La brujería en España ha suscitado a lo largo de los siglos una mezcla compleja de fascinación y temor, entrelazándose profundamente con el tejido cultural y religioso del país. Aunque menos virulenta que en otras partes de Europa, la persecución de brujas revela conflictos y tensiones que han moldeado la sociedad española. Este artículo desentraña cómo las figuras de brujas y hechiceros personificaron el mal y la alteridad, y cómo sus historias reflejan las luchas por el poder y la dominación de la ortodoxia religiosa sobre el pensamiento y las creencias populares.
El círculo mágico. John William Waterhouse / Wikimedia
Brujería desde en la Edad Media a la Ilustración
Desde la Edad Media hasta la Ilustración, la percepción de la brujería en España atravesó una significativa evolución, producto de cambios en las creencias y prácticas religiosas. Inicialmente, en el marco del cristianismo temprano y durante la Alta Edad Media, las prácticas mágicas eran a menudo vistas como supersticiones paganas sin base demoníaca real. Sin embargo, con la llegada del Renacimiento y el endurecimiento de la doctrina eclesiástica, el concepto de brujería comenzó a asociarse cada vez más con el pacto diabólico y el hereje. A diferencia de regiones como Alemania o Escocia, donde la caza de brujas alcanzó niveles de masacre, en España, la Inquisición, aunque inicialmente rigurosa, mostró con el tiempo una tendencia a la moderación y al escepticismo. Este contraste destaca la particularidad del contexto español, donde la influencia de la Inquisición se centró más en mantener la ortodoxia religiosa que en perseguir brujas, diferenciándose así de la frenética persecución conocida en otros lugares de Europa.
Quema de brujas. Wikimedia
La caza de brujas
Entre los siglos XV y XVII, Europa fue testigo del auge de la caza de brujas, un periodo marcado por el miedo, la superstición y la violencia sistemática contra quienes se acusaba de brujería. Este fenómeno coincidió con épocas de gran turbulencia social, económica y religiosa, donde las brujas frecuentemente eran señaladas como chivos expiatorios responsables de desastres naturales, epidemias y crisis agrícolas. La bula «Summis desiderantes affectibus», promulgada por el Papa Inocencio VIII en 1484, y textos como el «Malleus Maleficarum» (El Martillo de las Brujas), publicado en 1487 por Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, jugaron roles cruciales en la exacerbación de la caza. Estos documentos legitimaron y codificaron el miedo a la brujería a nivel doctrinal, incitando a inquisidores y autoridades locales a identificar, procesar y condenar a supuestas brujas, bajo la premisa de estar purgando la sociedad de una amenaza demoníaca palpable.
El Aquelarre. Goya / Wikimedia
Brujería en España
En España, uno de los casos más emblemáticos de persecución de brujas fue el de las Brujas de Zugarramurdi. En 1610, este pequeño pueblo en Navarra se convirtió en el epicentro de una notoria caza de brujas, donde numerosos habitantes fueron acusados de participar en aquelarres y rituales satánicos. El proceso culminó en un auto de fe en Logroño, donde varias personas fueron ejecutadas y otras muchas penitenciadas. Este caso es particularmente significativo por la magnitud y la brutalidad de las acusaciones y los castigos.
Paralelamente, la actitud hacia la brujería comenzó a cambiar gracias a la intervención de inquisidores como Alonso de Salazar y Frías, quien revisó críticamente los procesos de Zugarramurdi después de las ejecuciones. Salazar y Frías emprendió una investigación exhaustiva, visitando personalmente a los aldeanos y examinando las pruebas. Su informe de 1614 fue radicalmente escéptico sobre las confesiones obtenidas bajo tortura y criticó la validez de los testimonios sobre vuelos nocturnos y pactos con el diablo, lo que desacreditó muchas de las acusaciones comunes en los juicios por brujería.
Estos cuestionamientos marcaron un punto de inflexión, mostrando un movimiento gradual hacia el escepticismo y la demanda de pruebas más racionales en los juicios por brujería. La actitud de Salazar y Frías influyó significativamente en la futura gestión de los casos de brujería por la Inquisición española, prefiriendo la reinserción y la penitencia sobre la ejecución, y marcando un notable contraste con la ferviente persecución observada en otras partes de Europa durante la misma época.
Leyenda, folclore y cultura popular
La figura de la bruja ha dejado una marca persistente en la cultura española, influenciando desde la literatura clásica hasta el cine moderno y diversas festividades. «La Celestina», una obra seminal de Fernando de Rojas, retrata a la protagonista como una hechicera y alcahueta, fusionando elementos de magia y realidad cotidiana. Además, en Zugarramurdi, los legendarios aquelarres son recreados anualmente en una festividad que atrae a visitantes, celebrando su mística historia con una mezcla de respeto y fascinación por el pasado oscuro. Este entrelazamiento de brujería con la cultura popular subraya cómo antiguas supersticiones continúan resonando en el imaginario colectivo.
Grabado de Goya de la serie Los Caprichos. Wikimedia
La historia de las brujas en España muestra las profundas tensiones entre miedo, poder y el eterno conflicto entre superstición y racionalidad. Estos relatos reflejan cómo la sociedad ha utilizado la figura de la bruja para canalizar ansiedades sociales y mantener el control ideológico. En la España contemporánea, el legado de estas historias perdura no solo en el folclore y la cultura popular, sino también en la valoración crítica de cómo nos enfrentamos al miedo a lo desconocido y gestionamos las diferencias. Así, las brujas, más allá de su mitología, nos enseñan sobre la tolerancia y el escepticismo saludable en nuestra vida moderna.
Referencias:
- Azurmendi, M. M. 2013. Las brujas de Zugarramurdi. Almuzara.
- Pérez, J. 2010. Historia de la brujería en España. Espasa.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2024-06-27 13:30:00
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