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¿Podía un monarca sanar con sus manos? La fascinante creencia del ‘toque real’ que marcó la historia medieval

¿Podía un monarca sanar con sus manos? La fascinante creencia del 'toque real' que marcó la historia medieval

A partir del siglo XI, las monarquías europeas fueron afianzándose. Se comenzó a institucionalizar el concepto dinástico –con anterioridad, el monarca era simplemente un hombre elegido entre los nobles–, se creó una infraestructura en torno a la corona y se empezó a articular un cuerpo jurídico que sostuviera la creencia de que el rey y su linaje eran depositarios de un poder derivado directamente de Dios. De ahí que, para sacralizar la figura del monarca, los soberanos de Francia e Inglaterra no fueran simplemente coronados sino ungidos, a imitación de la forma en que la Biblia relataba la unción de los reyes de Israel.

Desde ese momento, el monarca se constituía en portador de la voluntad divina, identificaba su persona con la totalidad del reino y convertía su figura en la representación terrenal de Cristo. No es de extrañar, pues, que tal concepto teocrático de la figura del rey acabara por concederle poderes taumatúrgicos y se considerara que el llamado ‘toque real’ o imposición de manos sobre un enfermo pudiera llegar a sanar a este.

La unción del monarca

El mismo desarrollo del rito de consagración del monarca ponía en evidencia tal concepción de la monarquía como depositaria de un derecho divino que le concedía poderes superiores a los del resto de los humanos. Aun con antecedentes similares en los reinos visigodos, fue en Francia donde se llevó a cabo por primera vez la consagración real o sacre des rois.

Una ceremonia que se celebraba en la catedral de Reims desde que así lo decidiera, en 816, Ludovico Pío (778-840) o Luis I el Piadoso, hijo de Carlomagno, atendiendo al hecho de que se custodiara allí la Sagrada Ampolla, un vaso de oro y cristal que contenía un óleo bendecido que la tradición aseguraba había sido portado por un ángel bajado del cielo en el momento del bautismo de Clodoveo (s. V), el primer rey franco que se convirtió al cristianismo.

Luis el Piadoso
Sobre estas líneas, grabado coloreado de Luis I (778 -840), rey de los francos y coemperador con su padre, Carlomagno, desde el año 813. Foto: Álbum.

La ceremonia comenzaba cuando el obispo de Reims aplicaba el sagrado óleo sobre la cabeza, el pecho y las manos del rey al tiempo que pronunciaba la fórmula: “Quedas ungido como rey con este óleo santificado en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Poco después el poder se transmitía simbólicamente al rey por medio de la imposición de las insignias reales: unos botines ornados con flores de lis, símbolo de la disponibilidad del monarca de estar dispuesto a propagar la fe; unas espuelas de oro y lapislázuli, que encarnaban la rápidez en la acción, y una espada para significar al monarca como el encargado de eliminar la injusticia y construir la justicia.

Finalmente, se le imponía el manto, símbolo del universo, lo que le convertía en un hombre cósmico y universal. Así vestido, el monarca recibía un anillo de oro en el dedo anular derecho, como símbolo de su vinculación con el reino, y el cetro que debía sostener en la mano derecha, símbolo del poder sagrado. En la consagración de Luis IX o san Luis se añadió por primera vez una ‘mano de la justicia’, que el monarca debía sostener en la mano izquierda.

Finalmente, el arzobispo le coronaba y el nuevo soberano juraba proteger a la Iglesia y a sus personas y bienes, hacer reinar la paz y la justicia y defender la fe católica, así como el reino que Dios le había concedido, añadiendo que lo hacía “ante Dios, el clero y el pueblo”. Se trataba, pues, de un rito complejo y pleno de significado que, desde entonces, se convirtió –con pequeñas diferencias– en el ritual a seguir en la consagración de todos los reyes de Francia hasta el siglo XVIII.

Notre-Dame de Reims
La catedral de Reims, construida en el siglo XIII después de la de París y la de Chartres, fue el lugar de la consagración real de los monarcas de Francia hasta 1825. El último rey coronado en Nuestra Señora de Reims fue Carlos X, el 29 de mayo de ese año. Foto: Shutterstock.

Asimismo, Guillermo el Conquistador (1028- 1087) implantó en Inglaterra, en 1066, un ritual muy similar a este en el que el arzobispo de Canterbury era el encargado de presidirlo. Dicho ceremonial persiste prácticamente inalterado desde hace casi diez siglos y en él el soberano, tras ser presentado a su pueblo, jura solemnemente defender la ley y la Iglesia antes de ser ungido con aceite bendecido, coronado e investido con las joyas de la corona.

Creencia y ritual

Dada la sacralización de la figura del monarca, no es de extrañar que se le atribuyeran poderes sanadores evocando las curaciones que la Biblia atribuía a la figura de Cristo. Tanto en Francia como en Inglaterra se desarrolló entonces el rito llamado ‘toque real’, en el curso del cual se pretendía que el soberano sanara al enfermo solo con tocarle mientras le bendecía y pronunciaba una oración.

El ritual se aplicó especialmente a los afectados de escrófula, una enfermedad de los ganglios linfáticos que, por esta razón, pasó a conocerse como ‘mal del rey’; una denominación que ya se había dado con anterioridad a la ictericia, la lepra o cualquier enfermedad que fuera visible o deformara la apariencia física del paciente. Pero, dado que la escrófula podía evolucionar por sí sola y permitía creer en una aparente curación (raramente era mortal), acabó por ser la única patología así llamada y la total beneficiaria del ‘toque real’.

Miniatura del rey Luis IX el Santo
Miniatura en la que Luis IX el Santo, rey de Francia (1226-1270), cura a enfermos de escrófula. Pertenece al manuscrito iluminado del siglo XIV Grandes Chroniques de France (Biblioteca Británica, Londres). Foto: Álbum.

En principio, el rito fue un acto simple tanto en Francia como en Inglaterra, pero a medida que pudo comprobarse cómo contribuía a aumentar la popularidad de la corona y por tanto a robustecerla, el ritual del ‘toque real’ fue evolucionando hasta convertirse en una auténtica ceremonia de corte, en la que el rey certificaba su condición de depositario del poder divino y la solidez de la institución que representaba.

Una ceremonia llena de simbolismo

La liturgia ceremonial daba comienzo unos días antes de que el rey la presidiera, exactamente cuando los médicos de la corte seleccionaban a los escrofulosos y descartaban a los afectados por otro mal. Paralelamente, el rey realizaba un ayuno penitencial y permanecía retirado de las actividades cortesanas. El día señalado para la ceremonia comenzaba con la celebración de una misa presidida por el monarca, quien recibía la comunión, y a la que asistían los enfermos y la corte en pleno. Era entonces cuando, una vez acabada la eucaristía, el rey recibía uno a uno a los pacientes, les tocaba la cara o el cuello, hacía sobre las llagas la señal de la cruz y rezaba una oración.

María I de Inglaterra sanando mediante el toque real
En el siglo XVIII, el pintor inglés Francis Hayman recreó a María I de Inglaterra –hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón– llevando a cabo la tradición de sanar mediante el ‘toque real’. Esta reina fue conocida como Bloody Mary por sus sangrientas ejecuciones de protestantes. Foto: AGE.

Seguidamente, el capellán del rey entregaba una limosna a los enfermos y se leían diversos párrafos del Evangelio que equiparaban la figura del monarca a la de los primeros discípulos de Cristo, a quienes este, según las palabras bíblicas, “les dio poder y autoridad para expulsar a los demonios y para sanar toda clase de enfermedades” (Lc. 9,2).

Eduardo IV de Inglaterra (1442-1483) introdujo una modificación en el rito, solo circunscrita a su reino, al acuñar una moneda de oro en la que aparecía san Miguel Arcángel matando al demonio. El ángel, como se denominó a la pieza, se entregaba a los enfermos con la indicación de que lo llevaran siempre consigo. Finalmente, se perforó a fin de poder introducir una cinta que permitiera que los pacientes pudieran llevar la moneda perpetuamente colgada del cuello.

Eduardo IV de Inglaterra
Retrato del rey Eduardo IV de Inglaterra. Foto: Wikimedia Commons.

El ‘toque real’ solía celebrarse coincidiendo con alguna festividad religiosa como la Pascua, la Navidad, Pentecostés y, en Inglaterra, el día en que se conmemoraba san Miguel Arcángel. Invariablemente, solía convocar a un elevado número de enfermos, llegados a veces desde lugares muy alejados de la corte y que, desesperados ante la incapacidad de la ciencia de curar su afección, esperaban del rey el ‘milagro’ que les devolviera la salud perdida.

A medida que pasaron los siglos el rito fue decayendo, si bien se practicó hasta bien entrado el XVII. A partir de ese momento, las Guerras de Religión y la progresiva implantación del racionalismo acabaron por desterrarlo. Así sucedió en Inglaterra en 1702, mientras que en Francia Luis XV (1710-1774) cambió la formula original de “El rey te toca; Dios te cura” por la frase “El rey te toca; que Dios te cure”. Con ello parecía ponerse fin a la creencia popular en los poderes sanadores del rey, pero no se debilitaba el poder de la corona, ya que se subrayaba la dedicación del soberano a los súbditos más necesitados de su atención.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2025-06-21 06:30:00
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

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