La economía digital ha revolucionado las formas de pago, el acceso a servicios financieros y la experiencia de compra, pero también ha generado un nuevo tipo de vulnerabilidad, especialmente entre los más jóvenes, precisamente en la generación Z, compuesta por quienes nacieron entre 1997 y 2012, quienes se perfilan hoy como una de las más endeudadas, no solo por el consumo excesivo, sino por la forma en que la tecnología ha transformado su relación con el dinero.
Según el Banco de la Reserva Federal de Nueva York, el 15,3% de los jóvenes usuarios de tarjetas de crédito ha alcanzado el tope de su cupo, una cifra que alerta sobre un fenómeno que va más allá del mal manejo financiero individual, mientras que lo que está en juego es una estructura digital que estimula el gasto inmediato y difumina la conciencia sobre el valor real del dinero en un entorno donde basta con deslizar el dedo para comprar y los límites entre necesidad, deseo y deuda se vuelven borrosos.
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No cabe duda de que la transición del efectivo a los pagos digitales ha sido celebrada por su eficiencia, pero también ha eliminado el componente físico que ayudaba a visualizar el acto de gastar. Estudios como el publicado por la revista Nature revelan que el uso de tarjetas de crédito activa el sistema de recompensa del cerebro, haciendo que el consumidor experimente placer inmediato, lo que reduce la percepción de pérdida.
Dicho de forma simple, la experiencia de pagar con una app, una tarjeta o un clic estimula el deseo sin generar la misma alerta que provocaba entregar billetes o contar monedas; por lo que se pierden los límites de la responsabilidad y se cae malas prácticas como el consumo excesivo, que usualmente se suele financiar con deuda.
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Lucas Souza, director de KVZ Labs en Kuvasz Solutions, sostiene que muchos jóvenes están utilizando productos financieros como si fueran extensiones de su salario y aunque principalmente ocurre con tarjetas de crédito, también con plataformas BNPL (Buy Now, Pay Later), que permiten fraccionar pagos en cuotas sin intereses aparentes, aunque muchas veces con costos ocultos.
En su opinión, “el ecosistema digital ha facilitado tanto el acceso al crédito que para muchos jóvenes, la deuda ha dejado de percibirse como una carga y ha pasado a verse como una solución automática e inofensiva”.
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El problema, sin embargo, no se limita a la tecnología en sí, sino al contexto educativo en el que opera y en este sentido, la Encuesta de Capacidades Financieras del Banco Mundial indica que el 81% de los colombianos no sabe calcular una tasa de interés simple, lo que implica que una gran mayoría de la población está ingresando al mundo financiero digital sin las herramientas básicas para comprender sus riesgos.
La investigadora Elisabet Ruiz-Dotras, de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), advierte que esta nueva economía ha disociado el esfuerzo del gasto, dado que antes, pagar implicaba desprenderse de algo tangible; ahora, basta con vincular una tarjeta a una aplicación, al tiempo que las redes sociales han multiplicado la presión sobre los jóvenes para consumir y “lo que antes era un deseo ahora se convierte en una urgencia. Comprar ya no es una decisión, es una reacción al entorno”, asegura.
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Esa presión constante también tiene consecuencias emocionales y debido a esto, muchos jóvenes buscan emular estilos de vida aspiracionales que ven en plataformas como Instagram o TikTok, pero que rara vez se ajustan a su realidad económica y el resultado es un ciclo de frustración y ansiedad, alimentado por la sensación de insuficiencia y la carga de una deuda que crece en silencio.
Así las cosas, resaltan que en un mundo donde el dinero ya no se ve ni se toca, la educación financiera se convierte en el único ancla posible y que para la generación Z, la verdadera innovación no será crear nuevas formas de pago, sino aprender a usarlas con inteligencia, porque en la economía sin billetes, la deuda también es invisible, hasta que se vuelve impagable.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.portafolio.co
Publicado el: 2025-05-16 19:58:00
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