Por razones más que obvias no voy a adentrarme hasta la hondonada sobre lo ocurrido y menos en cómo ocurrió la extracción, la fuga o la evasión, con todos estos adjetivos dubitativos, para resguardarme de la posibilidad de ir a dar con mi humanidad al averno. Ciertamente, todo esto es un grave problema y peligrosa sinonimia, pues, no tengo conciencia cuál de estos términos es el que mejor se ajusta a la realidad nuclear que un día impreciso estalló en lo que fue la Embajada de Argentina en la ciudad de Caracas.
Como ahora es costumbre, curucuteando entre libros me tropecé que a lo largo de la historia, pensadores como Maquiavelo han analizado el papel de la astucia y la picardía en los terrenos fangosos de los asuntos políticos. En su obra El Príncipe, el florentino argumenta que un gobernante debe ser hábil y, en ocasiones, recurrir a tácticas estratégicas para consolidar su dominio, el control, sin detenerse en cuáles son los métodos para lograrlos, inmaculados o no. Sin embargo, el engaño también ha sido objeto de críticas ya que puede socavar la confianza y la estabilidad en el liderazgo.
El caballo de Troya es uno de los engaños más famosos de la mitología griega. Según la leyenda, los griegos, tras años de guerra sin poder conquistar la ciudad de Troya, idearon un plan astuto: construyeron un enorme caballo de madera y fingieron retirarse dejando el caballo como un supuesto regalo de rendición. Por lo general, el caballo de Troya es considerado una creación mítica, pero también se ha debatido si realmente pudiera haber existido y fuera una máquina de guerra transfigurada por la fantasía de los cronistas. Los troyanos, creyendo que era un símbolo de victoria, lo llevaron al interior de sus murallas. No obstante, dentro del caballo se escondían soldados griegos quienes en la noche salieron y dieron muerte a los centinelas y abrieron las puertas de la ciudad para permitir la entrada del ejército. Esto llevó a la caída definitiva de Troya. Es de enfatizar que el término «caballo de Troya» se ha convertido en una metáfora para describir engaños estratégicos en distintos ámbitos donde hayan ocurrido hechos épicos o una historia de la vida real
Podemos agregar que el engaño es una condición humana, pero muy negativa, por cierto. Cuando la vida en la acción política no resulta suficientemente sólida, cuando al gobernante de turno no le sirve decir la verdad porque no está acostumbrado a reconocer sus errores; entonces frecuentemente acude a la mentira como un escudo que debiera protegerlo. Es la farsa más usual de los recursos del político de estos tiempos; que por, cierto, no es exclusividad del político venezolano. Lo central era y es que el político consiga sus objetivos al precio que sea. La astucia recomendada por Maquiavelo no siempre es sinónimo del engaño, pero la mentira siempre ha sido y lo sigue siendo. Parte de la ideología dominante de las clases y élites preponderantes es la mentira, útil para dominar y a la vez sojuzgar a masas poco educadas y necesitadas de favores para salir adelante, el clientelismo político. Mientras más bajo se esté en la escala social se es más propenso a depender de los favores del gobernante por aquello de que cualquier migaja es mejor que nada.
Como punto final, los gobiernos venezolanos han sido objeto de amplios debates respecto a sus compromisos con los principios morales en áreas como la gobernanza, los derechos humanos y la justicia social. En diferentes periodos, se ha señalado problemáticas como las restricciones a las libertades individuales y las desigualdades económicas…
Fuente de TenemosNoticias.com: www.el-carabobeno.com
Publicado el: 2025-05-15 00:06:00
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