El Papa Francisco falleció a los 88 años tras una larga trayectoria marcada por dolencias respiratorias, múltiples cirugías y una reciente hospitalización por neumonía bilateral. La enfermedad, que había comenzado como una bronquitis, evolucionó rápidamente, afectando los pulmones y comprometiendo su capacidad respiratoria.
Tras varias semanas de tratamiento por una grave neumonía bilateral, el Papa Francisco falleció el 21 de abril de 2025.
Durante su hospitalización, el pontífice también presentó insuficiencia renal incipiente, niveles bajos de plaquetas y un episodio de crisis respiratoria que requirió oxigenoterapia de alto flujo. Estos factores combinados reflejaban un cuadro clínico complejo y una respuesta inmunitaria debilitada por la edad y por enfermedades preexistentes.
Las complicaciones respiratorias y el deterioro sistémico que precedieron su muerte
Pese a los esfuerzos médicos, incluidos tratamientos intensivos, la progresión de la neumonía fue severa. La inflamación en los alvéolos pulmonares dificultaba la oxigenación, y la infección persistente aumentó el riesgo de diseminación bacteriana y complicaciones sistémicas.
En personas mayores, las infecciones respiratorias pueden evolucionar de forma impredecible, y la respuesta del organismo tiende a ser menos eficaz. Aunque fue dado de alta temporalmente, su estado siguió siendo delicado, y falleció un día después de reaparecer brevemente en público durante la misa de Pascua.
La combinación de múltiples padecimientos crónicos, sumada a una infección pulmonar grave, representó un desafío clínico difícil de revertir. La debilidad muscular, la inflamación continua y el esfuerzo respiratorio sostenido comprometen progresivamente la capacidad de recuperación.
En este contexto, el Papa Francisco fue atendido con los máximos cuidados en el Hospital Gemelli de Roma, pero su frágil estado de salud no permitió una recuperación definitiva. Su fallecimiento refleja las complejas implicaciones de las enfermedades respiratorias en adultos mayores con antecedentes médicos significativos.

Qué es la neumonía bilateral y por qué representa un riesgo mayor en personas mayores
La neumonía bilateral es una forma de infección pulmonar que afecta simultáneamente a ambos pulmones. Esta variante limita gravemente la capacidad respiratoria del paciente, ya que inflama los alvéolos de ambos lados, dificultando el intercambio de oxígeno con la sangre.
La afección puede estar causada por bacterias, virus u hongos, y en personas mayores suele tener una evolución más rápida y grave si no se trata de forma inmediata.
En pacientes de edad avanzada, como el Papa Francisco, la neumonía bilateral representa un desafío clínico importante. El envejecimiento reduce la eficacia del sistema inmunitario y debilita los músculos respiratorios, lo que limita la capacidad del organismo para combatir infecciones pulmonares.
Además, en estos casos, la enfermedad suele ir acompañada de otras condiciones médicas preexistentes —como insuficiencia cardíaca, problemas renales o diabetes— que aumentan el riesgo de complicaciones como insuficiencia respiratoria o sepsis.
Los síntomas más comunes incluyen fiebre alta, tos persistente, dificultad para respirar y fatiga extrema. En personas mayores, estos signos pueden presentarse de manera atípica o más leve, lo que retrasa el diagnóstico y agrava el pronóstico.
Por eso, la atención médica temprana y la hospitalización son claves para controlar la infección. En algunos casos, como ocurrió con el pontífice, el tratamiento incluye antibióticos, oxigenoterapia intensiva y cuidados de soporte, aunque incluso con atención especializada, el desenlace puede ser fatal debido a la fragilidad del organismo envejecido.
Una historia clínica marcada por dificultades respiratorias desde la juventud
Desde joven, Jorge Mario Bergoglio convivió con secuelas respiratorias que marcaron su salud durante décadas. A los 21 años, fue sometido a una cirugía pulmonar en Argentina debido a una infección severa, que requirió la extirpación parcial de un pulmón. Esta intervención redujo su capacidad respiratoria basal, lo que lo hacía más vulnerable frente a enfermedades infecciosas del tracto respiratorio. Aunque llevó una vida activa, este antecedente condicionó su reserva pulmonar para enfrentar futuras infecciones.
A lo largo de su papado, fue hospitalizado en varias ocasiones por complicaciones respiratorias. En 2023, fue diagnosticado con bronquitis aguda, y posteriormente desarrolló inflamaciones pulmonares recurrentes. También canceló visitas internacionales por cuadros de gripe agravada.
En los últimos meses, la progresión de una infección viral se complicó con una neumonía persistente, que no respondió completamente a los tratamientos convencionales y requirió largos periodos de hospitalización.
Además de su historia pulmonar, el Papa Francisco tenía otras afecciones crónicas que complicaban su pronóstico. Había sido intervenido quirúrgicamente en 2021 para tratar una estenosis del colon y en 2023 se sometió a una operación abdominal adicional por una hernia. También padecía dolor crónico en la rodilla que limitaba su movilidad y lo obligaba a usar silla de ruedas en ocasiones. Estos elementos contribuyeron a su progresivo debilitamiento y a la dificultad del cuerpo para responder a nuevas agresiones infecciosas.

El agravamiento clínico en sus últimos meses de vida
El deterioro más agudo comenzó en febrero de 2025, cuando fue ingresado en el Hospital Gemelli por complicaciones respiratorias. Inicialmente, se trató de una bronquitis, pero su evolución fue desfavorable y derivó en neumonía bilateral. La infección comprometió ambos pulmones, afectando severamente el intercambio de oxígeno.
A pesar de una leve mejoría que le permitió regresar al Vaticano el 23 de marzo, los especialistas advirtieron que su convalecencia requeriría al menos dos meses de reposo. Fue tratado con medicación oral prolongada, fisioterapia respiratoria y vigilancia médica constante. Sin embargo, la evolución clínica no fue lineal y el papa presentó nuevas crisis respiratorias que agravaron su estado general. La posibilidad de suspender el tratamiento se llegó a considerar, aunque finalmente se optó por mantenerlo.
En su última aparición pública, el Domingo de Pascua, saludó brevemente a una multitud reunida en la Plaza de San Pedro. Pese a su aspecto frágil, esa imagen fue recibida con esperanza por los fieles. No obstante, apenas unas horas después, en la mañana del lunes 21 de abril, falleció en su residencia del Vaticano. La causa inmediata fue el desenlace de su neumonía bilateral, una condición que, en personas mayores con antecedentes pulmonares, puede ser irreversible.

Una salud frágil, sostenida con determinación hasta el final
A pesar de su historial médico complejo, el papa Francisco mantuvo durante años una agenda activa, combinando compromisos pastorales y diplomáticos. En numerosas ocasiones minimizó sus dolencias, priorizando su rol como líder de la Iglesia. Sin embargo, desde 2021 su estado de salud comenzó a exigir modificaciones en su rutina. Fue sometido a una cirugía de colon por diverticulitis, y desde entonces su movilidad se redujo significativamente.
Comenzó a delegar funciones, redujo sus viajes internacionales y evitó ceremonias de larga duración. Aun así, nunca dejó de recibir a delegaciones, presidir reuniones importantes o dirigir mensajes dominicales, manteniendo un estrecho vínculo con los fieles y con la actualidad global.
El fallecimiento del Papa Francisco desencadenó una ola de conmoción global. Desde el anuncio oficial del Vaticano, miles de personas se congregaron en la Plaza de San Pedro para rendirle homenaje. Cientos de líderes religiosos y políticos expresaron su pesar por la partida de un pontífice que dejó una huella profunda en la Iglesia católica y en la esfera internacional. Su estilo pastoral, centrado en la misericordia y en la justicia social, marcó una nueva etapa para el Vaticano, más cercana a los excluidos y a los desafíos del mundo moderno.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2025-04-21 08:51:00
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