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Las últimas semanas del Papa Francisco antes de ser hospitalizado: una enfermedad a la que no se prestó atención, frío en una misa y dificultad para respirar | elmundo.es

Las últimas semanas del Papa Francisco antes de ser hospitalizado: una enfermedad a la que no se prestó atención, frío en una misa y dificultad para respirar

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«Los médicos son necesarios, pero hay que mantenerlos a distancia en la medida de lo posible», dijo el Papa Francisco medio bromeando al médico y periodista argentino Nelson Castro hace cuatro años, en una entrevista sobre el libro ‘La salud de los Papas’.

Bergoglio nunca ha sido un paciente fácil. «Yo pongo límites», explicó, recordando cuando al principio de su pontificado se encontraron «una mancha oscura» en su radiografía de tórax, pero él se negó a someterse a una resonancia magnética nuclear con contraste «a causa de mi proclamada alergia al yodo». De ninguna manera: «El radiólogo se quedó atónito ante mi firme negativa y entonces preguntó al médico vaticano: ‘¿Y ahora qué hacemos?’. Él respondió: ‘Mire, con el carácter de este Papa, no se sorprenda si se levanta y se va. Por ahora es mejor que lo dejemos estar'». Francisco dijo riendo: «Debo haberle dado la impresión de tener mal carácter», y en efecto nunca fue fácil convencerle. Eso es lo que ha ocurrido también esta vez.

El Papa no se encuentra bien desde hace un par de semanas. Sin embargo, el 9 de febrero, domingo del Jubileo de las Fuerzas Armadas, se sentó al aire libre en la plaza de San Pedro y permaneció allí durante más de dos horas. Cuatro días antes, en la audiencia general de los miércoles, había interrumpido la lectura casi nada más empezar: «Quiero disculparme porque con este frío tan intenso me resulta difícil hablar. Por eso he pedido a mi hermano que lea la catequesis. Él la leerá mejor que yo».

No se trataba de un simple resfriado. Al día siguiente, la Santa Sede hizo saber que «debido a una bronquitis que padece estos días, y para poder continuar con sus actividades, el viernes 7 y el sábado 8 de febrero las audiencias del Papa Francisco se celebrarán en la Casa Santa Marta». No quiso hacer reposo, pero al menos aceptó celebrar sus encuentros diarios, unas diez audiencias al día, en el hotel vaticano donde reside desde su elección como Papa.

No le recomendaban que presidiera la misa al aire libre el domingo, sobre todo en un día ventoso y todavía bastante frío. Pero Francisco es así: nunca escatima. Además, en su homilía comentó un pasaje del Evangelio en el que, señaló, podemos ver queJesús «siempre antepone el encuentro con los demás» a otras tareas. Sin embargo, se notaba que ya estaba bastante enfermo. Se le vio con la voz entrecortada, la mirada cansada y ojeras en su rostro.

Así que, como había sucedido el miércoles anterior, la lectura del texto duró poco tiempo, lo justo para repasar las primeras frases antes de echar un vistazo a las tres hojas de papel que aún quedaban y suspirar: «Y ahora pido un poco de disculpas y solicito al profesor que continúe la lectura debido a la dificultad que tengo para respirar».

Bergoglio, sin embargo, no dio muestras de cejar en sus compromisos, ya estaba organizando una visita a Cinecittà, y las citas del año jubilar seguían multiplicándose. De hecho, todo lo contrario, mostró cierta impaciencia por tener que permanecer en Santa Marta como si fuera un recluso: «Estoy enfermo, tengo bronquitis, vivo aquí y no puedo salir», contó desolado al recibir al rector de la gran mezquita de París al día siguiente.

Es probable que ya hubiera iniciado un tratamiento con antibióticos y cortisona, su cara ya estaba hinchada antes de ser hospitalizado. Sólo después de darse a conocer esta noticia se supo que la semana pasada, de forma confidencial, había realizado una visita relámpago al hospital Gemelli de Isola Tiberina, cercano al Vaticano, para someterse a algunos controles y pruebas.

El miércoles pasado volvió para celebrar la audiencia general en el Aula Nervi y, de nuevo, renunció a leer: «Con mi bronquitis todavía no puedo, espero poder hacerlo la próxima vez».

Los médicos llevaban días intentando convencerle de que fuera al hospital. En Santa Marta muchos estaban preocupados, «el tratamiento no sirve de nada si sale [a la calle]». Pero el Papa Francisco se resistió hasta el final: «Quieren llevarme al hospital, pero me encuentro mejor y prefiero que me traten en casa», volvió a suspirar el viernes por la mañana, cuando por fin se había decidido el ingreso en el Gemelli. Incluso esa mañana quería terminar primero las audiencias que tenía programadas.


Fuente de TenemosNoticias.com: www.elmundo.es

Publicado el: 2025-02-18 03:05:00
En la sección: Internacional // elmundo

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