A simple vista, el siglo XIX parece una era de progreso imparable. Los ferrocarriles atravesaban los campos, la industria generaba riqueza y las ciudades crecían como nunca. Pero bajo esa superficie de modernidad emergente, existía un problema menos glamuroso que definió la vida diaria de millones de personas: ¿qué hacer con toda la porquería?
Antes del auge de los sistemas modernos de saneamiento, las ciudades eran campos de batalla contra sus propios residuos. El excremento humano no era solo una molestia: era una amenaza para la salud pública, un desafío logístico monumental y, en ocasiones, una fuente inesperada de conflictos políticos y hasta diplomáticos. Y ninguna ciudad ejemplifica mejor esta paradoja que Manchester, la capital industrial de Inglaterra, que se vio literalmente ahogada por sus propios desechos.
Un monstruo invisible bajo las calles
Con la industrialización llegaron las fábricas, los empleos y, sobre todo, la gente. Manchester pasó de ser una ciudad de mercado a una metrópolis bulliciosa, pero la infraestructura no pudo seguir el ritmo. En casas sin agua corriente ni alcantarillado, los retretes eran simples agujeros sobre pozos de basura. Las viviendas compartían letrinas que se desbordaban constantemente, y el hedor no era una excepción, sino parte del ambiente cotidiano.
Cada hogar generaba excrementos, pero la ciudad no tenía una red adecuada para transportarlos. En lugar de canales subterráneos, la gestión era manual: carros tirados por caballos recorrían las calles recogiendo cubos llenos de heces, en lo que se conocía como el servicio de «night-soil». Era un trabajo esencial, pero también denigrante. Estos hombres, despreciados socialmente, eran el último eslabón de un sistema que se sostenía a duras penas.
Lo más irónico es que, para el campo, este estiércol urbano era oro. Fertilizaba tierras, aumentaba la productividad agrícola y se transportaba por tren hacia regiones lejanas. Lo que en la ciudad era un problema, en el campo era una solución. Pero este ciclo tenía un límite, y Manchester lo alcanzó con rapidez.
Un plan desesperado con consecuencias inesperadas
A finales del siglo XIX, las autoridades municipales buscaron una solución más ambiciosa y definitiva: trasladar parte de los residuos de la ciudad a una gran finca rural en Nottinghamshire. La idea era sencilla: comprar una gran propiedad agrícola, instalar un sistema ferroviario eficiente y enviar cada año decenas de miles de toneladas de residuos. Así, la ciudad limpiaría sus calles mientras los agricultores recibirían fertilizante barato y constante.
Sobre el papel, era perfecto. Pero en la práctica, fue un escándalo. Las comunidades rurales que vivían cerca de la finca, conocida como Rampton Manor, se enteraron del proyecto y se opusieron con furia. ¿Por qué debían ellos cargar con los desechos de una ciudad lejana? ¿Qué pasaría con su agua, sus cultivos, su salud?
La disputa se volvió nacional. Hubo audiencias públicas, enfrentamientos verbales y una oleada de protestas que obligó al gobierno a intervenir. Finalmente, el plan fue rechazado. Manchester no pudo comprar la finca, y el conflicto dejó una herida abierta en la relación entre ciudad y campo, entre modernidad y tradición, entre los residuos y su destino.
El pantano que salvó a Manchester
Tras el fracaso del plan de Rampton, Manchester tuvo que improvisar. La solución llegó en forma de un viejo terreno pantanoso a las afueras: Chat Moss. Este enorme espacio de turba había sido considerado inútil durante siglos, pero ahora parecía tener un propósito nuevo. La ciudad lo compró y lo convirtió en su vertedero agrícola oficial.
Allí, cada año se enviaban toneladas de excremento humano, que eran tratados, secados y aplicados como fertilizante. A diferencia de la fallida operación en Nottinghamshire, Chat Moss estaba lo suficientemente cerca como para evitar problemas logísticos, pero lo bastante lejos como para que sus olores no alcanzaran el centro urbano.
Este sistema funcionó durante décadas y permitió a la ciudad ganar tiempo mientras desarrollaba una red moderna de alcantarillado. Fue una solución intermedia, pero decisiva. El estiércol dejó de ser solo un problema y se transformó, una vez más, en recurso.
El otro modelo: Londres y los ríos envenenados
Mientras Manchester luchaba con cubos y pantanos, Londres optó por una solución más radical: un sistema de alcantarillado completo y basado en el agua. Diseñado por Joseph Bazalgette, este plan ambicioso conectó miles de retretes a una red subterránea que desembocaba en el Támesis. El problema, claro, es que se mezclaban aguas residuales domésticas con aguas industriales y de lluvia. El resultado fue un río cada vez más contaminado, con brotes constantes de cólera y tifus.
Aunque la ingeniería fue monumental, el diseño tenía defectos de origen. La mezcla de diferentes tipos de aguas generaba volúmenes descomunales de líquidos residuales que resultaban muy difíciles de tratar. En contraste, algunos expertos proponían sistemas secos, como los retretes de tierra o compost, que no requerían agua. Pero en la era del progreso industrial, estas ideas fueron vistas como atrasadas.
Un espejo para el presente
Mirar hacia el siglo XIX desde el siglo XXI revela una historia cíclica. Muchas ciudades actuales enfrentan desafíos similares, aunque con tecnologías más avanzadas. La sobrepoblación, el cambio climático, la escasez de agua y los residuos urbanos siguen siendo temas centrales en la gestión urbana contemporánea.
De hecho, algunas propuestas actuales —como los inodoros secos, el reciclaje de aguas grises o la valorización energética de residuos humanos— tienen más en común con los retretes de armario victorianos que con los sistemas de alcantarillado convencionales. El ciclo parece cerrarse.
Y es que la historia del excremento urbano no es solo una anécdota escatológica. Es un reflejo de cómo las sociedades lidian con los efectos colaterales de su crecimiento. Manchester no solo construyó fábricas: también construyó una revolución sanitaria basada en ensayo, error y necesidad. Y aunque sus decisiones no siempre fueron las mejores, sí fueron las que marcaron el inicio de una nueva forma de entender las ciudades.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2025-06-14 04:21:00
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