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Seis meses después, Macron no encuentra su camino | elperiodico.com

Seis meses después, Macron no encuentra su camino

Tras un primer mandato marcado por la pandemia y la crisis energética, el presidente francés, Emmanuel Macron, tampoco ve la luz al final del túnel en el arranque del segundo. Este lunes se cumplen seis meses del acto de investidura del dirigente centrista el 7 de mayo con que inició su segundo quinquenio. Aunque durante la campaña presidencial en primavera prometió el inicio de «una era nueva» y «nuevas conquistas», la indefinición y el desgaste de su figura, tanto a nivel nacional como internacional, marcaron estos inicios del «Macron II». Todo un contraste respecto al «Macron I».

Envalentonado por la aureola de la novedad y la juventud, el dirigente centrista empezó su presidencia a toda pastilla: reforma del mercado laboral, disminuciones de impuestos a las grandes fortunas, reforma de la empresa ferroviaria SNCF (pese a la oposición de sus combativos trabajadores)… Llevó a cabo las medidas de corte neoliberal que sus predecesores —Jacques Chirac, Nicolas Sarkozy o François Hollande— no se habían atrevido a aplicar. Sus discursos líricos generaban aplausos en la prensa internacional, sobre todo en los medios del establishment como The Economist que lo presentó como el «salvador de Europa«.

«Pérdida de poder atracción»

Cinco años después, la situación ha experimentado un giro copernicano para Macron, con una aprobación de solo el 27% de los franceses, su nivel de popularidad más bajo en los últimos dos años y medio. «Creo que el pecado original de su situación actual, en que ha perdido poder de atracción, fue la campaña presidencial en que no quiso ir al combate», ni participar en numerosos debates para explicar su proyecto, asegura François-Xavier Bourmaud, el periodista que cubre el Elíseo para Le Figaro.

Este catenaccio electoral sirvió al dirigente centrista para lograr una reelección más cómoda de lo esperado. Luego, sin embargo, pagó los platos rotos en las legislativas de junio, cuando se quedó sin mayoría absoluta en el Parlamento, un escenario muy poco habitual en Francia.

Pese a ese voto de castigo, apostó por gobernar en minoría y legislar a través de acuerdos puntuales, sobre todo con Los Republicanos (LR, afines al PP en Francia), o por decreto gubernamental. Hasta siete mociones de censura se han debatido en la Asamblea Nacional desde junio, la mayoría de ellas en respuesta a la utilización del polémico artículo 49.3 que permite aprobar leyes sin votación parlamentaria, como sucedió con el presupuesto de 2023. Todas ellas fracasaron, pero algunas se quedaron cerca del umbral de votos que hubiera forzado un cambio de Gobierno. Así se evidenció que el Ejecutivo macronista está en manos de la oposición, dividida entre la coalición de izquierdas de la NUPES, la derecha republicana y la ultraderecha de Le Pen.

«Me gustaría que cruzara el Rubicón de manera más clara», dijo en una entrevista a finales de octubre el expresidente conservador Nicolas Sarkozy, quien pidió un mayor esfuerzo a Macron para formar un Gobierno de coalición con LR. El dirigente centrista dijo el 26 de octubre que «deseaba que hubiera una alianza», pero esta no entusiasma a los actuales jefes de la derecha republicana ni genera unanimidad en el macronismo. Ante este limitado margen de maniobra, la posibilidad de una disolución de la Asamblea Nacional y convocatoria de elecciones legislativas anticipadas empieza a planear sobre la política gala.

El precedente de Chirac

Estas medidas drásticas contrastan, sin embargo, con la supuesta voluntad de Macron de gobernar de otra forma en su segundo mandato, con un estilo más dialogante y sin ignorar a los sindicatos y la oposición. Para ello, anunció a bombo y platillo la creación de un Consejo Nacional de la Refundación, un organismo lastrado por el boicot de la oposición y el desinterés mediático.

Tampoco ayudó a mejorar la relación con las direcciones sindicales la decisión del Ejecutivo de requisar refinerías y debilitar la huelga de los trabajadores de Total, que dejó sin combustible un tercio de las gasolineras. Ni el hecho de dar por descontado que a principios del año que viene aprobará una reforma de las pensiones que alargará la edad mínima de jubilación de los 62 a los 65 años (con 43 cotizados).

Una de las obsesiones de Macron es no convertirse en un presidente invisible. Así le sucedió a Jacques Chirac en su segundo mandato (2002-2007) cuando se ganó la reputación del «rey vago» por la ausencia de medidas de calado. En el Elíseo, no quieren dedicarse únicamente a la gestión de «es lo que hay» —inflación y crisis energética—. En parte, esto explica la voluntad de llevar a cabo una impopular reforma de las pensiones, a pesar de un creciente malestar social por un aumento de los precios —del 7,1% en general y del 9,9% en el caso de los alimentos— que no ha disminuido en los últimos meses, a diferencia de lo ocurrido en España, y que no se ha visto compensado por subidas salariales.

La guerra de sucesión

«Macron continúa haciendo de Macron y no se ha renovado demasiado. Me parece sorprendente estas dificultades para renovarse ideológicamente teniendo en cuenta las circunstancias actuales excepcionales y el hecho de que no dispone de una mayoría en la Asamblea», afirma el politólogo Christophe Bouillaud. El macronismo «afronta la crisis del siglo XXI con las ideas de finales del siglo XX», añade este profesor en Sciences Po Grenoble sobre un dirigente centrista quien a menudo da la sensación de querer recuperar la senda neoliberal del inicio de su presidencia, aunque la coyuntura actual ha cambiado mucho respecto a 2017.

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De hecho, el Ejecutivo macronista se opuso en los últimos meses a algunas de las políticas de moda en Europa, como un impuesto especial a los «superdividendos» o invertir 12.000 millones de euros en la renovación energética de edificios. Y eso que algunas de estas propuestas fueron formuladas por diputados centristas, lo que refleja las disensiones en el seno del macronismo.

«La guerra de sucesión ya ha empezado», recuerda Bourmaud sobre todos aquellos dirigentes macronistas y sus círculos que ya piensan en las presidenciales de 2027, en que Macron no podrá presentarse por el límite legal. El exprimer ministro Édouard Philippe, el ministro de Economía, Bruno Le Maire, el de Interior, Gérald Darmanin, el veterano François Bayrou… Las listas con los nombres de los potenciales aspirantes a sucederle resultan habituales en la prensa gala. No se puede descartar que el macronismo se divida en más de una candidatura. «Esta guerra de sucesión ha empezado mucho antes de lo previsto. El presidente confiaba en disponer de un periodo de tregua hasta las europeas de 2024, pero al final esta tregua solo duró dos meses», destaca el periodista de Le Figaro.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.elperiodico.com

Publicado el: 2022-11-06 07:20:06
En la sección: El Periódico – internacional

Publicado en Internacionales