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No corramos un tupido velo, por Patrycia Centeno | elperiodico.com

No corramos un tupido velo, por Patrycia Centeno

El 13 de septiembre una iraní llamada Masha Amini, de 22 años y etnia kurda, viajó junto a su hermano a Teherán. Al salir de la boca del metro, la policía de la moral se abalanzó encima de ella y se la llevó presa por no cumplir con el código de vestimenta dispuesto para las mujeres en el país desde la revolución islámica de 1979. ¿Su delito? Llevar el pañuelo mal puesto (que se descubra un sólo mechón de pelo es suficiente para ser reprendida con una multa, cárcel y/o flagelación). Su hermano inició un peregrinaje por todas las comisarías de la capital para encontrarla y reunirse con ella una vez, con suerte, esta fuera liberada tras la sesión de reeducación a la que someten a las ‘malas’ féminas. Finalmente, alertado por el grito de un grupo de personas que advertían cómo acababan de matar a una mujer, la policía le comunicó que su hermana había sufrido un ataque al corazón y estaba hospitalizada. Allí se encontró a Masha con golpes y hematomas en cabeza y extremidades; sufría muerte cerebral y, al cabo de tres días en coma, falleció. El personal médico despidió a la joven en un emotivo vídeo en el que se los ve depositar flores sobre su cuerpo ya sin vida. 

En Irán, 40 millones de mujeres y niñas están obligadas a cubrir su cabello con el hiyab desde los siete años de edad. Algunas culturas y religiones asocian el pelo a la pasión y eso hace que exijan a las mujeres que lo oculten, como muchas monjas todavía hacen. Este carácter sexual del cabello especialmente en el caso de la mujer se observa culturalmente en el color (morena perversa o rubia inocente…), textura (mientras que el rizo se antoja rebelde; el lacio se observa dócil…), el largo (melena es sinónimo de juventud y soltería y el muy corto llama a la rebeldía) o incluso el peinado (al viento, libertad y recogido, recato). No solo la policía de la moral iraní controla que lleven el pañuelo, vistan con piezas holgadas que desdibujen sus cuerpos femeninos o no se maquillen en exceso; cualquier hombre por la calle tiene derecho a abofetearlas o llamarlas putas por ‘vestir indecentemente’. Pero a pesar de las duras represalias, desde hace años muchas iraníes se han atrevido a liberarse del velo. La mayoría han acabado exiliadas o cumplen condenas de hasta 24 años de prisión, también las abogadas que intentan ayudarlas o defenderlas. En 2017, una campaña llamada ‘miércoles blancos’ que animaba a las iraníes a subir a las redes imágenes con la cabeza descubierta en lugares públicos se hizo viral. Pero las protestas que han estallado y extendido por diversas ciudades del país tras la muerte de Amini van más allá. En los últimos días, pese a la restricción al acceso a internet que ha impuesto el régimen iraní, hemos visto a mujeres quemando sus velos en hogueras improvisadas en las calles o cortándose el pelo. No solo son jóvenes; emociona especialmente cuando las mayores, aunque porten el velo, argumentan su asistencia porque ninguna mujer debería llevar el hiyab obligada. Las manifestaciones, a las que también se han unido muchos hombres, están siendo disueltas con violencia y se contabilizan decenas de muertes.

Mientras, en la Asamblea General de la ONU celebrada esta misma semana en Nueva York, el presidente de Irán, Ebrahim Raisi, acusaba a los gobiernos occidentales de tener un «doble rasero» a la hora de valorar los derechos de las mujeres en sus respectivos países y en la República Islámica. Horas después, Raisi dejaba plantada a una periodista de la CNN porque esta declinó cubrirse con un pañuelo delante de él…

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Aunque a muchos les siga interesando presentar el adorno del cuerpo como algo superfluo y trivial, la indumentaria nunca ha sido un tema menor. La ropa es una herramienta de poder tan válida como cualquier otra y puede servir para hacer el mal (oprimir) pero también para fomentar el bien (liberarnos). Presentar lo sucedido en Irán como un debate a favor o en contra del velo es tan tramposo como ridículo y conduce, en cierto modo, al silencio de una parte importante de la sociedad que ve incompatible decantarse por un sí o no de forma generalizada y que abarque todas las situaciones. Porque no se trata de criminalizar una prenda, tampoco el velo. La cuestión a abordar es otra: el compromiso con la libertad de expresión que es también la libertad indumentaria. Y en estas, dependiendo del lugar y el momento, el feminismo precisa a veces defender una estética o deshacerse de ella. Para ver libertad femenina en el uso del velo no solo se busca que la elección sea personal y voluntaria, también se valora que esa decisión de respetar o no una tradición estilística no se deba a una obligatoriedad (moral o social) sino que la elección sea consciente y meditada porque sin ese conocimiento contextual seguirá preservando el carácter impositivo.

Y esta regla sirve para el velo, pero también para un tacón, un escote, un rosario o una minifalda. No existe en ello ninguna contradicción si se tiene en cuenta que el fin que se persigue no es divinizar o demonizar un trozo de tela o estilo sino defender el derecho a la libertad de expresión (indumentaria) de cada una. Dicho de otro modo y como bien convirtió Chile en himno hace un par de años: «La culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía. El violador eras tú». Y en esto, jamás deberíamos dejar correr un tupido velo.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.elperiodico.com

Publicado el: 2022-09-23 14:17:11
En la sección: El Periódico – internacional

Publicado en Internacionales