Escribir en la oscuridad

…” El papel del escritor es inseparable de difíciles deberes. Por definición, no puede ponerse al servicio de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la sufren. Si no lo hiciera, quedaría solo, privado hasta de su arte. Todos los ejércitos de la tiranía, con sus millones de hombres, no le arrancarán de la soledad, aunque consienta en acomodarse a su paso y, sobre todo, si lo consintiera. Pero el silencio de un prisionero desconocido, basta para sacar al escritor de su soledad, cada vez, al menos, que logra, en medio de los privilegios de su libertad, no olvidar ese silencio, y trata de recogerlo y reemplazarlo para hacerlo valer mediante todos los recursos del arte …” Albert Camus 

Se afirma que la dictadura es la forma que adquiere el poder político cuando es único y autoritario. Una sola voz que imparte órdenes que deben ser acatadas sumisamente con peligro letal, pero que la escritura ha asumido, una y otra vez, el riesgo de expresarse, intentando construir, las voces del contrapoder.  En esta oscuridad se crea un ambiente de temor e incertidumbre, que suele afectar la creatividad y la capacidad de los escritores, columnistas, periodistas, economistas para expresarse libremente. 

No se trata tan solo de censurar, sino de controlar desplegando, además de la mordaza, una labor permanente de hostigamiento y terror, sistemática y planificada sobre todo y sobre todos, utilizando las estructuras administrativas y políticas propias de un Estado terrorista: un artículo, un Tweet o WhatsApp, una reunión, un evento, un escritor, un periodista, y por supuesto, un militante de la oposición, son  sometidos a una investigación y a un análisis que suelen volcarse en registros o expedientes. Si bien no todo está prohibido, todo está controlado.

¿Cómo escribir en tiempos sombríos, como bien lo dice el título del libro de Hannah Arendt? ¿Cómo relatar a través de la ficción los horrores de estos sistemas? ¿Cómo evadir la censura, o a lo que es peor, la autocensura? Cuando se vuelve imposible qué decir, la palabra escrita debe buscar otras posibilidades, donde la memoria y la razón encuentren un atajo por donde pasar. Una for ma de desafiar tan exacerbado autoritarismo es la de darle voz a quienes no la tienen, oponerse al silencio alzando la voz y reponiendo los ecos de ese silencio que en las bocas son susurros y en las mentes son gritos.

Escribir en la oscuridad implica enfrentar una serie de desafíos, construyendo relatos esperanzadores, entre las ficciones de la realidad, plasmando la información que desarme ese terror que invade hasta el pensamiento. En estos contextos, la escritura puede ser una forma de resistencia, de denuncia, de memoria o incluso de simple supervivencia.  No resulta fácil escribir en estos tiempos de incertidumbre, de prologada noche y disueltas reuniones. Tiempos de angustia donde opera   la autocensura en el   inconsciente de articulistas y periodistas, porque el miedo no termina por decreto ni la libertad se quita y pone como una braga naranja. Así las cosas, se hace menester analizar los mecanismos y recursos expresivos vigentes para poder decir cosas sin mencionar directamente las circunstancias prohibidas.

Cuesta mucho expresarse con tanta pausa, buscando veredas, recurriendo a subterfugios gramaticales, obligado a utilizar la metáfora y la ironía que nos permita testimoniar lo que vivimos y sentimos, al tiempo que se esquiva, con fintas propias de Lamine Yamal, la zarpa que trae el silencio.  La escritura es una herramienta para resistir al régimen y recordar a las víctimas de la represión, y siempre será el medio para denunciar las violaciones a los derechos humanos y las restricciones a la libertad de expresión. En resumen, escribir en tiempos de dictadura es una experiencia compleja y desafiante, pero también una oportunidad para la resistencia, la denuncia y la construcción de una memoria colectiva. El escritor, como decía Jean Paul Sartre: “Tiene una situación en su época; cada palabra suya repercute. Y cada silencio también”.