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Valencia, en la tarde de ayer estuve por allí

Lucio Herrera

En la tarde de ayer estuve por allí, por aquellas cuadras que parecen eternas donde disfruté tanto en mi juventud. Llegué caminando por la calle Colombia buscando inspiración para estas palabras y me detuve frente a la antigua casona que fue mi antigua facultad, donde estudié derecho y conocí amores en tiempos despreocupados.

Y volví la mirada al hermoso teatro, ese recinto centenario que enorgullece a la ciudad, para luego recrearme en el entorno que lo rodea, la Plaza Sucre, el antiguo convento convertido en Capitolio Regional y la iglesia de San Francisco donde está la reliquia del beato José Gregorio, medico de cuerpos y almas, que pronto será canonizado para llenar de júbilo a la grey venezolana.

Y escapé hacia la Casa de la Estrella, donde nació la Venezuela independiente y en la que todavía se escuchan los acalorados debates de fulgurantes tribunos en el congreso constituyente de 1830. Luego fui más allá, a la casa donde tuvo el calor de su primera cuna, entre Flor de Mayo y La Pastora, José Rafael Pocaterra, el hombre que marcó la efeméride cuatricentenaria de la ciudad con su discurso inmortal.

De pronto se siente la serenidad que dan las huellas de los que ya partieron. Llegan en auxilio de esa necesidad de aliento, como voces y susurros de más de cuatro siglos y medio, invitándome a iniciar un recorrido mágico por esa Valencia de ayer, de hoy y de siempre. La que vive en la añoranza de su centro glorioso, en las viejas parroquias Catedral, El Socorro y Candelaria, con sus calles que bajan y suben, germen mismo de la historia republicana y sus instituciones.

Y me acerco a San Blas, entrada obligada de la Valencia de antaño, bañado por las aguas cantarinas del Cabriales, entre sus vegas y cañaverales. Allí junto a la algarabía de los loros, guacharacas, conotos y grillos se escucha el paso de los siglos bajo el histórico puente Morillo.

Luego me voy de El Calvario a La Guacamaya, al pie de esa serranía arrogante, con su vieja cueva llena de historias y mitos, fiel testigo del crecimiento de la ciudad hacia el Sur. Ese Sur que busca su propia vida, inspirado en los nombres de Miguel Peña y Rafael Urdaneta, que hoy con la intersección de Santa Rosa, marca su huella en la nueva historia valenciana, forjando identidad, valores y tradición propia.

Y allí está la Monumental, sola y abandonada, pero orgullosa y erguida frente al olvido de unos y la incomprensión de otros que nunca quisieron su arena ni entendieron su historia junto a su hermoso parque de ferias, cerca del cual reposan al final de la tarde los vagones del Metro de Valencia, que transporta las voluntades y sueños de gente buena y trabajadora.

Y me fui caminando por la Avenida Bolívar, despejada y amplia como la queremos ver desde La Cedeño hasta Guaparo. San José, con su pujanza y vida de metrópoli, de rebelde y aguerrida ciudadanía, llena de motivaciones de superación, lucha y libertad, donde la esperanza está presente como llama que inspira voluntades y realizaciones.

Y más allá, hacia el inmenso lago, nuestra Zona Industrial, hoy dormida pero con ganas de despertar, nacida después del Cuatricentenario, producto del esfuerzo conjunto del municipio valenciano y de visionarios empresarios que llegaron a generar trabajo y progreso.

De pronto me llega el escrutinio de las reflexiones. Hemos cambiado mucho desde 1955, ya han pasado 70 años desde aquella majestuosa celebración. Por eso hoy quiero escuchar a la gente de Valencia, que como aquellos hombres y mujeres de los cuatrocientos años entienden su compromiso con el tiempo que vivimos y el que está por venir. Y es que hoy estamos aquí para encontrarnos en lo que nos une y fortalece: El amor por nuestra ciudad y su futuro.

Valencia serás hoy y siempre Valencia, vieja por tu historia y recuerdos, madura por tu desarrollo a veces apresurado e irreflexivo. Hoy desde mi cerro, el mismo que subí cuando niño, veo todavía muchos techos rojos entre tantas torres de cemento y hierro que se levantan como lanzas desafiando al cielo. Y quiero beber de ti nuevamente, de tus ubres fecundas la leche maternal de la ilusión y la inspiración.

Valencia, la de Venezuela, en tus cuatrocientos setenta años transitas el camino hacia tu Quinto Centenario y estás llamada como siempre en el pasado a ser cuna de trascendentales sucesos y transformaciones, para así volver a ser madre, pariendo hechos y alumbrando genios que te dignificarán y harán nuevamente grande y próspera.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.el-carabobeno.com

Publicado el: 2025-03-25 09:12:00
En la sección: Destacados articulistas sobre temas de política, Educación, salud, cultura de Valencia, Carabobo y Venezuela

Publicado en Opinión

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