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‘La vida es un laberinto de cosas inesperadas’

‘La vida es un laberinto de cosas inesperadas’

A finales de 1970, Pink Floyd lanzó al mercado su quinto álbum de estudio, titulado Atom Heart Mother. El escritor español Agustín Fernández Mallo recuerda que debía tener siete u ocho años cuando una hermana suya llevó el disco a la casa. No fue la música lo que le llamó la atención en ese momento —todavía era muy pequeño para eso—, sino la fotografía de la vaca que aparecía en la portada y que Agustín se quedaba mirando durante horas.

“En una ocasión se la enseñé a mi padre, y él se rio. Me hizo una descripción analógica, fisiológica, histriónica y genética de la vaca —técnicamente, frisona— de la portada del disco”, escribe en Madre de corazón atómico, publicado por el sello Seix Barral de la editorial Planeta. El libro es una aproximación a la vida de su padre, veterinario de profesión, quien fue perdiendo progresivamente la memoria antes de morir sin lograr reconocer a los suyos.

“Lo que a mí me asombró de esa anécdota es que mi padre se estaba fijando en algo que nadie más estaba viendo”, cuenta Fernández Mallo. “Mientras la gente centraba su atención en la música, a él le daba igual. Él vio un aspecto técnico de la portada y me lo estaba contando como un cuento. Con los años me di cuenta de que esa era una forma distinta de narrar las cosas. Una especie de Lado B”.

Madre de corazón atómico Foto:Fernando Gómez

Es quizás ese “Lado B” el que Fernández Mallo escogió para desarrollar su trabajo. La prueba es la multiplicidad de técnicas narrativas en las que se mueve su producción artística: poesía, ensayo, novela, música y fotografía, entre otras, se mezclan en obras que han sido destacados por la crítica, como su poesía postpoética (una conexión entre el arte y la ciencia), su trilogía de novelas Nocilla y proyectos como el grupo musical Frida Laponia, o el dúo Sopken Word Afterpop, junto al también escritor Eloy Fernández Porta. Agustín Fernández Mallo no es un escritor tradicional y de eso da fe este libro, una memoria sobre el padre alejada de los lugares comunes, la falsa emotividad o el recuerdo lacrimógeno.

Madre de corazón atómico está narrado en tres tiempos: “Antes”, en el que cuenta el descubrimiento y la evolución de la enfermedad del padre, evoca momentos de su infancia atravesados por la Guerra Civil española, y habla sobre su profesión de veterinario; “Después”, cuando llega la muerte y el narrador entiende, como una epifanía, que “la muerte de un ser querido es un proceso muy misterioso, muere para renacer en ti de otra manera, resucita para ser otro en ti”; y “Absolutamente después”, cuando el tiempo le permite a Fernández Mallo mirar el dolor con cierta distancia.

Curioso, sin embargo, que una novela que hable sobre el padre, lleve desde el título la figura de la madre. “Yo no le di importancia a que el título mencionara a mi madre”, confiesa Agustín. “Fue solo cuando estaba escribiéndolo que intenté hablar de ella y me di cuenta de que no podía. Y no lo lograba por la sencilla razón de que, si introducía a mi madre como una variable real, también tendría que empezar a hablar de la relación entre mi padre y ella. Pero eso es algo que yo en verdad desconozco, como todos los hijos la desconocen”. El libro divaga sobre el padre a pesar de que, en un momento dado, Fernández Mallo entiende que la madre no es una figura fortuita, y que si está desde el título es porque al final se le revela una verdad muy obvia que solo descubre cuando está terminando la escritura. “Me di cuenta: era mi madre la verdadera carnalidad de mi padre, así como mi padre la verdadera carnalidad de mi padre. Desde siempre había tenido esa obviedad a la vista, evidencia que, probablemente ciego de palabras, no había detectado. Dos humanos que se amaron durante sesenta años. Por eso sé que el amor existe, y ese hecho cierto es la genuina herencia que me han dejado”.

La gran enseñanza que me dejó el libro es que el amor existe. El amor en los términos de dos personas que vivieron juntos y se amaron, con todas sus desavenencias, como cualquier pareja, durante 60 años”, afirma.

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Cuando murió su padre, en 2012, Fernández Mallo empezó a escribir unas páginas desordenadas, caóticas, que poco a poco fueron tomando la forma de Madre de corazón atómico. Al recuerdo de su figura lo ayudó el hecho de volver sobre un libro que su propio padre escribió en 2008, una especie de memorias y diario de campo sobre su trabajo como veterinario en las que “compendiaba y hacía un repaso de su vida”, según escribe su hijo, “sin otro propósito que ser leído por la familia”. “Por exceso de trabajo y por temor a no tener la cabeza donde hay que tenerla para abordar un libro de esas características, decidí dejarlo aparte durante algún tiempo, posponer su lectura, que solo ocurrió después de su muerte. Esa demora impidió que pudiera comentarle pasajes, generar la complicidad que todo aquel que escribe un texto biográfico necesita; es algo de lo que me arrepiento”, escribe Fernández Mallo en Madre de corazón atómico.

Fernández Mallo también es autor de un libro de cuentos genial: El hacedor (de Borges) Remake. Foto:Seix Barral

Casi en cada página del libro hay un hilo para una historia nueva”, explica. “Sin embargo, cuando empecé a escribir, me di cuenta de que eso ya lo hacía en otros de mis libros. Lo que yo quería era contar la historia tal como la había vivido, y lo que no había vivido, tal como me lo habían contado, de la forma más directa y aséptica posible. Me di cuenta de que esa es la manera de impactar de una forma más profunda en el lector. Tampoco quería usar la vida de mi padre para hacerme el inteligente, haciendo una metaficción o una autoficción muy posmodernista”.

El resultado es un libro de prosa sobria, que, sin embargo, logra un retrato emotivo del padre. Una prosa “relativamente seca, que no es afectada”, como dice Fernández Mallo, cuidándose de no hacer “un texto de duelo lacrimógeno”. Muchos años después recuerda, con gracia, que si su padre hubiera leído un libro así sobre él mismo, seguramente “me lo habría tirado a la cabeza”.

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Recordar el pasado es engañoso. “La memoria es un relato que se hace desde el presente y que, por lo tanto, habla del presente. Las personas tenemos una confusión cuando pensamos que la memoria es un archivo al que tú acudes y ves lo que ocurrió en tal día, o tal hora. Eso no es así. La memoria es otra cosa; es, más bien, una construcción personal que se hace desde el presente, y por eso habla de los miedos, aspiraciones, alegrías de quién lo escribe”, dice Agustín.

Es claro que la historia de su padre y su familia está atravesada por su filtro, por su mirada. Y es interesante ver que esa idea de la memoria toma relevancia cuando Fernández Mallo mira el presente de su padre enfermo y se da cuenta de que la enfermedad empieza a borrar su pasado y su presente. “Cuando pierde la memoria y ya no sabe ni quién soy yo, se abre un abismo ante mis pies. Es como si me hubieran dicho: ‘Agustín, todo lo que has visto y vivido, todo lo que ves, era un decorado’. Que tu padre no te reconozca es una situación monstruosa. Y aparece la pregunta, que es la gran pregunta que yo creo que intenta responder el libro, sobre quién hay ahí. Cuando tu padre no te reconoce, tú te preguntas: ¿Quién demonios hay ahí? Y, claro, eso es vertiginoso”, dice Fernández Mallo.

“[…] Un día me preguntó si yo tenía quince años de edad, e inmediatamente no me llamó por mi nombre sino por otro cualquiera. El telón que ante tus propias narices se desploma en ese momento no es otro que la mismísima realidad. La identidad de tu padre se hace trizas y con ello se descompone una parte de la tuya. Es cuando te das cuenta de que la una no puede entenderse sin la otra”, escribe.

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Una imagen, para cerrar: al principio del libro, Fernández Mallo menciona un papel en blanco que se encontró en el escritorio de su padre, con una dirección de internet escrita en la parte posterior, muy pequeña. Pasan muchas hojas, historias y fotografías, y casi sobre el final cuenta que un día decidió al fin teclear en el computador la dirección. Se encontró, entonces, una vieja entrevista que alguna vez le hizo un diario uruguayo. Y en ese momento se dio cuenta de que su padre había seguido su trayectoria en silencio, orgulloso de él, seguramente, aunque en vida nunca se lo dijo mucho.

Fernández Mallo ganó el premio Biblioteca Breve con Trilogía de la guerra. Foto:Iván Giménez-SeixBarral

“Es curioso porque, como cuento en el libro, mi padre no le daba ningún crédito, o poco crédito, al género de la novela. No le interesaba, le parecía una ocupación para personas burguesas, desocupadas. Sí le daba mucha importancia al ensayo y la poesía, que le parecían géneros mayores y serios. Cuando mi literatura hizo un boom con el Proyecto Nocilla, en España y en Latinoamérica, él tampoco le daba mucho crédito a eso. Por eso encontrarme esa hoja fue una sorpresa. Y por eso creo que la vida es como un laberinto, una red de cosas inesperadas”, concluye.

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La entrevista con Andrea Montañez es la portada de la nueva edición de Revista BOCAS. Foto:Jet Belleza (Postproducción digital Miguel Cuervo)

Fuente de TenemosNoticias.com: www.eltiempo.com

Publicado el: 2025-06-28 23:35:00
En la sección: EL TIEMPO.COM -Cultura

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