Tenemos Noticias de Latinoamérica y el Mundo

Ocarina Castillo: Es necesario que seamos exigentes como ciudadanos y que tratemos de entendernos  

Es antropóloga, dedicada a investigar la relación entre  alimentación y cultura (adentrarse en lo que se come, cómo se come, por qué se come y por qué no se come). Desde esa perspectiva ofrece un diagnóstico de la situación alimentaria en Venezuela, afectada no solo por la precariedad económica, sino porque, a su juicio, falta mucha información para que la gente aprenda a comer bien. 

En entrevista con Efecto Cocuyo, la fundadora de la Cátedra de Antropología de los Sabores en la Escuela de Sociología y exsecretaria de la Universidad Central de Venezuela (UCV) nos explica qué es la resiliencia alimentaria en tiempos de crisis. 

También, como ciudadana, nos brinda su visión sobre la situación del país a 10 meses de las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024. Está preocupada por el fortalecimiento de las tendencias autoritarias no solo en la política, sino en otros espacios; advierte que no se imagina la vida sin poder votar y llama al entendimiento. 

«Resiliencia alimentaria»

.-Sobre la situación alimentaria en Venezuela, ¿cuál es su diagnóstico? 

-Tenemos situaciones muy polarizadas en relación con la alimentación; es decir, tenemos sectores de la población que tienen no solamente acceso, sino posibilidades y facilidades para acceder no solo a ingredientes, bodegones, comercializadoras, supermercados, sino que incluso tienen recursos como para poder costear una cesta alimentaria rica, diversa, con muchas cosas. 

-Pero así como tenemos esos sectores que, según todas las estadísticas, son un porcentaje muy bajo de la población, tenemos otro extremo donde el panorama es otro. Sectores donde el derecho a la alimentación no se cumple plenamente, ya sea porque no hay la accesibilidad o porque no hay el dinero necesario. Nos han dicho las diferencias tan grandes que hay entre lo que es el costo de una canasta alimentaria y lo que es el promedio de los salarios en los sectores populares. No hay dinero para comprar los alimentos. 

-Pero también cuando profundizamos más, hay una cantidad de situaciones que tienen que ver con nuestros hábitos, con nuestros valores. Por ejemplo, el desconocimiento que tenemos de muchos elementos de nuestra despensa alimentaria que podrían ser perfectamente proteínas interesantes, en un momento en el cual una de las características fundamentales de la alimentación es el déficit de proteínas, de buenas grasas y el abuso de las harinas, de los carbohidratos. 

.-¿Es decir, se come mal y no solo por las condiciones económicas? 

-Cuando vamos a ver en chiquitico cómo se come, hay mucho de prejuicio y de mala información y entonces se prefiere, porque llenan más, abusar de los carbohidratos y de las combinaciones, por ejemplo, entre harinas y algunos granos, en lugar de combinarlos con los vegetales y la ignorancia respecto a algunas frutas. 

-Es decir, hay algunas frutas que son muy caras, pero son las importadas. Hay muchas frutas que son propias de nuestras condiciones y que se consiguen con más facilidad y, sin embargo, hay hogares donde no existe ni los hábitos ni el gusto por la utilización de esas frutas; y así, por el estilo, con muchas cosas. 

-Entonces, entre esos dos elementos tan polares (económicamente) hay una gama de sectores intermedios que antes era más homogénea -digo hace 30 años -, pero que en general se ha ido precarizando en los últimos años. Lógicamente con la hiperinflación y con el aumento de los alimentos, termina siendo una constante también las reducciones en torno a la alimentación y la búsqueda, las decisiones que no siempre coinciden con una alimentación completa.

-Usted ha utilizado el término resiliencia alimentaria, ¿que significa en un contexto como el venezolano? 

-Sabemos que la situación es difícil y que tenemos muchos elementos críticos en torno al derecho a la alimentación; pero el país ha demostrado, sobre todo en los últimos 10 años, que así como hemos vivido la crisis, desasosiego y las consecuencias nefastas, también hemos desarrollado formas de resiliencia.

-¿Qué quiere decir? Bueno, si no consigo la harina de maíz que quiero y que me gusta para hacer la arepa, voy a inventar y voy a intentar hacerlo con harina de yuca o de plátano, ligando distintas harinas. O si sé que tengo problemas porque no estoy consumiendo suficientes vegetales frescos, entonces voy a incorporar – ya que la arepa sigue siendo un elemento demasiado importante en la alimentación -zanahoria rallada o remolacha que suele ser un alimento que no en todos los hogares tiene muchos simpatizantes. 

-Hemos demostrado una cierta búsqueda para poder sustituir con nuestra memoria, tradiciones y también con nuestra comida tradicional. Esto es resiliencia, es no quedarse con los brazos cruzados, no quedarse solamente en la crítica o en el dolor, sino intentar transformarlo a favor. La mesa tiene que ser más resiliente aún ¿Por qué? La resiliencia nos lleva a innovar, a buscar, a que si estamos acostumbrados a probar un solo tipo de grano y en el mercado nuestro, y dadas nuestras condiciones de temperatura, podemos disfrutar de muchos más granos y probar los otros y mezclar. Probar con el uso de las frutas, en nuestro caso las tropicales que nos resultan más económicas.

-También la resiliencia nos lleva a lo que hemos llamado las tres R: una de ellas es reciclar porque son recursos que las comunidades ponen en práctica, cuando hay mucha necesidad de reutilizar los alimentos. Esa conducta de que si tiene varios días en la nevera se bota, o no importa si se cocina más, es de ayer. Es tener en cuenta qué es lo que se compra, cómo se conserva, cómo se cuida, cómo se reutiliza y cómo se recicla. Tener en cuenta las recetas de nuestros abuelos; antes en los hogares había una actitud mucho más disciplinada en el sentido de reutilizar las cosas, de hacer nuevas comidas que son muy sabrosas.

-Pero para tener esa resiliencia hay que tener información y tener también conciencia de con qué contamos y cuáles son verdaderamente alimentos que nos pueden ayudar a manejarnos en esa amplitud, a pesar de las dificultades que buena parte de la población atraviesa.

«Cuando vamos a ver cómo se come, hay mucho de prejuicio y de mala información», sostiene

Falta información y trabajo

-También ha dicho que comer es un acto de libertad,  ¿cómo se compagina con esa resiliencia? 

-Va un poquito más allá, es un acto de libertad más filosófico.  Durante mucho tiempo se pensó que eran esas condiciones básicamente fisiológicas las que orientaban nuestras preferencias alimentarias y nuestros rechazos alimentarios, como, por ejemplo, condiciones de salud, el caso de las alergias. Pero en las últimas décadas, y sobre todo en la segunda mitad del siglo XX, se puso de manifiesto una cosa que era evidente, pero que nunca se había trabajado teóricamente, y son los elementos culturales de la alimentación.

-Nosotros no comemos con el estómago. Nosotros comemos con la cabeza, con el cerebro. Primero procesamos lo que vamos a comer y esa relación, entre el cerebro y el sistema nervioso central con el resto de nuestro organismo, hace que podamos sentirnos dispuestos o no a probar algo. ¿Qué quiere decir eso? Que si te preguntan que si quieres comer gusanos de maguey, tú automáticamente digas no, y ahí está mandando tu cerebro, no tu fisiología ni tus elementos culturales, no te puedes imaginar probando unos gusanos. 

-Comer es un acto de libertad porque cada individuo puede escoger y eso tiene que ver con nuestros alimentos preferidos y nuestros alimentos desechados. Y puedes escoger y en situaciones incluso de necesidad, puedes preferir unos sabores a otros. Puede que se vea obligado por las circunstancias a comer esa única posibilidad que se le está ofreciendo, pero en su decisión hay elementos de libertad que lo llevan a querer o no. 

-Tiene que ver con nuestra memoria, identidad, experiencias familiares, personales, porque hay comidas que por algunas razones de nuestra vida están asociadas a experiencias negativas, dolorosas y todo eso tiene que ver con la decisión de comer.

.-¿Cree entonces que el venezolano ha sabido enfrentar las carencias alimentarias en una crisis tan prolongada en el tiempo? 

-Lo deseable sería que pudiéramos contar con una reorientación de todo, en términos políticos, económicos y macro y micro, que nos permitieran recuperar sobre todo, lo que es absolutamente fundamental para tener una buena alimentación, que es lo salarial, estos salarios de vergüenza que tiene casi todo el sector público en Venezuela, sumado al rescate del aparato productivo.

-Lo fundamental sería que hubiesen allí cambios importantes, medidas económicas que permitieran no solamente controlar la hiperinflación, sino el tema de los precios y la especulación, porque hay una cantidad de encadenamientos nefastos entre el productor y el comercializador, el productor y el transportista, alcabalas y abusos que encarecen el producto, sin meternos en la discusión de la calidad de los productos que pierden frescura, las cadenas de frío que en muchos casos son necesarias, pero se incrementan los precios.

-Pero hasta tanto eso pase, tiene que haber una información y un trabajo que permita que las comunidades puedan apoyarse en ciertos elementos, sin llegar al extremo de la ayuda humanitaria propiamente dicha que tiene su espacio y circuitos especiales, pero sí que les permitan comer un poco más sano, sabemos que estamos abusando de los carbohidratos y de mala calidad. Tenemos una variedad importante de tubérculos que son criollos, en gran medida productos conuqueros, que no dependen de la agroindustria, de la agricultura intensiva y son carbohidratos de mejor calidad, en vez de utilizar unos arroces que no siempre son de los mejores o todo tipo de harinas.

-Igual ocurre con las legumbres, con las hojas verdes en general. Hay una cantidad de alimentos que nosotros podemos perfectamente comer, los tallos, como el caso del brócoli. y nosotros no las utilizamos porque venimos de una tradición en la que la hoja y el tallo se bota porque eso es solo para los conejos y los caballos. Deberíamos tener formación nutricional para los niños para que aprendan a merendar de manera sabrosa, pero saludable; entre los jóvenes y medios de comunicación donde el enfoque es más hacia la alta cocina.

.-¿Cómo ha visto ese paseo de la gastronomía venezolana por el mundo con la migración? 

-Creo que estamos en plena experimentación y me asaltan distintas ideas. Por una parte, me encanta la internacionalización, que se conozcan las arepas, las cachapas, nuestros platos emblemáticos. 

-Me parece que es una internacionalización que nos ayuda, porque también como comida es cultura. Al internacionalizarse todo esto empieza a cambiar, porque todo migrante que se lleva en la maleta sus tradiciones, sus sabores, sus platos, sus memorias, empieza a sufrir adaptaciones, cambios y empezamos a ver arepas con los rellenos más inimaginables. Ese es el precio y al cabo de un tiempo vamos a tener una variedad y nos vamos a sentir como los italianos con la forma de hacer pizza aquí. La migración es interrelación, interculturalidad. 

-Ahora bien, si bien todo eso ocurre por la migración, yo creo que hay una tarea que es absolutamente pertinente e impostergable: Que nosotros conozcamos mucho mejor nuestras despensas, platos, comunidades, nuestras cocinas regionales, que no nos acostumbremos solamente a comer lo que siempre hemos comido, porque hasta en términos de salud, para tener una microbiota saludable hay que consumir variedad, que no son cosas raras, ni carísimas, ni sofisticadas. Solo distintas, que un día comas cebolla morada y otro día comas blanca.

-En el fondo no son cambios que se van a expresar en el costo porque simplemente se trata de tener un ojo distinto cuando compras las cosas. Hay que revisar viejas recetas que son recetas de resiliencia de otros tiempos, pero que pueden ser útiles ahora.

Ocarina Castillo: Creo en la necesidad de que seamos exigentes como ciudadanos y que tratemos de entendernos  
Esta preocupada por el fortalecimiento de la tendencia autoritaria no solo desde el poder sino en lo cotidiano

Se fortalecen tendencias autoritarias

-¿Cómo ve la situación del país a diez meses de esas elecciones presidenciales del año pasado?

-Es difícil porque creo que estamos en presencia de un proceso muy complicado de fortalecimiento de unas tendencias autoritarias, que tienen múltiples caras y que se expresan desde distintas perspectivas. 

-A veces me preocupa que cuando pensamos en el autoritarismo, muchas veces pensamos, como es correcto afirmar, en el autoritarismo como un sistema político, que tiene que ver con el ejercicio del poder, de los poderes, pero resulta que se ha adentrado un autoritarismo en la cotidianidad y en la cultura política y con distintas facetas. 

-Una es: hago lo que me da la gana. Un desapego a la institucionalidad, una dificultad para establecer visiones compartidas, para hacer equipo, a veces una insoportable necesidad de protagonismo. Y creo que todo eso es parte de una personalidad y de una cultura autoritaria que también tiene sus espacios aquí en la universidad, en las escuelas, en los trabajos, en las comunidades, en las asociaciones de vecinos y eso me preocupa y pienso que no hay manera de enfrentar esta situación sino es conversando, empujando, entendiendo.

-Me preocupan las soluciones mágicas. La magia me gusta para los mitos, para Hollywood. Yo creo en la ciudadanía y creo en la necesidad de que seamos exigentes como ciudadanos y que hagamos lo que podemos hacer y que tratemos de entendernos. 

.-¿Qué mensaje cree que envió la gente al no salir a votar el 25 de mayo? 

-Yo creo que se enviaron varios mensajes y lo peor es que esos mensajes pueden ser, cuando los analizamos, en alguna medida contradictorios. Por ejemplo, yo decidí votar.

– Yo decidí votar porque me parece que es el último resquicio de mi libertad y que mientras yo tenga la posibilidad de hacerlo, a mi edad, lo voy a hacer. No quiero imaginar mi vida sin poder votar; entonces, mientras yo lo pueda hacer, lo voy a hacer, con libertad. Era mi responsabilidad personal, mi decisión. 

-Hay quienes piensan que no se debía porque era una convalidación. Yo creo que no estamos convalidando nada que no lo esté ya por la práctica. Por otra parte, no sé hasta qué punto hemos contribuido a cerrar un capítulo interesante, de unas formas del ejercicio autoritario que incluyen los regímenes electorales. 

-Es decir, una de las características de muchos de los regímenes autoritarios del mundo en este momento es que utilizan salidas que tienen que ver con las prácticas democráticas (elecciones), manipuladamente, pero las utilizan.  No sé, me pregunto si el abandono de ese ejercicio (votar) pueda significar clausura o cierre temporal de una de esas prácticas de consultas y que ahora se inauguren otras cosas. Es preocupante, hay mucho que analizar, conversar y debatir.

Fuente de TenemosNoticias.com: efectococuyo.com

Publicado el: 2025-05-31 17:30:00
En la sección: Política – Efecto Cocuyo

Salir de la versión móvil