes esos preciados recursos desde un área más privilegiada y defina las normas de la futura actividad espacial. «Mi preocupación es que lleguen primero y luego digan: ‘Esta es nuestra zona. Quédate fuera'», confesó recientemente Bill Nelson, que acusó a Pekín de llevar a cabo programas militares disfrazados de civiles. Sureda explica que los recelos con Pekín se deben a que ha sido «históricamente poco transparente», pero añade que la alarma del administrador de la NASA también es un discurso «para pedir más dinero al Congreso».

En respuesta a ese temor, Washington ha impulsado los Acuerdos de Artemis, un conjunto de principios que busca garantizar que la exploración espacial es pacífica y la investigación científica, transparente y compartida. Un total de 39 países ya han firmado el texto, el más ambicioso de los últimos 50 años. A pesar de no ser vinculante, EEUU ha reconocido su interés en usarlo como una herramienta de influencia en política exterior. El manifiesto no cuenta con el sello de China y Rusia, que sí son signatarios del Tratado del Espacio Exterior de 1967, que prohíbe la instalación de armas y bases militares en el espacio.

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Fuente de TenemosNoticias.com: www.elperiodico.com

Publicado el: 2024-05-19 10:00:40
En la sección: El Periódico – internacional

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