Durante siglos, las estrellas del antiguo Egipto nos han fascinado. Desde las alineaciones astronómicas de las pirámides hasta los complejos calendarios de las decanas, la conexión entre el cielo y la cultura faraónica ha sido una constante en los estudios de la antigüedad. Pero ahora, una nueva investigación publicada en la revista Journal of Astronomical History and Heritage ofrece una visión revolucionaria: los antiguos egipcios podrían haber representado la Vía Láctea en sus ataúdes. Y no de forma simbólica, sino como un trazo visual preciso de su silueta celeste.
El estudio, firmado por el astrofísico e investigador Or Graur, profesor en la Universidad de Portsmouth y asociado al Museo Americano de Historia Natural, parte de una revisión exhaustiva de más de 500 ataúdes egipcios, algunos con más de 4.000 años de antigüedad. El análisis se centra en una figura clave de la religión egipcia: la diosa Nut, personificación del cielo y guardiana del ciclo solar. Su cuerpo, a menudo representado como una figura femenina arqueada sobre el dios Geb (la tierra), ha sido durante milenios un símbolo visual del firmamento.
Pero entre todas esas representaciones, hay una que destaca. En el ataúd de Nesitaudjatakhet, una sacerdotisa del siglo XI a.C. enterrada en Egipto y cuyo sarcófago se conserva en el Museo Arqueológico de Odesa, aparece una Nut diferente: cubierta de estrellas, sí, pero atravesada de un trazo negro sinuoso que recorre su cuerpo desde los pies hasta las manos, como una sombra que divide su figura en dos. Esa línea, según Graur, guarda una similitud asombrosa con el Gran Cinturón Oscuro de la Vía Láctea, una franja de polvo interestelar que divide la galaxia en dos en los cielos nocturnos despejados.
Una galaxia sobre el cuerpo de una diosa
Esta línea ondulada, ausente en la gran mayoría de las representaciones de Nut en ataúdes o papiros funerarios, podría ser la primera imagen consciente de la Vía Láctea pintada por una civilización antigua. Graur se apoya en su comparación con otras representaciones similares en tumbas reales como la de Ramsés VI, donde aparecen curvas doradas similares separando el día y la noche en los techos astronómicos. También observa cómo otras culturas, como los navajos y los hopis en América del Norte, representaron la Vía Láctea de forma parecida, como una franja ondulante o una «carretera celestial».
Lo que hace especialmente intrigante el hallazgo es su rareza. De las más de cien representaciones cosmológicas de Nut identificadas en la investigación, apenas cinco muestran este tipo de línea. Ninguna otra figura femenina cubierta de estrellas aparece dividida de este modo. Esta escasez sugiere que, si bien los egipcios podían observar y reconocer el aspecto de la galaxia en el cielo, no la incorporaban sistemáticamente a sus iconografías. La representación en el ataúd de Nesitaudjatakhet sería, entonces, una excepción intencionada y significativa, no un patrón.

Pero el estudio va más allá. Analiza no solo la iconografía, sino también los textos antiguos como los Textos de los Sarcófagos, el Libro de los Muertos y el enigmático Libro de Nut, una obra astronómica del Reino Nuevo. En todos ellos, la diosa Nut juega un papel central en el tránsito del sol por el cielo, así como en el viaje del alma hacia el más allá. Se la describe tragando el sol al atardecer y dándolo a luz cada mañana, en una especie de resurrección cósmica diaria. Este ciclo no solo explica su papel como protectora de los muertos, sino también como mediadora entre el día y la noche, entre el mundo terrenal y el celeste.
El “río del cielo” egipcio
Graur plantea una hipótesis fascinante: que los egipcios identificaran la Vía Láctea con un término enigmático que aparece en sus textos, mr-nḫ3, o “el canal serpenteante”. Este «agua celeste» habría sido vista como una especie de río cósmico por el que transitaban no solo el sol y las estrellas, sino también las almas de los difuntos. Curiosamente, esta metáfora se repite en otras culturas: los griegos hablaban del río Erídano, los chinos del río de plata, y los pueblos indígenas americanos veían en la Vía Láctea un camino espiritual.

Además del análisis visual, el catálogo recopilado por Graur representa una proeza investigadora en sí misma. Ha identificado 555 elementos funerarios —incluyendo tapas de sarcófago, cajas, momiformes y cubiertas de momias— distribuidos en más de 60 museos de todo el mundo, desde el Louvre hasta museos de Budapest, Bristol, Viena, Kazán y El Cairo. Esta base de datos es ahora uno de los recursos más completos sobre iconografía funeraria egipcia.
Y aún más: solo una cuarta parte muestran a Nut con estrellas en su cuerpo, lo cual sugiere una preferencia simbólica, quizá religiosa, por el cielo diurno frente al nocturno. ¿Podría significar esto que el día era más importante en la cosmovisión funeraria egipcia? ¿O que la noche, y por ende la muerte, era algo que debía ser dominado, no representado? Estas preguntas quedan abiertas para futuras investigaciones.
Un viaje de ida y vuelta entre la ciencia y el mito
El interés de Graur por este tema no es casual. Su investigación forma parte de un proyecto más amplio sobre mitología galáctica intercultural. Todo comenzó cuando, en una visita al museo con sus hijas, se sintió fascinado por la imagen de Nut y decidió indagar más. Lo que empezó como curiosidad personal se ha convertido en una contribución seria al estudio interdisciplinar entre astronomía, historia del arte y religión antigua.

Este tipo de estudios, que combinan ciencia moderna con análisis de fuentes visuales y escritas del pasado, está transformando nuestra comprensión del pensamiento astronómico antiguo. Lejos de ser un saber místico y ajeno al conocimiento empírico, la astronomía egipcia revela patrones, observaciones y simbolismos que reflejan una atención meticulosa al firmamento. Y sobre todo, una forma de mirar el cielo cargada de sentido y trascendencia.
Hoy, más de tres mil años después de que se cerraran los ojos de Nesitaudjatakhet, su ataúd vuelve a hablarnos. No con palabras, sino con una línea ondulante y oscura que divide el cielo en dos. Y tal vez, solo tal vez, esa línea no sea otra cosa que la Vía Láctea, el gran camino de estrellas que aún nos une con aquellos que la observaron por primera vez en las noches del desierto egipcio.
Referencias
- Or Graur, The Ancient Egyptian Cosmological Vignette: First Visual Evidence of The Milky Way and Trends in Coffin Depictions of The Sky Goddess Nut, Journal of Astronomical History and Heritage (2025). DOI: 10.3724/SP.J.140-2807.2025.01.06
Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2025-05-02 03:38:00
En la sección: Muy Interesante