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atrapados entre Hitler y Stalin

atrapados entre Hitler y Stalin

El 1 de enero de 1940, el Gobierno de Varsovia en el exilio formó en Francia un ejército propio para actuar desde suelo galo. De los 400.000 polacos que vivían en Francia, se alistaron 80.326. Otros, de origen judío, tuvieron que alistarse en la Legión Extranjera debido al antisemitismo existente entre los polacos, que tenían el catolicismo más intransigente como seña de identidad nacional. Parte de los alistados lucharon poco después en Narvik (Noruega). Luego, tras la derrota francesa, lograron ser evacuados a Gran Bretaña desde Dunkerque 27.083 soldados. Otros escaparon a Suiza y una brigada acabó refugiándose en Palestina y luego luchando en Libia

En el caso de Polonia, la insurgencia no sólo hubo de luchar contra Alemania, sino también contra la URSS. La imagen corresponde al inicio del alzamiento de Varsovia. Foto: Getty.

El nuevo Gobierno polaco en el exilio, ahora en Londres, creó nuevas unidades con los hombres disponibles para participar en una eventual reconquista de su país. Pero la situación dio un vuelco con la invasión nazi de la URSS en 1941: Moscú reconoció al Gobierno polaco en Londres y en 1942 ya había 70.000 polacos sirviendo en el Ejército Rojo. No obstante, ante la mutua desconfianza, la mayor parte de ellos acabaron luchando en Oriente Medio, África y, finalmente, Italia a partir de 1943. Las playas de Normandía también contemplaron el desembarco de más de 14.000 polacos, que llegaron al año siguiente a participar en la conquista de Alemania.

Del exterior al interior

Mientras tanto, los que habían quedado en la URSS fueron aumentando en efectivos hasta sumar, en el verano de 1944, 100.000 militares, que participaron en la liberación de Alemania como parte del Ejército Rojo y luego, en 1945 e incrementados hasta los 300.000 hombres, ya en el ataque final a Berlín. Precisamente en esta ciudad, la única unidad no soviética que luchó fue la 1ª División Tadeusz Kosciuszko, que tomó cuatro estaciones de metro y algunos barrios, combatiendo con sus uniformes y emblemas. En conjunto, hubo una presencia polaca en los ejércitos regulares muy notable, a la que se añadieron en la retaguardia inglesa decenas de criptógrafos, que contribuyeron decisivamente a romper los códigos secretos de las máquinas alemanas de cifrado Enigma.

Igual de importante para la victoria aliada fue la acción de la Resistencia interior. En Polonia, desde la derrota de 1939 y dirigido por el Gobierno en el exilio, actuaba el llamado Estado Secreto (Panstwo Podziemne), que controlaba varios grupos de insurgencia dirigidos por militares. Al principio eran grupos inconexos, pobremente armados, que actuaban sobre todo en Varsovia y en las ciudades y que no alcanzaron cierto peso hasta 1940, teniendo en armas a sólo unos 500 hombres. Curiosamente, el primer acto de la Resistencia fue un ataque en enero, pero en la zona conquistada por los soviéticos, en Chortkiv. Unos centenares de estudiantes pobremente pertrechados trataron de liberar a prisioneros polacos. Fue un fracaso, y la represión consiguiente, brutal, pero marcó el inicio de la rebelión. Pero fueron los alemanes el objeto preferente de las acciones, al ocupar más territorio y controlar a mayor población. Así, en el mes de marzo, varios cientos de guerrilleros lograron emboscar y matar a decenas de alemanes, lo que obligó a estos a desplegar a miles de soldados para tratar de limpiar de resistentes las zonas en donde actuaban.

El AK y el AL, dos facciones enfrentadas

En 1941 se produjo un incremento en las acciones. Aparte de las actividades guerrilleras, que se hicieron más frecuentes, comenzó a ejecutarse a colaboracionistas destacados, así como a oficiales alemanes. Ello, por supuesto, era respondido con represalias masivas que llevaba a la muerte a centenares de polacos que estaban en prisión, o de los que se sospechaba que simpatizaban con la Resistencia. Pero el salto en la importancia de las acciones se dio a partir del verano, a raíz de la invasión nazi de la URSS. Stalin pasó a ser un aliado de Gran Bretaña y ahora era importante entorpecer las líneas de abastecimiento alemanas, por lo que a finales de año la Resistencia polaca comenzó a recibir asesores y material desde Inglaterra, mediante lanzamientos en paracaídas. Igualmente, surgió un nuevo movimiento armado de carácter comunista para ayudar a Moscú, que se sumó al ya existente.

En febrero de 1942, las organizaciones que operaban desde el inicio de la guerra se agruparon bajo las siglas AK (Armia Krajowa o Ejército Nacional), con una esencia hondamente católica y anticomunista. Al mismo tiempo había surgido la organización procomunista, el AL (Armia Ludowa o Ejército Popular), que rivalizaba con el primero y con el que no sólo no se coordinaba, sino que competía violentamente. 

Póster de posguerra que exalta al prosoviético AL y ridiculiza al AK. Foto: Getty.

El primer jefe del AK fue Stefan Rowecki, alias Grot, hasta que fue detenido por la Gestapo y posteriormente ejecutado. Tras él asumió el liderazgo Tadeusz Bor-Komorowski y, por último, Leopold Okulucki. Se estima que llegó a contar con unos 350.000 miembros en verano de 1943, estando estructurado en 16 secciones regionales y dividido, a su vez, en unidades más pequeñas independientes entre sí y que sólo obedecían al mando superior. Tras la guerra, la mitad de sus miembros estaban muertos o encarcelados, tanto por la represión nazi como por la posterior soviética. Por su parte, el prosoviético AL sólo llegó a contar con unos 40.000 hombres. En 1942 y 1943 su presencia era testimonial, pero a partir de 1944, cuando era evidente que la URSS invadiría Polonia, comenzó a recibir apoyo masivo en armas y pertrechos de Stalin, al tiempo que Moscú exageraba y magnificaba sus acciones de sabotaje en una labor de propaganda.

Pero la realidad es que el peso de la lucha contra los nazis lo llevó, en su mayor parte, el AK. Se puede evaluar que, en total, fueron unos 500.000 hombres y mujeres polacos los que participaron en acciones de resistencia con distinto nivel de intensidad. Curiosamente, y a pesar del gran número de judíos presentes en el país, pocos de sus militantes lo fueron. Se les solía rechazar alegando que eran muy buscados por los nazis y que ponían en peligro a la organización, aunque es evidente que también estaba latente el tradicional antisemitismo polaco.

Las armas del AK eran las polacas que habían logrado ser escondidas, las robadas a los alemanes y a sus aliados italianos, húngaros o lituanos, las compradas en el mercado negro y las recibidas desde el aire de británicos y estadounidenses. A lo largo de la guerra, 485 aviones aliados llevaron suministros a la Resistencia, que sumaron unas 600 toneladas. En total se perdieron 70 aparatos con sus tripulaciones, de las que una tercera parte eran polacas. También se lanzaron en paracaídas 316 instructores en explosivos y técnicas de sabotaje, la mitad de los cuales eran polacos con base de operaciones en Gran Bretaña. 

Todo ello sirvió para que ejecutasen numerosos atentados sobre el personal alemán destacado en Polonia, tanto militares y policías como civiles colaboracionistas, así como acciones de sabotaje. Preferentemente solían ser destrucciones de líneas férreas, puentes y locomotoras que transportaban su ministros al Frente del Este, de aeródromos o de depósitos de municiones y armamento. También fueron muy importantes las tareas de información, como la de los movimientos de tropas y armas hacia el frente y la de la ubicación de fábricas de armamento y arsenales para que fuesen bombardeados. En ocasiones también se intentaba, a veces con éxito, el rescate de militantes del AK que habían sido capturados.

Terribles noticias del Holocausto

Fueron muy significativos los informes que la Resistencia polaca, ya en 1941, comenzó a hacer llegar a los aliados del exterminio al que estaban siendo sometidos los judíos, hasta ese momento desconocido. En 1942, una fuga del campo de Auschwitz de cuatro polacos disfrazados de SS que llevaban informes sobre el Holocausto fue la primera gran prueba de la existencia del mismo. El agente del AK Jan Karski, evacuado a Londres, llevó personalmente la información y los testimonios sobre el exterminio nazi a los políticos aliados, que, en un principio, no le creyeron

Campo de concentración de Auschwitz. Foto: Shutterstock.

A nivel interno estas revelaciones también fueron muy importantes, pues acabaron en gran parte con el antisemitismo de los católicos polacos e hicieron aparecer movimientos de solidaridad con los judíos, que salvaron a decenas de miles de ellos de acabar en los campos de exterminio

En 1943 el AK ejecutó sus atentados y sabotajes más audaces, aprovechando que el Frente del Este absorbía todos los recursos alemanes. Ese año, informantes de la organización que trabajaban en el campo de pruebas de los cohetes V-2 en Peenemünde pasaron planos de las instalaciones a los británicos (así como de los propios V-2).

Witold Pilecki (1901-1948), del Ejército Nacional (AK), fue un héroe de la Resistencia contra nazis y soviéticos. Foto: Getty.

En 1944, la creciente debilidad alemana había estimulado la audacia de las acciones insurgentes del AK. Así, en mayo, unos 600 guerrilleros polacos destrozaron casi por completo a un batallón formado por unos 750 lituanos colaboradores de los nazis, que fue sorprendido en una emboscada en la localidad de Murowana Oszmianka, en la actual Bielorrusia. Fue la operación militar de la Resistencia de más envergadura hasta el momento. Pero el mayor desafío llegaría ese verano, cuando el Ejército Rojo llegó a la frontera polaca.

La sublevación de Varsovia

Los alemanes, en abril de 1943, habían descubierto las fosas de Katyn en donde los soviéticos habían sepultado a más de 20.000 polacos asesinados tras la invasión del este de Polonia en 1939, la mayor parte oficiales del ejército y destacados dirigentes. A pesar de la utilización que hicieron de ello los nazis, confirmó las sospechas que ya tenía el Gobierno polaco en Londres de lo que había sucedido. Estaba claro que Stalin iba a imponer, con la ayuda de los miles de polacos encuadrados en su Ejército y del AL, una dictadura comunista, lo que era avalado por las pésimas relaciones que mantenían las dos organizaciones, el AL y el AK, que habían llegado incluso a enfrentamientos armados. Por ello se ordenó desde Londres a los mandos del AK que tratasen de liberar el país, o al menos Varsovia, antes de la llegada soviética, esperando que británicos o estadounidenses pudiesen enviar fuerzas aerotransportadas. Desconocían que Polonia ya había sido adjudicada a la órbita moscovita tras los pactos entre los aliados y, aunque lo sospechasen, consideraron imperioso intentarlo.

Los alemanes descubrieron en 1943 las fosas de Katyn donde el NKVD de Stalin había sepultado a 22.000 polacos y lo usaron como arma propagandística. Foto: Getty.

El 1 de agosto, el AK dio la orden de que Varsovia se sublevase, mientras los alemanes estaban centrados en la defensa ante el inminente ataque soviético: comenzaba la Operación Tempestad. A las 17 horas, comenzó el alzamiento en varios puntos de la ciudad. La Resistencia había movilizado a unos 50.000 efectivos, aunque sólo la mitad tenían cualificación militar; además, no contaban más que con unas 3.500 armas de fuego y 25.000 granadas. Enfrente había unos 15.000 alemanes, entre militares de la guarnición y policías de los servicios de seguridad, con buen armamento. La rebelión cogió por sorpresa a los nazis, pero sólo triunfó en ciertos barrios de Varsovia

En consecuencia, el AK pasó a fortificarse y levantar barricadas en las zonas que controlaba, comenzando así una larga lucha callejera. Habían conseguido armas alemanas e incluso algún vehículo blindado, pero carecían de artillería. Sólo algunos lanzamientos desde aviones aliados, así como la fabricación artesanal de armas ligeras, alivió parcialmente su falta de pertrechos. El día 4, fuerzas alemanas que estaban en la periferia de la ciudad comenzaron a entrar, decididas a arrasarla por completo e iniciando un lento combate casa por casa. Pocos días después, tropas de las SS, siguiendo órdenes de Himmler, ejecutaron a más de 40.000 civiles en la llamada matanza de Wola, como represalia por la rebelión. Sin embargo, este genocidio no hizo más que aumentar la determinación de los insurgentes, al darse cuenta del destino que se les reservaba.

Un monumento recuerda a las 40.000 víctimas civiles de la matanza de Wola, barrio de Varsovia arrasado por las SS en 1944 en represalia por la sublevación de la Resistencia polaca. Foto: ASC.

Durante todo agosto los rebeldes fueron batiéndose en retirada, hasta que tuvieron que abandonar el centro de la ciudad utilizando las cloacas. Al mismo tiempo, los nazis aumentaron su número de efectivos y emplearon profusamente la aviación y la artillería para demoler uno a uno todos los edificios; castigar la rebelión era para ellos más importante que detener el avance soviético.

Precisamente, a principios de septiembre, el Ejército Rojo llegó a las puertas de Varsovia y delegados del AK corrieron a entrevistarse con sus mandos para pedirles ayuda urgente, pero no fue concedida y los soviéticos se limitaron a contemplar desde la orilla oriental del Vístula cómo la rebelión era sofocada a sangre y fuego.

Stalin dejó el trabajo sucio a los nazis

Sus argumentos para no intervenir eran el gran castigo que en hombres y material habían sufrido en los últimos meses de su avance y la necesidad de reponer fuerzas y reagruparse antes de reemprender la ofensiva. Pero, sin despreciar estas razones, a nadie se le escapaba que, al detener el avance, Stalin lograba que los alemanes le hiciesen el trabajo sucio de limpiar Varsovia de activistas resistentes polacos del AK que, sin duda, se opondrían a la sovietización de Polonia. El curso de los acontecimientos lo confirmaría: meses después, los polacos de la Resistencia que sobrevivieron fueron, casi en su totalidad, tomados presos, ejecutados u obligados a exiliarse por los soviéticos. Sólo una división de polacos comunistas, encuadrada en el Ejército Rojo y comandada por el general Zygmunt Berling, trató de socorrer a sus compatriotas. Pero, al carecer de apoyo aéreo y artillero, tuvo que retirarse y, además, Berling fue apartado del mando por unos meses.

Destrucción hitleriana, represión soviética

El 2 de octubre, los resistentes por fin se rindieron, tras lograr el comandante Bor-Komorowski que sus hombres fuesen tratados como prisioneros de guerra. Habían muerto en el levantamiento más de 250.000 varsovianos (el 95%, civiles). 15.000 miembros del AK capturados fueron enviados a campos de concentración. El medio millón de civiles que quedaron vivos fueron también deportados y enviados a otros campos con suerte diversa; Varsovia quedó desierta. A continuación, los nazis, que habían sufrido unas 10.000 bajas mortales y otras tantas en heridos, demolieron concienzudamente todos los edificios de la ciudad: la venganza de Hitler exigía convertir la capital polaca en un lago. 

El 2 de octubre de 1944, los miembros del AK (Ejército Nacional) sublevados en Varsovia se rindieron a los alemanes (arriba, mujeres del AK son hechas prisioneras). Foto: Album.

Cuando en enero de 1945 los soviéticos reconquistaron la ciudad, sólo quedaba en pie un 15% de los edificios existentes antes del inicio de la guerra. Ese mismo mes, el AK se disolvió en toda Polonia para no entrar en conflicto con los nuevos ocupantes. Ello no evitó que todos acabasen siendo perseguidos por las nuevas autoridades comunistas, entre las que había una amplia representación de miembros del AL, que trató de acaparar todos los méritos de la Resistencia polaca.

La II Guerra Mundial supuso para Polonia ser el cuarto país en pérdidas humanas: unos 6 millones de muertos, de los que la mitad fueron judíos.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2024-09-03 08:04:27
En la sección: Muy Interesante

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