Cuando alguien te da un consejo, lo primero que debes hacer es ignorarlo. Antes de aceptar nada, se necesita saber con qué finalidad y cómo ha alcanzado esa conclusión. No importa quién es el mensajero, porque para valorar la utilidad de algo es necesario eliminar elementos subjetivos. Hay muchas amadas y buenas personas dando consejos fatales, y las hay odiosas y viles dando buenos consejos; por lo tanto, quién nos da el consejo, poco —o nada— aporta.
Pero, sobre todo, merece la pena escuchar el silencio. Conoce lo que no te dicen. Porque muchas veces, ahí reside la realidad de las cosas. Hay quien dirá que prefiere alquilar a comprar, pero no te dice que ha heredado tres casas. Hay quien te dirá que no hay que hablar con la prensa, y lo hace porque tiene pánico a la exposición pública. Hay quien te dirá que ser competitivo y arrasar es lo mejor, porque sabe vivir con ello. Hay quien te dirá que la sanidad pública es la mejor del mundo, pero tiene un seguro privado.
Además, la finalidad con la que se transmite una conclusión vital, un consejo, puede ser múltiple: se puede dar para modificar un estado de ánimo, para alimentar el ego, para satisfacer una obligación mesiánica, para demostrar su valor, para alcanzar un objetivo de interés personal o por simple ignorancia. Y esto es importante, porque conocer esta información te permite reflexionar sobre el consejo con cierta distancia y asumir sus posibles consecuencias.
En cuanto a saber cómo se ha alcanzado esa conclusión transformada en consejo, pues es algo que obedece a la razón y la lógica. De igual manera que de nada sirve conocer solo el resultado de un problema matemático sin conocer el desarrollo del problema hasta alcanzar la solución, ninguna utilidad tiene alumbrar una conclusión vital sin mayor explicación, es como conocer el fallo de una sentencia sin conocer la motivación.
En una forma más abstracta, las personas representan el conjunto de soluciones que han ido aplicando a sus problemas, o si han ido ignorando estos, o si siguen lidiando con ellos. Y no, no hay una única solución; porque, aunque sea algo evidente, cada acción u omisión produce una consecuencia diferente. Y esto significa que las decisiones que ha tomado esa persona, y las acciones que las han seguido, le han llevado a alcanzar esa conclusión, pero eso puede no ser válido para nadie más que para esa persona.
Ahora, se habla de marketing como lo más importante para ser abogado. Se habla de la proyección hacia el exterior. Se menciona la hoja de encargo o cobrar como lo primero que debes hacer antes de actuar, pero no se encuentra en el primer lugar de las recomendaciones. Todo carece de sentido y son ideas efímeras, irreflexivas; son flores y pólvora.
Te piden que establezcas una visión y/o misión de un proyecto que acabas de empezar. Y parece que se ignora que eso es como pedir a un niño que te diga qué quiere ser de mayor y que lo sea ya. Es ridículo. Sí, lo siento. Bueno, la verdad es que no lo siento: es una estupidez. ¿Nadie recuerda lo que pensaba con 10, 18, 23, 35 o 78 años? Esa confusión que nos sigue y persigue durante toda la vida, porque aún ni siquiera sabes si el 56% del pronóstico del tiempo es la probabilidad de lluvia o las partes de la ciudad en las que lloverá. ¿Será en tu barrio? ¿Será a las afueras?
No, una visión de la nada solo es un sueño, una ilusión, es decir, la mayor prueba de la fatua ignorancia. La única guía, la única tranquilidad, es ser consciente de lo que haces, sea bueno o malo, saludable o perjudicial. Pero eso, al menos, te permite saber y conocer tu realidad; ser libre. No te preocupes por esa visión de sushi sobre el capó de un Bentley. Sorpresa: no existe. La visión no existe, solo es un camino realizado sin ciencia cierta de su destino que, al cabo de los años, debido a su éxito, se explica en tono epifánico para ahondar y profundizar en una imagen de profecía y adivinador que solo sirve para seguir alimentando su cuenta bancaria y a tu costa. La visión es la consecuencia del trabajo, del ensayo y error, y de aprender en tu camino.
La venta y la captación, la gestión de los medios del despacho, todo parece dicho siempre con un tono económico que más parece ofrecerse como una penitencia de los pecados propios que una auténtica muestra de generosidad del conocimiento para la ayuda de quienes decidan iniciarse en esta profesión. Más parece que quieren que fracases a que triunfes.
Todo parece que se resume en: gana y gasta. Gana dinero, vende asuntos, vende tus habilidades, vende tu valor, vende tu imagen, vende tu marca, vende tu intimidad, haz lo que sea y vende lo que sea. ¿Y para qué? ¡Pues para gastar! Gasta en Google, gasta en un CRM, gasta en un coach, gasta en un ordenador, gasta tiempo en hacer artículos SEO. Gasta, gasta y gasta. ¿Y para qué? Pues para que se lo compres a ellos o para que tengas tantos ingresos y gastos en los que pensar que te olvides de hacer lo único que importa: conocer la práctica del Derecho. Porque ese es el lugar en el saben que es seguro que les puedas ganar.
Mira, yo no soy ningún ratón de biblioteca, yo soy un gran ignorante del Derecho. No es humildad, es realidad. No tengo ni idea de la mayoría de los conceptos, leyes o realidades jurídicas. Tengo la facilidad de entender el sistema en su conjunto en base a sus principios y entiendo la lógica de todo ello y cómo debería operar en base a ese sentido que yo entiendo, y lo aplico, y parece que los problemas se resuelven dentro de esa lógica. Pero si tú quieres ser esa rata de biblioteca porque es lo que quieres, hazlo. ¡Para mí será realmente útil trabajar con alguien como tú! Más sincero no puedo ser.
No estoy a favor ni en contra de ser un tipo concreto de abogado, esa es una cuestión que cada uno determina con el tiempo. Yo no juzgo a nadie porque ese no es mi trabajo. Pero no me gusta cuando aparecen no sé cuántos abogados diciendo que tienes que ser de una determinada manera. ¿Con qué autoridad nos erigimos en pos de una verdad, de una visión propia e idealizada de cómo debe ser un abogado? Lo diré en el idioma coach por excelencia: Let it be o Be water, my friend.
Abogados los hay cientos, en España miles, en realidad. Y si alguien quiere que todos sean de una determinada manera, será porque les interesa que sean así. No ha existido un análisis profundo de la profesión: «los viejos» cobraban honorarios fijados, «los de ahora» fueron enseñados por los anteriores y sufrieron el desengaño de la libre competencia, a «los nuevos» se les lanza en pos de esa feroz y despiadada competitividad sin reflexionar si esa es la conclusión más adecuada como resultado de las diferentes realidades que conforman esta profesión.
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Abogado. Socio director de Blay JD Abogados
Fuente de TenemosNoticias.com: www.eleconomista.es
Publicado el: 2025-04-20 14:51:00
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