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Liechtenstein, una monarquía absoluta por voto popular | elperiodico.com

El Periódico

Hay que ampliar con lupa el mapa de Europa para encontrar Liechtenstein, uno de los países más pequeños del continente. Apenas ocupa 160 kilómetros cuadrados y su número de habitantes no llega a los 40.000. El régimen político de este micro-Estado es una monarquía de perfil absolutista. El monarca, en este caso príncipe, tiene potestad para cesar al Gobierno, disolver el Parlamento, vetar leyes y controlar el nombramiento de jueces. Es el único monarca europeo que tiene bajo control al poder ejecutivo, legislativo y judicial. Un escenario político propio de países de otras latitudes. Hay que decir, no obstante, que si el todopoderoso príncipe Alois von Liechtenstein concentra tanto poder es porque los súbditos del principado así lo decidieron en referéndum hace unos años. El país disfruta de la renta per cápita más alta de Europa y es el último del continente que permitió votar a las mujeres. No lo hizo hasta 1984, aunque la sucesión al trono sigue siendo solo masculina.

Asentado en los valles y montañas de los Alpes, Liechtenstein nació como país independiente en 1866 tras pertenecer durante décadas a la Confederación Germánica. El pequeño principado hace frontera con Austria y Suiza, país este último con el que comparte unión aduanera y moneda, el franco suizo. Al igual que el país helvético es un importante centro financiero, hoy más transparente tras haber permanecido años en la lista negra como paraíso fiscal.

Los bajos impuestos hacen que haya más más empresas que habitantes. El principal banco del país, el LGT, pertenece a la familia real y lo gestiona el príncipe Hans Adam II, uno de los hombres más ricos del mundo. Conocido como ‘Su Alteza Serena’, Hans cedió a su hijo Alois la gobernabilidad del principado en 2004, aunque no abdicó. Así que sigue siendo el jefe de Estado mientras que Alois es el príncipe regente.

La primera primera ministra

Por debajo de ellos está el Gobierno y el Parlamento. El Ejecutivo está formado por cinco miembros mientras que la Cámara legislativa cuenta con tan solo 25 diputados. Las últimas elecciones generales se celebraron el pasado mes de febrero y por primera vez en la historia del país una mujer asumió el cargo de primera ministra. Brigitte Haas es la líder del partido liberal conservador Unión Patriótica (UP), fuerza política que hace décadas que comparte el poder con el Partido Cívico Progresista (FBP), también de derechas. Poco cambian las cosas en este país centroeuropeo que no pertenece ni a la UE ni a la OTAN -no tiene Ejército- y que ingresó en la ONU en 1990. Solo hay un partido republicano en el país, Lista Libre, de nula influencia.

La concentración de poder de los príncipes se gestó en 2003, cuando se decidió, tras serias disputas entre la familia real y el Parlamento, someter a referéndum las atribuciones del monarca. En la consulta, los electores tuvieron que elegir entre dotar de más poderes al príncipe o de limitar los que ya tenía. Antes del plebiscito, el príncipe Hans, entonces al frente del principado, amenazó con marcharse del país si no ganaba en las urnas. La victoria de la realeza fue abrumadora, 64,3% votos a favor frente a 35,7% en contra. «En un futuro, el príncipe podrá chasquear los dedos y decir ‘he perdido la confianza en ti’ y hacer desaparecer el Gobierno», dijo el entonces el exprimer ministro, Mario Frick, uno de los políticos más díscolos con el poder de la realeza.

La  monarquía se puso a prueba de nuevo ocho años más tarde cuando se sometió a voto popular una ley sobre la despenalización del aborto. La católica familia real, la más discreta y desconocida de las europeas, se opuso firmemente. El príncipe regente Alois amenazó con vetar la ley si salía adelante. Volvieron a ganar. Unos meses más tarde un grupo de ciudadanos recogió las suficientes firmas para celebra una nueva consulta. Esta vez para desposeer al monarca del derecho a vetar el resultado de los referéndums. Tan solo un 24% de los votantes se mostraron a favor de la propuesta.

Pugna con la República Checa

Para algunos analistas esta  lealtad a la monarquía no solo responde a la riqueza que baña al país, sino también al hecho de que la familia real da trabajo directo e indirecto a más de 2.000 de sus habitantes, principalmente como empleados del banco LGT. Una cifra nada desdeñable para un país de poca población. Hay un dicho popular en este principado alpino que afirma que no se puede ganar unas elecciones contra el príncipe.

Pero a la familia real de Liechtenstein no le basta con ser la más rica de Europa. Desde hace ochenta años mantienen una pugna con la República Checa a la que reclama unos territorios que le fueron confiscados tras la Segunda Guerra Mundial por haber colaborado con el régimen nazi. Se trata de unos 2.000 kilómetros cuadrados, doce veces la dimensión del pequeño Estado. Ahí se encuentran dos palacios declarados patrimonio cultural de la Unesco,  Lednice y Valtice. La reclamación está en manos del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Los príncipes mantienen, eso sí, el impresionante castillo que poseen en Vaduz, la capital, y que es su residencia oficial. Data del silgo XII, tiene 130 habitaciones y una multimillonaria colección de obras de arte.

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Fuente de TenemosNoticias.com: www.elperiodico.com

Publicado el: 2025-05-17 03:00:00
En la sección: El Periódico – internacional

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