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Julio Iglesia cumple 80 años: el misterioso tubito de vidrio que carga – Música y Libros – Cultura

Julio Iglesia cumple 80 años: el misterioso tubito de vidrio que carga - Música y Libros - Cultura

Desde hace 18 años , Julio Iglesias siempre lleva un tubito de vidrio en el bolsillo.
Cuando está nadando en el mar debe haber alguien cerca con el tubito, igual que en los conciertos, detrás de bambalinas. Y tiene que estar visible.

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A sus 80 años goza de buena vida y salud, aunque desde sus 20 años ha tenido sus piernas muy delgadas, débiles y con reducida sensibilidad, pero su pecho y sus brazos son fuertes y le encanta presumirlos en fotos de medio cuerpo en la piscina o sin camisa, tomando sol en una tumbona, pero con las piernas tapadas con una toalla o chándal.

Si no fuera por tantos miles de horas de sol que ha chupado voluntariamente, luciría mucho más joven, pero el sol, que hace lucir a corto plazo, mejor y más saludables a quienes lo toman, después de cierta edad pasa la cuenta y la piel luce cuarteada, como un desierto.

Pero a sus 80 años no le importa y sigue buscando el sol con una avidez convertida en vicio. Y habla de su próxima gira y su próximo disco, igual que cuando tenía 40.
Su oficina está bajo el sol, ahí revisa y corrige, casi que destruye lo que ha grabado la noche anterior; tomando sol llama a los brokers de Wall Street a revisar su nada flaco portafolio, ahí atiende a los pocos a los que les permite visitarlo y que tienen el privilegio y la prudencia de verlo, de la intensidad del sol depende su estado de ánimo, si el día está lluvioso o gris, brota el peor Julio Iglesias. Las toallas siempre son azules, su color preferido.

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El cantante español empezó su carrera hace 47 años y sus discos se han vendido en todos los continentes.

Foto:

Cortesía Sony Music

En los años 80 cuando iba a Nueva York tenía que alojarse en la misma suite de las residencias del Hotel Waldorf Astoria porque tiene una terraza y solo lo veían desde las ventanas de los rascacielos cuando estaba tomando sol, ahí no importaba que las toallas no fueran azules, pero la chica siempre era rubia.

En 1985 cuando fue a Pekín a grabar un especial de televisión para el canal oficial, un guardia con uniforme verde, rojo y dorado y kepis muy alto, llegó a pedirle, en chino y a señas, que no podía tomar sol, descamisado y acostado en una de las terrazas, durante los 60 minutos de descanso de la grabación para el almuerzo.

Desde hace cinco o seis años vive en el costoso sector de Layford Cay, en Bahamas, donde él no es el único extranjero, ni el más rico. Siempre cerca del aeropuerto donde permanece listo su jet Gulfstream G550.

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Vive alejado y tranquilo ahí, buscando el sol y evitando el IRS (la ley de impuestos de los Estados Unidos).

Hace muchos años va poco a Indian Creek en Miami y hace cinco años va muy poco a Punta Cana, en República Domicana, dónde construyó su residencia de varias villas, con obreros, maderas, lámparas, armarios y arquitectos traídos desde Bali. En el mejor lote en la urbanización Los Corales, ubicado, obviamente, muy cerca al aeropuerto y con playa en el mar que tanto le fascina, la casa está rodeada de un muro de cinco metros de alto con un monumental portón que también trajo desde Tailandia. En Marbella el mar, y los megayates de los jeques árabes y los oligarcas rusos, los ve desde la cima de pan montaña donde está su casa, en una finca llena frutales, gallinas y alcornoques.

El placer

La comida es para Julio una liturgia que el mismo ordena en las mañanas cuando está en una de las cuatro mansiones que posee.
Come con pasión, rápido, mordiscos grandes y ojalá lo que se pueda comer con las manos.

Le encanta la mermelada, frutas, huevos fritos y café con leche al desayuno. El pan debe ser español, aunque le llegue congelado.
Percebes, centollos y chuletones de Galicia.
Boquerones, gambas, chirlas, mejillones cigalas, coquinas, gaspacho y pescaditos fritos de Andalucía.

Ostras del restaurante la Coppola de París. Pescado solo de Londres.
En Madrid, huevos estrellados en Casa Lucio, siempre en la misma mesa y sentado contra la pared.

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Julio Iglesias cumple 80 años-

Enero de 1985. Alvaro Gómez Hurtado, candidato a la presidencia de Colombia, fue invitado de honor a un recital de canciones de Julio iglesias. También compartieron la cena.

En Bogotá le encanta el ajiaco y puede comerlo todos los días que dure su estadía.
En Buenos Aires todas las noches terminan en el Restaurante Los Años Locos, y alterna entre bife de chorizo y tira de asado con mollejas, chorizos y chinchulines de entrada con tomate al plato.

En Tokio va todas las noches a Zerina, en Ginza, sector de las embajadas a comer Shabu Shabu. Ahí sucedió algo que nunca había sucedido, le robaron sus zapatos y tuvo que irse descalzo al hotel. Al otro día apareció la ladrona, era una millonaria y fan de Julio Iglesias que no pudo resistir la tentación de llevarse los zapatos Fratelli de su ídolo. Mandó una tarjeta de excusas y un cheque de mil dólares para que la perdonaran.

Pero no solamente de platos gourmet vive la leyenda, le fascina el Kentucky Fried Chicken, las hamburguesas de Apple Pan en el Boulevard Pico de Los Ángeles o las de PJ Clarkes en la Tercera Avenida de Manhattan. Y mucho ketchup.

En cualquiera de sus casas, huevos de Marbella, «los mejores del mundo», naranjas, melones, aceite y cerezas, deben ser de España.
Tortilla española con cebolla y albóndigas de res y cerdo, de la receta que le dejó Charo, su madre, son obligatorias varios días a la semana.

Con la comida es permisivo, pero con el vino, es implacable, no es capaz de beberse un mal vino, ni siquiera regular; Château Lafite Rothschild, Château Haut-Brion, Château Margaux de Francia o Santa Sicilia de España, de los mejores años. Presume y sabe de vinos. Cuando va a los restaurantes, no permite que nadie invite, porque así «puedo pedir el vino que me dé la puta gana», es su condición, aunque no beba más de tres copas en una noche, pero descorcha y devuelve varias botellas. Algunas magnum.

Sabe que ahora, comer es el único placer que puede tener tres veces al día, hasta su último día.

El corazón

El corazón es su punto débil. Ha tenido un par de incidentes leves con el músculo más trabajador del cuerpo humano.

Preocupado por arritmias, comenzó a solicitar una cita con su paisano, el eminente Doctor Valentín Fuster, presidente de la Sociedad Mundial de Cardiología en Nueva York.

Cuando llegó al consultorio, media hora antes por su insoportable puntualidad y la importancia de la cita, lo acompañaban dos asistentes de su oficina.
Se sentó en la sala de espera, llena de pacientes y diplomas.

Una sencilla y delgada mujer afroamericana estaba ahí y lo saludó con timidez, Julio le respondió con una sonrisa y un abrazo, gestos fáciles para él, cuando lo llamaron a entrar al consultorio, también la llamaron a ella y entraron juntos a la consulta. El Doctor Fuster les señaló las dos sillas frente a su pesado escritorio de caoba, los presentó y les dijo:

«Cuando va a los restaurantes, no permite que nadie invite, porque así ‘puedo pedir el vino que me dé la puta gana'».

«Los he citado juntos porque ustedes dos tienen la misma edad y el mismo corazón. Sus casos los voy a tratar juntos y el señor Iglesias va a pagar los gastos de la señora«. Los dos pacientes se miraron, sonrieron y se abrazaron de todo corazón.

La cita fue larga, el Dr. Fuster, revisó los electros y las pruebas de resistencia que les había ordenado previamente y los auscultó en dueto.

«Quiero que estén en contacto durante todo el tratamiento». Y les recetó las mismas medicinas, sacó unas muestras médicas de nitroglicerina y un papel con el tratamiento a seguir y otro con las instrucciones en caso de emergencia por un infarto y todo lo metió en dos tubos de vidrio y se lo entregó a cada uno. «Tengan esto siempre con ustedes, ahí también está mi número en caso de emergencia».

Julio habla continuamente con su compañera de cardiólogo que vive en el Barrio Jamaica de Queens, en Nueva York, y todos los años le envía su Gulfstream para que la recoja a ella y a toda su familia y vengan a pasar navidades juntos. La señora está cumpliendo 81 años.

Las piernas

Cuando tenia 21 años Julio fue operado de un tumor canceroso en la médula espinal y quedó semiparalítico. Caminaba con muletas y mucha dificultad. Su papá, el ginecólogo Julio Iglesias Puga, se dedicaba a cuidarlo, le hacía terapias y lo limpiaba porque no controlaba los esfínteres. Le recomendaron que nadara en agua fría, y el chofer de la familia, iba todos los días en invierno a las playas de Vigo en Galicia, lo bajaba, cargado del Mercedes Benz y se metía con el hijo de su patrón en ese mar helado, lo agarraba de las manos para que nadara como pudiera. Cuando estaban en Madrid, lo llevaba, a caminar con muletas, también en las madrugadas, para que no lo vieran mucho, al Parque Butrón del Barrio Las Rosas donde vivía la familia.

En su apartamento, el Dr Iglesias, mandó a instalar en las paredes del pasillo entre la sala y las tres habitaciones, unas barandas como las que usan las bailarinas para que su hijo se agarrara y caminara sin muletas. En las noches, los vecinos del piso de abajo sentían los golpes y decían «otra vez se cayó Julito» y sentían que se levantaba y así, cada noche los despertaba menos.

Cuando tenía 22 años, el papá lo llevó a Cambridge, a estudiar, y este muchacho con muletas, cantaba en los pubs, donde un amigo catalán le conseguía los toques. Rasgaba una guitarra y los estudiantes internacionales lo aplaudían.

El Dr. Iglesias, Papuchi, fué secuestrado por la organización terrorista ETA en 1981, tuvo hijos hasta a los 80 años con una mujer 38 años más joven y murió a los 90 años. Fue el verdadero mánager de Julio.

Julio Iglesias

El cantante español Julio Iglesias durante su presentación en Corferias, 11 de febrero de 2008, en Bogotá.

En Inglaterra, Julio José Iglesias de la Cueva, se enamoró de una francesa llamada Gwendoline y le escribió una canción.

Durante mas de tres años anduvo con muletas y por eso fortaleció sus brazos y su pecho.

Ya con mejor movilidad, su padre, un franquista leal, que vivió de cerca la guerra, consiguió que lo dejaran participar en el Festival de Benidorm, esa noche del verano de 1968, hace 200 o 300 millones de discos, más de 2800 conciertos y 850 millones de dólares.

Cuando se presentó en su primera rueda de prensa con Gwendolyn, después de ganar el festival, comenzó a edificar su leyenda y dijo que se había ido a Inglaterra a recuperarse, porque había sufrido un accidente en un coche convertible con una chica en el Parque de la Moraleja. El tumor canceroso no era atractivo para la prensa.

Pero sus piernas siguen siendo débiles, y más aún con vino en la cabeza, siempre ha cojeado pero casi nadie lo notaba. Sabe muy bien cómo ocultar sus defectos y exaltar sus virtudes.

La sensibilidad en las extremidades inferiores es muy baja, usa unos zapatos de suela muy delgada para sentir las superficies, se apoya con afecto y disimulo en los hombros de las personas que lo acompañan y en el escenario siente la vibración del bajo, que usa como guía para llevar el ritmo y el tiempo de la canción.

Llega muy temprano a los ensayos, no se acerca al borde de la tarima y procura no moverse más allá del estudiado camino hacia el centro del escenario; su equipo de producción, sabe que no debe dejar cables en el piso e iluminar bajo y bien, ese camino para los tres, cuatro y hasta cinco bises, siempre muy sudado, de tanto arrimarse al toro.

En un concierto en el Hotel Intercontinental de Cali, a comienzos de los 80, pisó en falso por las luces que lo cegaban y porque el borde no estaba marcado con relieve. Tuvo la fortuna que ahí estaba el cirujano plástico Dr. Goldenberg quien le hizo una operación perfecta en su desfigurado rostro.

Iba a comprar la casa de Gabriel García Márquez en Cartagena, pero desistió porque había demasiadas gradas.

Julio Iglesias cumple 80 años- familia

Julio Iglesias con su esposa Miranda y sus cinco hijos

Porque en ninguna de sus cuatro mansiones hay escaleras y sube con mucha prudencia a los botes y a su avión que tiene desde 1983 : «Tengo este aparato, para comprar lo más costoso: tiempo».

Tiene una enfermera holandesa de 53 años, que lo cuida 24 horas, y es la madre de cinco de sus ocho hijos. Miranda también es su community manager en las redes sociales.

Manías

Se lava las manos varias veces al día, y antes de salir al escenario se lava muy bien los dientes como si fuera a besar a todas las fans de primera fila, se ducha después de cada concierto antes de ir a cenar, tira sal por encima del hombro izquierdo cuando está en la mesa, limpia la salsa de los platos con pedazos de pan, ofrece comida con las manos, fumaba a escondidas de su padre hasta que tenía 50 años, le fascina ver fútbol, tenis y noticieros internacionales, prefiere nadar en el mar tibio y en verano ordenaba que en las mañanas le pusieran bloques de hielo a su piscina en Miami, lee poco muy poco, y nunca lo que escriben de él en la prensa y en tantas biografías suyas, escucha y pregunta mucho, evita las fotos con hombres más jóvenes, más altos y más guapos que él, abundan las fotos con Frank Sinatra, Willie Nelson, Pedro Vargas, Jaqués Chirac, Placido Domingo, Stevie Wonder, Kirk Douglas, Anwar Sadat, Francois Mitterrand, Pelé, Vicente Fernández y Ronald Reagan; reza poco, no sufre de depresión pero si, de optimismo mayor; señor con los débiles y truhán con los grandes, no lleva dinero ni tarjetas de crédito en su bolsillo, odia su pelo, ve muy bien de lejos pero muy poco de cerca y en los restaurantes les quita las gafas a los metres para poder leer el menú, usa chaleco/faja bien apretado en los conciertos, escucha cómo si tuviera mini micrófonos espías en sus oídos, es celoso enfermizo, habla mejor francés que inglés, dice que nunca le ha dado la espalda a las que han dormido a su lado y que a las mujeres hay que amarlas como si se fuera otra mujer.

Su gran amigo y cómplice, el mexicano Pepe Guindi, lo relacionó con Cantinflas y en uno de esos encuentros, en el penthouse de Cantinflas, en un edificio de la Avenue of The Stars, en Los Ángeles, entre botanas, quesos, jamones y vinos, le preguntó:

-Mario, de verdad, ¿cuántos años tienes?
– Setenta -respondió Cantinflas.
– No seas cabrón Mario, no te quites los años -respondió Julio.
Y Cantinflas serio, muy serio, le contestó:
– Mira cabrón, déjame decirte algo, yo no me quito los años, sino que no me los pongo.
Julio no se quita los años y se los tiene que poner, pues desde que escribió y publico su canción «A mis 33 Años», en 1976, todo el mundo le llevan la cuenta.

Treinta y tres años
Nada más son media vida
Treinta y tres años
Que se van con tanta prisa
Treinta y tres años
De querer a quien lo pida
Treinta y tres años
Como usted, ¿quién lo diría?
A veces miro hacia atrás
Con la nostalgia que da
El recordar esa edad
Cuando se juega a ganar
Y hoy si quiero apostar
Me toca tanto perder
Y es que el amor tiene edad
Aunque no lo crea usted

Lo importante es tener cerca el tubito que le dio el Dr. Valentín Fuster.
La Vida (no) Sigue Igual.

FERNÁN MARTÍNEZ MAHECHA
PARA EL TIEMPO
*El autor de este perfil, @fernanmartinez, fue publicista y mánager de Julio Iglesias y actualmente está escribiendo un libro –otro libro más– sobre el artista.

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Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com

Publicado el: 2023-09-24 01:09:30
En la sección: EL TIEMPO.COM – Cultura

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