Ubicado en la provincia comunera de Santander, a unas cinco horas de Bogotá, Chipatá es uno de esos tesoros ocultos que aún conservan el alma de los pueblos auténticos. Rodeado de montañas suaves, caminos veredales y gente cálida, este municipio es ideal para quienes buscan una experiencia de turismo rural, tranquilo y lleno de identidad. Con apenas unos miles de habitantes, Chipatá invita a recorrerlo con calma y a dejarse sorprender por su belleza discreta.
1. Iglesia San Antonio de Padua: el centro espiritual y arquitectónico
En el corazón del pueblo se alza la Iglesia San Antonio de Padua, un templo católico construido en piedra, que guarda la historia religiosa del municipio y la fe de sus habitantes. Su arquitectura colonial, su altar dorado y su ambiente sereno la convierten en uno de los puntos obligados de visita. Cada 13 de junio, durante la fiesta patronal, las celebraciones religiosas, procesiones y actos culturales llenan de vida este lugar.
2. Miradores naturales: postales de los Andes
Chipatá es un balcón natural hacia el paisaje santandereano. Desde varios puntos del municipio, como la vereda Santa Bárbara o el cerro El Alguacil, se pueden observar valles profundos, sembradíos, caminos de herradura y en días despejados, las cumbres nevadas lejanas de la cordillera Oriental. Estos miradores son ideales para caminatas al amanecer o al atardecer.
3. Caminos reales y senderos veredales
Los caminos antiguos de piedra que conectaban a Chipatá con municipios vecinos como La Paz y Vélez siguen siendo transitables a pie o a caballo. Recorrerlos es una forma de viajar al pasado y de apreciar la arquitectura rural, los trapiches artesanales y los cultivos tradicionales de caña, café y frijol. Son ideales para el senderismo suave y el turismo comunitario.
4. Piedra de El Diablo: leyenda y misterio en la roca
En lo alto de una vereda se encuentra una formación rocosa conocida como la Piedra de El Diablo, envuelta en mitos locales que hablan de apariciones, pactos y antiguos rituales. Más allá del folclor, el sitio ofrece una vista privilegiada y un silencio profundo que invita a la reflexión. Es común que campesinos guíen a los visitantes mientras cuentan las historias transmitidas por generaciones.
5. Cascadas escondidas y pozos naturales
Aunque poco conocidos y aún sin señalización turística, Chipatá alberga pequeñas cascadas y pozos de agua cristalina en sus veredas más alejadas, como Pénjamo y Salitre. Son ideales para quienes buscan turismo de naturaleza, caminatas ecológicas y baño en aguas puras. Varias familias de la zona ofrecen guía y hospedaje rural para explorar estos rincones.
6. Cultura campesina viva: música, comida y fiestas
El chipateño es alegre, hospitalario y orgulloso de sus raíces. La música carranguera, los juegos tradicionales, las ferias de productos locales y la cocina santandereana hacen parte de la experiencia. El mute, las arepas de maíz pelao y la chicha artesanal aún se preparan como hace décadas, y compartir una tarde en una tienda del pueblo es tan enriquecedor como visitar un museo.
7. Cementerio colonial: memoria entre montañas
El antiguo cementerio del pueblo, ubicado en una loma con vista al valle, conserva lápidas de más de un siglo. Aunque pequeño, es un sitio cargado de simbolismo y memoria, donde descansan los fundadores y personajes históricos del municipio. Es también un lugar de recogimiento, historia y tradición familiar.
Un destino para los que buscan lo auténtico
Chipatá no tiene centros comerciales, hoteles de lujo ni grandes discotecas. Pero tiene algo que escasea en las grandes ciudades: tranquilidad, naturaleza, historias que se cuentan al calor de un fogón y una identidad campesina que se resiste a desaparecer. Para los viajeros que se atreven a mirar más allá de lo turístico convencional, Chipatá es un lugar que toca el alma.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.diariodelsur.com.co
Publicado el: 2025-06-15 22:37:00
En la sección: Diario del Sur