El amor que tiene Don Rodrigo por su perrita Lola solo lo compara con el de un padre por su hijo y aunque Lola no le ladra ni lo ve, se aferra a cada palabra y caricia de Don Rodrigo que la calma desde el puesto del conductor en un taxi que recorre las calles de Medellín.
Lola es el copiloto de Don Rodrigo, un taxista que bordea los 70 años y quien hace dos años la encontró en una vivienda en Itagüí; su dueña no le ponía mucha atención y Lolita estaba durmiendo entre sus propios orines, estaba ciega y temblando de frio y él sin mucho dinero en el bolsillo, la recogió y la llevó a una veterinaria del barrio para que la examinaran.
Lola fue su salvación, su apoyo y su ángel de la guarda
Lola, con sus menos de 3 kilos, 20 centímetros de alto y pelo gris rizado, tenía múltiples enfermedades, entre esas una intestinal que la tuvo al borde de la muerte, “la perrita fue intervenida arriesgándose a que moría, eso prácticamente nos dijeron que ya se moría”, relata.
Días más tarde, sus ovarios se llenaron de materia y les tocó volver a operarla y tras tres horas de cirugía Lola volvió a la vida, después de casi morir dos veces en una semana.
Desde ese momento, Don Rodrigo se ocupó de Lola, o Lolita como él la llama.
Lolita llegó a la vida de Don Rodrigo en medio de un difícil momento económico y familiar. Hace menos de un año había muerto una persona cercana a él que se llamaba Dolores, casualidad que le causó curiosidad a Don Rodrigo y que generó un llamado que lo motivó a cuidarla apenas la vio indefensa y temblando de frio en ese piso.
Ya traía ese nombre, la persona que la tenía a cargo no podía responder económicamente por ella y él pagó las cirugías y se volvió su compañera fiel.
Lola fue su salvación, su apoyo y su ángel de la guarda, dice.
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Esta es mejor vestirla que dale de comer, es de buen comer
Hace 13 años que Don Rodrigo maneja taxis por Medellín, antes manejó bus en el Urabá, buseta y hasta una ruta escolar, pero encontró en los amarillos una forma de vivir y de poder comprarle el alimento a su Lola, su razón de ser.
Nunca lo han atracado, ni tampoco le han hecho daño, él dice que las ánimas benditas del purgatorio y Lola son su escudo en medio de las paradas que le hacen entre las más de 13 horas que trabaja a diario por las calles de la capital antioqueña.
Comienza a trabajar a las 10 de la mañana de domingo a domingo y acaba a las 2 de la mañana o más tarde, dependiendo de cómo le haya ido en el día y si cumplió con lo que debe entregarle diario al propietario del vehículo.
Antes de salir de su casa en una humilde comuna de Medellín, alista un morral que siempre carga en el puesto de adelante.
El bolso negro, como de colegio, tiene cuatro cocas (portas) donde echa el almuerzo y la comida de él y de su querida Lolita y un infaltable: el saco de Lola por si hace frío.
“Esta es mejor vestirla que dale de comer, es de buen comer. Yo le mezclo el cuido (concentrado) que es Chunky de pollo para raza pequeña y agüita” dice entre risas.
Lola se ha convertido en su compañía, él la tiene a ella y ella lo tiene a él, son lo único que se tienen en la vida.
“Trabaja conmigo, duerme conmigo, tiene que estarme sintiendo para estar tranquila, en el momento menos pensado yo estoy durmiendo en la orilla y ella está en toda la mitad de la cama”, dice riéndose.
Don Rodrigo no se ve ejerciendo otro oficio, pero le pide a Dios que le de vida para poder estar al lado de su Lola y trabajando.
“Después de las operaciones se me asfixió dos veces porque como come tan rápido se me estaba engordando mucho y me tocó controlarle la comida y desde ahí está bien”.
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Montarse al taxi que conduce Don Rodrigo es toda una experiencia. Ese Huyndai Atos que atraviesa Medellín, tiene una pasajera fija: Lola.
El que se monte sabe que adelante no se puede sentar, ahí va su Lolita quien apenas nota que alguien está comiendo en la parte trasera asoma su mojada y fría nariz para pedirle.
Los pasajeros se enternecen al verla que hasta fotos se toman con la compañera de Don Rodrigo.
Y ahora más, después de que uno de sus pasajeros subiera una foto de Lola a la red social Twitter que se volvió viral. Lola ahora es famosa.
“Hace poco recogí una pareja que iba para El Poblado, la muchacha vio a Lola en la parte de adelante y de una vez se emocionó, no podía creer que estaba en persona con Lola, la famosa que anda en un taxi le dijo, cogió el celular y comenzó a mandarle una nota de voz a su familia diciendo que estaba con Lola y eso se tomó hasta fotos”, dice el taxista.
De hecho, esta pasajera hasta documentó este inesperado viaje en sus redes sociales.
Pero no todos, hay personas que prefieren no subirse al taxi porque lleva un perro.
“Una señora me dijo que cómo se me ocurría llevar un perro que ella ahí no se montaba y no se montó”, agrega.
Lola requiere de varios cuidados es como una porcelana de peluche. Ponerle el saco cuando hace frio es una obligación, pero Don Rodrigo ya le conoce todas las ‘mañas’.
Ella tose y el compañero fiel de una le pone el saco, cuando comienza a pararse en el asiento y a toser, él sabe que ella tiene ganas de ir al baño, se orilla y la baja con todo el cuidado, pues Lola debe apoyarse bien en sus cuatro paticas antes de comenzar a caminar.
Lola cumplió 10 años, pero sin duda, los últimos dos años le cambió la vida y ella se la cambió a don Rodrigo, el taxista que transporta pasajeros con una perrita como copiloto.
Don Rodrigo solo vive de manejar taxi, no tiene una pensión, tampoco familia que lo pueda ayudar y su esperanza es poder acceder a algún subsidio del Gobierno para poder tener una ayuda en caso de que no pueda seguir trabajando para cuidar de Lolita y de él.
MARÍA ALEJANDRA RODRÍGUEZ
SUBEDITORA EL TIEMPO
MEDELLÍN
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Publicado el: 2023-01-14 01:40:20
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