Juliana, una no televidente, escribió:
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Confieso que mi estreno con Betty la fea fue muchos años después de su lanzamiento, gracias al hábito que la pandemia nos dejó. Recordar cómo todos nos reuníamos a ver una novela y esperar el nuevo capítulo cada día, entre comerciales de televisión, fue una sensación nostálgica. Lo más emocionante era esperar a que llegara el lunes para tirarnos todos en la misma cama y disfrutar de “la hora de la novela”.
Esa sensación conocida y quizás añorada por mi generación la retomé durante las largas horas de encierro de la pandemia. Gracias a eso, tenía frescos los capítulos del genial libretista Fernando Gaitán, quien logró llevarnos entre el drama, la ridiculez y la perfecta dosis de humor. En 1999 no había visto Yo soy Betty la fea. Algunos preferíamos la rebeldía y queríamos sentirnos más interesantes leyendo El lobo estepario, de Hermann Hesse, alejados de las banalidades de la televisión. En esos días, hablar de telenovelas no era parte de nuestra historia generacional.
Betty nos abrió puertas en el exterior y rompió con el modelo de amores maniqueos, revelando verdades cotidianas y difíciles en una sociedad llena de estereotipos, machismos y silencios profundos, expuso discriminaciones y fachadas que solo llevan a vidas desdichadas y fracasos en una sociedad repleta de farsas. Eso lo entendí cuando la vi en la pandemia.
Fredy el mensajero y cada una de las integrantes del cuartel de las feas armaron el cuadro perfecto para hacernos reír y entendernos como colombianos, reconociendo esa capacidad tan fantástica que tenemos de reírnos de nuestras propias desgracias y seguir adelante con una sonrisa.
Y llegó Betty la fea 2024, y me encontré con personajes con una que otra cirugía y unas cuantas canas, pero con sus personalidades intactas. Esto me hace pensar si nosotros, los seres humanos, nos vemos tan iguales después de varias décadas.
En dos capítulos, nos muestra la evolución de una sociedad y ese viejo dicho: padre rico, hijo acomodado, nieto pobre. En esta nueva época, la difícil realidad de criar cuervos que te sacarán los ojos se hace presente con Mila, una muchachita que rechaza a su mamá y muestra la frialdad de una nueva generación que consume, habla, entiende y ama de manera diferente.
Ana María Orozco, quien interpreta a Betty, y Jorge Enrique Abello, quien interpreta a Armando Mendoza.
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Este reencauche, más allá de traernos la melancolía del ayer, nos deja esa sensación que tarareo al ritmo de Presuntos Implicados: “Cómo hemos cambiado”.
Compartir estos recuerdos de Betty con nuevas generaciones y oír los comentarios de jóvenes quinceañeros se vuelve una real experiencia, por ejemplo, cuando se ofuscan de por qué Betty tiene que volver a ser fea y sus observaciones sobre la decoración nada que ver de las oficinas.
Me despido con la expectativa de ver los próximos capítulos, para descubrir qué más nos trae en el desarrollo de los personajes. Espero que logren equilibrar ese gran maridaje entre el drama y el humor, que hasta el momento no está muy claro, pero que confío en que podrán conseguir.
Ómar Rincón
Crítico de televisión
orincon61@hotmail.com
Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com
Publicado el: 2024-08-04 17:25:23
En la sección: EL TIEMPO.COM -Cultura