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▷ #OPINIÓN Humanidad y violencia #15May

Venezuela insta a Guyana a reconocer el Acuerdo de Ginebra

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“…Por tanto, la eficacia en el terreno internacional se traduce en la supervivencia del Estado, lo que hace que sus acciones estén regidas, no por planteamientos morales abstractos, sino por el principio de eficacia a la hora de preservar el interés nacional, esto es, la consecución de poder…”

Jorge Puigbó

¡Que tomen por asalto al mundo! ¡Que cada país resuelva sus conflictos y apetencias territoriales a tiros! Total, es lo que ha venido sucediendo a través de la historia y por lo que se puede observar continuará sucediendo. El mundo arrastra “reconcomios históricos”, revive y alienta resentimientos que provienen de un pasado remoto, producto de algunas decisiones imperiales, o de estados, tomadas algunas de buena fe y todas basadas en intereses y circunstancias del momento, y cuyas secuelas continúan siendo utilizadas como elemento aglutinador de nacionalismos extremos, convirtiéndose en la excusa perfecta de algunos líderes para llamar a la unidad nacional, a la violencia y clamar justicia. Frente a la irracionalidad de algunos al distorsionar hechos del pasado para que sirvan de fundamentos y así justificar acciones bélicas, provocaría gritar: volvamos a la prehistoria, a la guerra como regla para dirimir diferencias, olvidemos las normas, las leyes, la moral, por cuanto constituyen un estorbo para lograr los fines de algunas naciones poderosas y de otras, la mayoría, que no lo son tanto. Ideologías, sueños de grandeza, psicopatologías, siempre han acompañado a los responsables de haber iniciado las guerras y las revoluciones violentas fracasadas, las que solo dejaron su carga de miserias y muertes, y una vez finalizadas, el dolor y el arrepentimiento de la población que, desgraciadamente el tiempo pareciera borrar con rapidez. 

Para enfatizar esta última afirmación sólo debemos recordar la Primera Guerra Mundial, ocurrida entre el 28 de julio de 1914 y el 11 de noviembre de 1918, en la cual murieron, entre civiles y militares, unos 40 millones de seres humanos y  23 millones sufrieron heridas, por lo cual, para ese entonces, fue catalogado como el conflicto más mortífero de la Historia y lo peor, nadie lo podía imaginar, que ese hecho tan terrible, estuviera preparando el terreno para otra guerra mundial que se produciría solo 20 años después. La finalización de esta guerra trajo importantes consecuencias geopolíticas, cuyos efectos se proyectarían hacia el futuro de forma impredecible, manifestándose con virulencia en nuestro tiempo. De todas ellas quizá la más importante fue la disolución de cuatro grandes imperios y la constitución de varias repúblicas independientes en Europa: Checoslovaquia, Austria, Hungría, Polonia, Lituania, Estonia, Ucrania, Finlandia, Yugoslavia (serbios, croatas y eslovenos), y la República de Weimar, esta última, un inestable y conflictivo régimen que gobernó en Alemania desde 1918 hasta 1933 y en cuyo seno se forjó el embrión de lo que sería el más grande conflicto bélico mundial. Otra consecuencia fue la creación de la República de Turquía al desmembrarse el Imperio Otomano, el cual había entrado en el conflicto en 1914 apoyando a Alemania y Austria-Hungría, siendo derrotado en 1918. Asimismo, en Rusia, consecuencia, no única, de la situación política-económica derivada de la guerra, se produjo el fin del reinado de los Zares tras la llegada de una revolución en febrero de 1917 y la abdicación del emperador Romanov, Nicolás II, seguida en octubre por la revolución Bolchevique. Por último, una de las más graves, por su larga proyección en el tiempo, fue el control ejercido sobre la mayor parte del mundo árabe por Inglaterra y Francia, y su posterior evolución conflictiva, lo cual, como lo estamos presenciando en este momento histórico, ha sido una fuente inagotable de largos conflictos bélicos que mantienen en zozobra a la región. 

Retomamos el hilo para no desviarnos. Como antes señaláramos, luego de transcurrido un lapso de veinte años desde la Primera Guerra Mundial, el 1 de septiembre de 1939, nuestro mundo entró nuevamente en lo que sería el peor conflicto vivido y el cual finalizaría seis años después. Y no fue hasta que murieron unos 55.000.000 de personas en todo el mundo, entre militares y civiles, sin contar los heridos y la impresionante destrucción de la infraestructura física, tanto civil como militar, que, el 7 de mayo de 1945 se rendiría Alemania ante los Aliados y luego el 9 de mayo ante los soviéticos en Berlín. Meses después Estados Unidos lanzó las bombas atómicas en Japón contra Hiroshima y Nagasaki y este país se rindió el 2 de septiembre. Diera la impresión de que la Humanidad no tiene memoria y guerras como la de Corea, Vietnam, Irán, Afganistán, Siria, los Balcanes, etcétera, son parte de la cotidianidad del mundo. 

Existen, eso sí, teorías para tratar de encontrar algún sentido y poder entender los hechos o conductas que generan las guerras, son muchas y varían en razón a la perspectiva ideológica que se asuma al evaluar. Es la disciplina de las Relaciones Internacionales la que nos permite analizar de forma sistemática la complejidad y el origen de estos conflictos, doctrinas como el realismo, liberalismo y constructivismo, son ejemplos de los intentos por lograrlo. A nuestra manera de ver las cosas, la que se aproxima mejor a una explicación satisfactoria, es la llamada Teoría Realista, con sus variantes: realismo clásico, realismo estructural, realismo ofensivo, realismo defensivo y realismo neoclásico, para darnos una idea de que se trata citamos un pequeño resumen descriptivo: “…el realismo establece como unidad privilegiada de análisis al Estado. Juntamente con esto el realismo tiene como premisa antropológica que el ser humano persigue su propio provecho, esto es, la seguridad y el poder. Como consecuencia de esto la lógica que rige en la arena internacional es el interés definido en términos de poder, lo que dota de racionalidad a la acción de los Estados. Asimismo, la ausencia de un gobierno mundial que regule las relaciones de los países hace que el medio internacional sea anárquico, y que por ello impere la hostilidad y competición entre Estados debido a sus intereses contradictorios. En este contexto el interés nacional se define sobre todo por la seguridad, por lo que los Estados persiguen más poder para, así, garantizar su supervivencia y preservar su interés nacional. Por tanto, la eficacia en el terreno internacional se traduce en la supervivencia del Estado, lo que hace que sus acciones estén regidas, no por planteamientos morales abstractos, sino por el principio de eficacia a la hora de preservar el interés nacional, esto es, la consecución de poder…” (Tomado de Relaciones Internacionales.net). Como teoría descriptiva es difícil de contradecir. La ONU, ha logrado contener algunos conflictos entre naciones o facciones en pugna, pero no las acciones bélicas de grandes naciones. Un gobierno mundial pareciera una utopía frente a los grandes intereses de los estados, pero la racionalidad tiene que privar para garantizar un futuro al mundo, lo cual implica un reto mayúsculo. No existe otra manera sino buscar la unidad de propósito y luchar contra la polarización de la Humanidad. La naturaleza humana no puede desconocerse como realidad. 

Jorge Puigbó

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Fuente de TenemosNoticias.com: www.elimpulso.com

Publicado el: 2025-05-15 10:47:00
En la sección: ▷ Archivos de Actualidad – El Impulso

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