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así avanzaron tras la extinción de los dinosaurios

así avanzaron tras la extinción de los dinosaurios

Hace aproximadamente 315 millones de años, un grupo de vertebrados llamado amniotas, cuyos embriones se desarrollaban en huevos protegidos por una cáscara y distintas membranas, dieron paso a dos linajes: uno condujo a los reptiles y, a su vez, a las serpientes, dinosaurios y aves; y el otro llevó a los mamíferos

¿De dónde venimos? El oculto origen de nuestro linaje

Estos últimos aparecieron hace 225 millones de años, aunque durante los siguientes 150 millones fueron eclipsados por los dinosaurios. Tenían el tamaño de una ardilla y muy probablemente preferían moverse en las horas de oscuridad. Los primeros de ellos se diversificaron y, en paralelo, propiciaron la aparición de diversos linajes. Los actuales ornitorrincos pertenecen al más antiguo de ellos que aún sobrevive, el de los monotremas. Estos todavía retienen características reptilianas, como la reproducción ovípara. 

La evolución de los mamíferos condujo a la aparición de las dos ramas que acabarían siendo las más exitosas de todas, hace aproximadamente 140 millones de años. Una fue la de los marsupiales, caso del canguro, la zarigüeya o el koala; la otra fue la de los placentarios, en la que se cuentan los conejos, los tigres, los caballos o nosotros mismos.

No se han encontrado muchos fósiles de mamíferos con una edad anterior a 65 millones de años, pero a partir de los que conocemos podemos deducir que hace 100 millones entraron en escena los linajes de los que descienden los actuales. El primero que hizo acto de aparición fue el de los osos hormigueros, armadillos y perezosos. Estos animales carecen de algunas características que sí comparten otros placentarios. Por ejemplo, no tienen cérvix –el cuello uterino– y su metabolismo es bastante más lento. Los demás lo hicieron hace unos 80 millones de años.

Los dinosaurios son carroña para este pequeño ‘Purgatorius’, un mamífero considerado ancestro remoto de los primates.José Antonio Peñas

Un meteorito que lo cambió todo

Lo que está claro es que el statu quo ecológico experimentó un significativo cambio hace esos 65 millones de años. Una roca de 34 000 millones de toneladas y casi 12 kilómetros de diámetro se precipitó contra la Tierra a una velocidad de más de cien mil kilómetros por hora. El impacto tuvo lugar en el océano, en las proximidades de lo que hoy es la península de Yucatán, en el golfo de México, y liberó una energía similar a la de mil millones de bombas atómicas. Las rocas vaporizadas ascendieron a la atmósfera y causaron pavorosos incendios, enormes tsunamis arrasaron las costas y una nube de polvo cubrió el cielo y sumió el planeta en la oscuridad. Las temperaturas cayeron en picado y, en ausencia de la luz solar, el fitoplancton y las plantas murieron. El golpe a los ecosistemas fue devastador. 

Unos meses después, el humo desapareció, pero la Tierra seguía siendo un lugar frío y oscuro. El choque había arrasado los depósitos de sulfatos de la zona que, al mezclarse con el oxígeno, había formado nubes de dióxido de azufre, portadoras de lluvia ácida. Al mismo tiempo, el carbono que se había levantado se combinó igualmente con el oxígeno de la atmósfera, formando dióxido de carbono, el gas invernadero por antonomasia. Este fenómeno se vio favorecido por el exacerbado vulcanismo que se propagó por el globo debido a la colisión. El desastre climático que provocó la caída de la roca espacial barrió de la superficie a las dos terceras partes de las especies.

El impacto de un meteorito en Yucatán representó el cambio de una era

Cuando todo volvió a la normalidad, el Cretácico había terminado y con él se fueron los gigantes que habían dominado las tierras emergidas en aquel periodo; los reptiles voladores y la mayoría de los marinos, así como los amonites también se esfumaron. Tuvieron que pasar unos cuantos miles de años para que el plancton de los océanos y las plantas en tierra reaparecieran. Entre las ruinas de ese mundo perdido también encontramos animales supervivientes; entre los dinosaurios, solo perduraron las aves, pero también tuvieron suerte los cocodrilos, las serpientes y los mamíferos. De estos últimos, apenas habían sobrevivido el 10 %. 

Los gases de efecto invernadero contribuyeron a calentar el planeta que, con el tiempo, alcanzó unas temperaturas casi quince grados por encima de la media actual. Un clima cálido se extendió hasta los polos, y las selvas y bosques cubrieron la mayor parte de los continentes. Como ha sucedido después de cada extinción masiva, la vida tomó aire y comenzó una nueva carrera evolutiva en la que el premio era ocupar la posición de dominio en los nuevos ecosistemas.

Los equidnas son monotremados, el primer grupo de mamíferos en diversificarseGetty

El dominio de los mamíferos

Gracias a ciertos estudios genéticos con los que es posible calcular cuándo se van separando las diferentes especies de su tronco común, sabemos que el ancestro de los mamíferos modernos que apareció en el Cretácico no empezó a evolucionar con rapidez hasta 10 millones de años después de que se extinguieran los dinosaurios. Al principio eran pequeños, pero con el paso del tiempo acabarían desarrollándose los veinte órdenes que hoy conocemos, además de otros muchos que se han extinguido, dando origen a variadas formas y tamaños. 

Los mamíferos han podido dominar el mundo desde entonces, pero también han tenido que afrontar serios problemas ambientales. El mencionado clima cálido que siguió a la desaparición de los dinosaurios empezó a cambiar hace alrededor de 50 millones de años. Las temperaturas bajaron notablemente, y lo hicieron como consecuencia de la deriva continental. Por entonces, las placas india y euroasiática colisionaron y levantaron el Himalaya, lo que conllevó una reducción de los niveles de dióxido de carbono presente en la atmósfera. El continuo proceso de enfriamiento culminó con un ciclo de edades del hielo que en los últimos dos millones de años ha mudado el aspecto del planeta.

La antes citada colisión tectónica también lanzó hacia arriba, a unos cinco kilómetros sobre el nivel del mar, la meseta tibetana, una región del tamaño de Francia situada al norte del Himalaya. Pues bien, este hecho cambió la circulación de la atmósfera e hizo que apareciera un nuevo fenómeno, el monzón. No en vano, la época en la que este se produce en el sur asiático se ve precedida, durante el verano, por una baja presión atmosférica en toda esa meseta. La Antártida también jugó un importante papel en este sentido. Durante el Cretácico, se encontraba más al norte del lugar que ocupa en la actualidad, y estaba unida a Australia. Los dinosaurios campaban a sus anchas por ambas masas de tierra, que se encontraban cubiertas por bosques. Pero, poco a poco, se fueron alejando. Cuando la Antártida alcanzó el polo, los hielos se instalaron sobre ella para nunca más marcharse. Es más, empezaron a reflejar la luz solar, lo que, a su vez, contribuyó sobremanera al enfriamiento de la atmósfera.

La elevación del Himalaya causó cambios en la dinámica atmosférica, como el monzón 

Una extinción producto del cambio climático

A medida que los inviernos se hacían más fríos, los bosques tropicales de Norteamérica empezaron a desaparecer. Los niveles de dióxido de carbono siguieron cayendo, provocando la aparición de nuevas variedades de plantas, capaces de absorber aquel escaso gas de manera más eficiente. Entre ellas se encontraba la hierba, que formó las primeras praderas hace unos 8 millones de años. 

La hierba contiene mucha celulosa, lo que hace que sea más difícil de comer que los frutos silvestres a los que estaban acostumbrados los animales. No obstante, algunos mamíferos, como los antecesores de los caballos, consiguieron alimentarse de ella gracias a que desarrollaron una modificación en su dentadura: sus molares presentan coronas elevadas –se conoce como hipsodoncia–, con lo que compensan el desgaste que sufren las piezas dentales por abrasión, al masticar esas fibras vegetales tan duras. Los ancestros de vacas y camellos, además, modificaron su sistema digestivo y acomodaron a las bacterias que les ayudaban a romper esas duras fibras.

El desplazamiento de los mamíferos entre los continentes constituye una de las características más definitorias de la vida de esta época. Ello fue propiciado tanto por la deriva continental como por la bajada de las temperaturas. El aumento de la cubierta de hielo polar hizo que el nivel de las aguas descendiera y brotaron puentes de tierra entre zonas que habían permanecido aisladas. Uno de estos cambios geográficos tuvo lugar cuando apareció el istmo de Panamá y se unieron lo que hoy son ambas Américas. Entonces, se produjo uno de los eventos más importantes de los últimos 10 millones de años, el denominado Gran Intercambio Biótico Americano, en el que los animales del norte viajaron al sur y viceversa.

‘Basilosaurus’ es un cetáceo prehistórico que aún conserva rasgos de la transición que llevó a sus antepasados de la tierra al mar.José Antonio Peñas

Este hecho nos demuestra que si hay un término que describe la historia de los mamíferos durante los últimos 65 millones de años es el de invasión. “Casi puedes visualizar a esos ejércitos marchando a través de los continentes”, señala el paleontólogo Michael Novacek, del Museo Estadounidense de Historia Natural, en Nueva York. “Algunos de aquellos animales llegaban a un continente nuevo y lo dominaban rápidamente. No sabemos cómo lo conseguían. Quizá fuera porque los que protagonizaban esas invasiones eran más itinerantes y, por tanto, más flexibles y capaces de adaptarse rápidamente a los cambios medioambientales”, sostiene este experto.

Un ascenso accidentado

Por supuesto, la cosa no fue coser y cantar; enfrente tenían una competencia bastante dura, entre la que se encontraban los fororrácidos, también conocidos como aves del terror, que podían alcanzar los tres metros de altura y se contaban entre los mayores predadores de América del Sur, o la titanoboa colombiana, serpiente que llegaba a los 14 metros de largo y pesaba más de una tonelada. 

Los mamíferos respondieron con animales sumamente llamativos, como Barylambda, un plantígrado con cinco dedos en cada pie, parecido a un rinoceronte con cabeza pequeña y de unos 650 kilos; Arctocyon, del tamaño de un perro grande y equipada con uñas en forma de garras; o las ballenas, unos mamíferos que regresaron al mar. También aparecieron otros del tamaño de un ratón con membranas entre los dedos que les permitía planear de árbol a árbol. Y allí, entre los árboles, encontramos a una pequeña criatura de algo más de 10 cm de largo, insectívora y de aspecto ratonil, Purgatorius, el antecesor de los primates.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2024-04-15 13:00:00
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

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