Quiero invitar a todos los colombianos a conocer las verdaderas circunstancias de la fundación de Santa Marta, la primera de las ciudades modernas establecida en América del Sur. Contrario a la narrativa que se ha impuesto para explicar el encuentro entre España y el mundo nativo americano, principalmente como un violento proceso de usurpación y saqueo, Santa Marta nació antes como un sueño de convivencia. Y eso es importante para que los colombianos entendamos quiénes somos.
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Algunos historiadores sitúan sus primeras expediciones por el Caribe en 1493, al lado de Cristóbal Colón. Otros dicen que Rodrigo de Bastidas obtuvo Permiso Real el 5 de junio de 1500. Sin embargo, la expedición que lo llevó a las costas del Caribe colombiano, junto a Juan de la Cosa y a Vasco Núñez, siguiendo el mapa de Alonso de Ojeda, según versión de Fernández de Oviedo, fue en el año de 1502. Fondeó sus carabelas por primera vez en la bahía de Santa Marta, llamándola así porque posiblemente su llegada fue un 29 de julio, día en que la Iglesia católica celebra la fiesta en honor a Marta de Betania, importante líder cercana a Jesús y hermana de Lázaro. Las embarcaciones fueron rodeadas por cientos de canoas que acompañaban a los caciques de Bonda, Gaira y Taganga, líderes de los nativos que se hacían llamar Matunas. Más adelante, estos pueblos serían llamados ‘Tayronas’ por los españoles, debido a una muy común fragua de oro, que ellos denominaban “tayros”.
Bastidas fue bien recibido por los Matunas y hubo intercambio comercial. Con el cacique de Bonda acordó dejar al marino Juan de Buenaventura para aprender la lengua. El encuentro con los Matunas lo dejó muy impresionado por amable, comercial y pacífico. Continuó su viaje y encontró la desembocadura del gran río Yuma, que rebautizó con el nombre de Río Grande de la Magdalena. Luego pasó al golfo de Urabá, que llamó “golfo dulce”, donde estuvo a punto de naufragar por culpa de un molusco llamado taraza o broma, que había dañado el casco de las carabelas.
Con los barcos averiados, la expedición toma rumbo hacia La Española. A la llegada a Santo Domingo, Bastidas fue hecho prisionero y fue decomisada su carga por el gobernador Bobadilla, acusado de capturar caribes en Cartagena y Barú. Luego, fue embarcado a Cádiz en La Aguja, la misma carabela en la que también iba detenido Cristóbal Colón (algunos historiadores niegan esto). Posiblemente, mientras su viaje se llenaba de dificultades, Bastidas pensaba en la paz, la asombrosa biodiversidad y el buen recibimiento que había encontrado en la bahía de Santa Marta…
A su llegada al puerto de Cádiz, Gonzalo Gómez de Cervantes, corregidor de Jerez de la Frontera, avisa a los reyes de la llegada de Bastidas y es dejado en libertad. En 1504, el persistente Bastidas regresa a Santo Domingo para ser pionero en el negocio de la ganadería. Con su prestigio y usando el dinero obtenido, empieza a armar su propia flota, siempre pensando en regresar a la bahía que había llamado Santa Marta. Después de muchos años y múltiples dificultades, que incluyen casi quedar por fuera de su propia expedición y un escape de película de la Fortaleza Osama, y después de que su mente viajara muchas veces al inolvidable mundo de los Tayronas, por fin está listo.
El regreso de Bastidas
La noche del 28 de mayo de 1525, a bordo de una nueva nave comprada al marino Francisco Báez, bautizada con el nombre de Santa Marta, Bastidas deja Santo Domingo con rumbo hacia su destino. Su llegada a la bahía más linda de América fue apoteósica, no por haber llegado acompañado de una gran flota, sino porque lo estaban esperando. El recibimiento que sus ya viejos amigos los Tayronas les dieron a Bastidas y a sus hombres fue alegre y caluroso. Cientos de canoas rodearon la embarcación y cientos de regalos se repartieron entre los recién llegados. Bastidas pactó con los caciques de la región y se ganó la confianza del todopoderoso cacique de Bonda, quien le ofreció el lugar para la fundación de la ciudad y, con él, las fuentes de agua, las terrazas de siembra, los pozos de sal. Era la vida en abundancia. El cronista Juan de Castellanos lo recuerda así:
“Según los que más saben de este cuento / fue principio y origen de sus males / no consentir hacer mal tratamiento / ni robo en aquellos naturales”.
Bastidas traza entonces la ciudad y comienza la construcción de las primeras casas. Nombra a Pedro de Villafuerte como alcalde y a Rodrigo Álvarez Palomino, soldado que fue de Cortés, teniente general de la nueva provincia. Precisamente, entre estos dos personajes quedará marcado el destino del fundador y el de la joven población en la que Bastidas se había propuesto respetar a los nativos. El historiador Ernesto Restrepo Tirado lo narra así: “A los pocos días de estar en el puerto ya había sentado las paces con el todopoderoso cacique de Bonda y con los de Gaira y Taganga… Muchos de sus compañeros se disgustaron con él por la severidad que mostró en castigar todo abuso que se cometiera contra los indígenas. Los indios pasaban al campamento español y salían de él con la mayor confianza”.
El descontento de Villafuerte y sus secuaces por la firmeza con la cual Bastidas hacía cumplir su pacto con los Tayronas hizo que sus ambiciosos amigos urdieran y llevaran a cabo un plan para asesinar al gobernador. Sin embargo, los hechos se desencadenan con tan mala suerte para los traidores que Bastidas sobrevive al atentado haciéndose el muerto y logra dar la voz de alarma a sus hombres.
Los traidores huyen y Palomino organiza la persecución de los conspiradores. Pero de nuevo la fatalidad golpea la causa de Bastidas, ya que Palomino muere ahogado en el río que hoy lleva su nombre. Sin esperanzas de poder quedarse, Bastidas es llevado herido a la isla de Cuba y muere en Santiago meses después. Con él muere la posibilidad de un verdadero nuevo mundo donde la convivencia equilibrada fuera posible. Dice el historiador Restrepo Tirado que el cacique de Bonda y, digo yo, su socio y amigo, “al saber que Bastidas fue muerto por su propia gente, ya no quiso tener paz con los cristianos”.
Santa Marta y alrededores.
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Luces y sombras
A grandes rasgos, esta es la historia de la fundación de Santa Marta. Con sus luces y con sus sombras, somos hijos de esta historia. Somos el resultado del mestizaje de sus protagonistas. Y es una historia que en parte explica por qué aún hoy los presidentes de nuestra República pueden encontrarse en Nabusimake con los hermanos mayores, descendientes directos de los caciques que recibieron en su momento a Bastidas, para pensar y hablar sobre lo que nos pasa como sociedad.
La historia nos permite reconstruir la odisea de Bastidas; sería bueno reconstruir con los hermanos mayores la saga de Bonda o de Gaira, la saga de los caciques y también de las mujeres sabias y líderes, quienes supieron tejer el pacto, concebir la idea de un mundo nuevo y participaron en la fundación de nuestra primera ciudad. Después vinieron tiempos muy difíciles, pero no podemos negarnos la posibilidad de reconstruir, conmemorar y también celebrar lo que pasó en esos primeros años, en el origen de nuestra propia historia.
Carlos Vives.
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La cultura tiene que servir para eso, para cultivar lo mejor de nosotros mismos. Seguramente eso nos permitiría construir un relato que nos una, en lugar de quitarle valor y avergonzarnos de lo que somos, haciendo el juego a una agenda de desmoralización de nuestra identidad. Estoy seguro de que los hermanos mayores, los pueblos nativos del corazón del mundo, son los primeros dispuestos a esta construcción de unidad en la diversidad. Ellos no esperan promesas de nuestros presidentes, sino un verdadero diálogo que no esquive la complejidad y que permita retomar el pacto original que se perdió con la muerte de Bastidas. Sospecho que ellos quisieran honrar ese pacto y celebrarlo.
Tenemos, 500 años después, la oportunidad de conmemorar nuestra historia y celebrar que somos hijos de una idea poderosa de convivencia y no del magnicidio. Eso es lo que hay que celebrar como una elección que está en nuestras manos. Pero tenemos que dejar los sesgos ideológicos y decidir no traicionarnos más a nosotros mismos. Tenemos que entender que somos todo esto y que podemos sentirnos orgullosos tanto de lo nativo americano, como de lo africano y de lo hispano que recorre nuestra sangre. Si no podemos celebrar lo que nos hace colombianos modernos, comprendiendo nuestras sombras, pero también valorando nuestras luces; si no podemos entender y celebrar el regalo que es nuestra lengua común y que nos inserta en una de las más ricas tradiciones, a la que aportamos la vitalidad y la pasión de nuestra historia, no podemos hablar de cultura.
CARLOS VIVES
Artista samario
Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com
Publicado el: 2024-09-08 00:14:31
En la sección: EL TIEMPO.COM -Colombia