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La odisea de los viejos astronautas zurdos

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Construir un satélite artificial, en los inicios de la era espacial, fue un continuo camino de aprendizaje. A estos vehículos se incorporarían poco a poco todo tipo de equipos que permitirían ampliar sus capacidades y habilidades en órbita. Pero cuando hubo que diseñar una nave capaz de llevar  humanos al espacio, las cosas se complicaron considerablemente. La cápsula debería no solo funcionar como un satélite tradicional, sino también mantener vivo a su ocupante. Aún más, los astronautas requerían algunas funcionalidades que los sistemas automáticos no requerían en absoluto. De hecho, los diseñadores tuvieron que realizarse diversas preguntas: por ejemplo, ¿era realmente necesario instalar una ventana en la nave, debilitando su integridad física?, ¿las cápsulas debían permitir a su tripulante controlar su rumbo y operaciones?, o ¿debería aumentarse el número de sistemas para garantizar su redundancia en caso de fallo?

 

Estas y muchas otras incógnitas retrasaron el desarrollo de los primeros vehículos tripulados, tomándose decisiones que diferirían a un lado y otro del Telón de Acero. Mientras que las cápsulas soviéticas Vostok transportarían a un cosmonauta casi de la misma manera que podrían llevar a un perro o a una tortuga, actuando de forma eminentemente automática, las Mercury estadounidenses otorgaron un papel mucho más activo a los viajeros que llevarían al espacio, y fueron dotadas de un mayor número de elementos de control a los que estos tendrían acceso.

 

Las Mercury, limitadas por la masa que sus cohetes podrían transportar, eran vehículos pequeños, en cuyo interior el astronauta apenas podía moverse, y mucho menos flotar en el espacio. Debido a ello, la NASA, cuando empezó a pensar en un nuevo tipo de vehículo que permitiera volar hacia la Luna –la futura Apolo–, lo diseñó con un volumen volumétrico mucho mayor, capaz de albergar a tres personas y de dejar que estos pudieran abandonar sus asientos.

 

La nueva nave, sin embargo, era muy compleja, y la agencia espacial estadouniense decidió crear un programa que actuara como puente entre las Mercury y las sofisticadas Apolo. Llamadas Gemini, no serían mucho más grandes que las primeras, pero la adición de un módulo de servicio permitió que muchos de los sistemas que habían ocupado sitio dentro en las Mercury pudieran ser recolocados en él, liberando espacio y posibilitando el viaje de hasta dos tripulantes.

 

A mediados de 1961, la compañía McDonnell, contratista de la nueva cápsula tripulada Gemini, presentó a los representantes de la NASA varios modelos de su posible diseño. Se trataba de modelos a escala «un cuarto» de hasta cuatro configuraciones distintas. La primera consistía en una versión de la Mercury para 18 órbitas; la segunda era un diseño llamado MK II con cambios mínimos sobre su antecesora; la tercera era otra MK II sustancialmente reconfigurada; y finalmente, la cuarta era una MK II adaptada para dos tripulantes. Esta última sería la que finalmente elegiría la NASA para su desarrollo.

 

 

(Foto: NASA)

 

Junto a estos modelos, los ingenieros de McDonnell presentaron otro ergonómico a escala natural, hecho con madera y plástico, que mostraba el panel de mandos de la versión de dos tripulantes. Su tamaño permitía hacerse una idea general de cómo estarían situados los controles de la nave y su disposición. El astronauta Walter M. Schirra, Jr., que asistía a la presentación, se sentó frente al modelo y exclamó alborozado: “¡Finalmente habeis encontrado un lugar para un astronauta zurdo!”.

 

Efectivamente, la primitiva cápsula Mercury, pensada para un solo astronauta, fue diseñada sin tener en cuenta que su ocupante pudiera ser zurdo (y los había en el grupo de pilotos), lo que dificultaría grandemente su dominio de los mandos. Aunque se acostumbraron –entre ellos Schirra– de la misma manera que un conductor zurdo debe aprender a mover la palanca de cambio de marchas de su automóvil situada a su derecha, siempre desearon que este problema se resolviera en las futuras naves espaciales que tuvieran que pilotar. Y en la Gemini ello sería posible, ya que un zurdo podría sentarse en el asiento de la derecha y así dejar los mandos situados en el centro del panel a la izquierda del astronauta.

 

Ahora bien, lo más curioso es que cuando Schirra pilotó por primera vez su propia nave Gemini, tuvo que hacerlo como comandante, por lo que debió ocupar el tradicional asiento izquierdo reservado para ellos. El pobre Wally tuvo que conformarse, una vez más, con utilizar su mano derecha para el gobierno de su vehículo…

Fuente de TenemosNoticias.com: noticiasdelaciencia.com

Publicado el: 2024-01-29 03:00:33
En la sección: Ciencia Amazings® / NCYT®

Publicado en Ciencia

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