Los antibióticos son el eje de la medicina moderna: sin ellos, cualquier persona con heridas abiertas o que deba someterse a una intervención quirúrgica correría un riesgo constante de contraer infecciones peligrosas. Por desgracia, la humanidad se enfrenta a una crisis global de antibióticos, ya que cada vez hay más cepas de bacterias que se vuelven resistentes a ellos, mientras que el ritmo de descubrimiento de antibióticos del todo nuevos viene siendo mucho más lento.
Pese a todo, hay motivos para la esperanza: el 70% de todos los antibióticos autorizados actualmente como fármacos proceden de actinobacterias del suelo, y la mayoría de los entornos de la Tierra que las acogen aún no han sido inspeccionados para catalogar su población de actinobacterias. Por tanto, buscar actinobacterias en hábitats poco explorados es una estrategia prometedora, sobre todo si se obtienen de ellas sustancias novedosas que no maten a las bacterias que nos acechan ni impidan su crecimiento, sino que solo reduzcan su virulencia o capacidad de causar enfermedades. Este cambio de objetivo de ataque, que a primera vista puede parecer ilógico, viene motivado porque es difícil que las cepas patógenas sometidas a una reducción de su virulencia desarrollen resistencia a ello, a diferencia de lo que ocurre cuando es su vida lo que está amenazado. Además, es menos probable que estos compuestos para reducir la virulencia causen en los pacientes efectos secundarios no deseados.
Un equipo integrado, entre otros, por Päivi Tammela y Tuomas Pylkkö, de la Universidad de Helsinki en Finlandia, ha descubierto un compuesto que inhibe la virulencia de la bacteria Escherichia coli enteropatógena (EPEC) sin afectar a su crecimiento, y un compuesto inhibidor del crecimiento, ambos en actinobacterias del océano Ártico.
La detección de ambos compuestos se hizo gracias a un nuevo conjunto de métodos, desarrollado por Tammela y sus colegas, gracias al cual puede verificarse simultáneamente en cientos de compuestos desconocidos si alguno ejerce o no un efecto de antivirulencia o un efecto antibacteriano.
Los compuestos descubiertos proceden de cuatro especies de actinobacterias, aisladas de invertebrados capturados en el océano Ártico, frente a la costa de Svalbard, durante una expedición del buque de investigación noruego Kronprins Haakon en agosto de 2020.
Sector del océano Ártico, cerca de la costa de Svalbard, visto desde el buque científico Kronprins Haakon en agosto de 2020. (Foto: Yannik Schneider. CC BY)
El estudio se titula “Bioprospecting of inhibitors of EPEC virulence from metabolites of marine actinobacteria from the Arctic Sea”. Y se ha publicado en la revista académica Frontiers in Microbiology. (Fuente: NCYT de Amazings)
Fuente de TenemosNoticias.com: noticiasdelaciencia.com
Publicado el: 2024-09-05 03:15:17
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