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Soyuz-18A: Al borde del abismo

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Los viajes espaciales no están carentes de peligro. A lo largo de la historia de la astronáutica ha habido accidentes en vuelo que acabaron con numerosos astronautas muertos. Así ocurrió durante las misiones Soyuz-1, Soyuz-13, STS- 51L Challenger y STS-107 Columbia, confirmando que ni la URSS ni los EE.UU. estuvieron nunca libres de sufrir percances fatales que amenazaran con paralizar su proprama tripulado. En dichas ocasiones, las circunstancias obligaron a rediseñar los vehículos implicados, los cuales recibieron mejoras que permitirían reducir las posibilidades de que un suceso tan trágico volviera a ocurrir.

 

Lo sucedido durante estas misiones fue muy lamentable, y en algunos aspectos evitable, pero en cuanto sus vehículos estuvieron en el aire, bien poca cosa hubiera podido hacerse por eludirlo. Aunque también hubo otras ocasiones en las que la suerte jugó a favor de los astronautas, impidiendo un final tan desafortunado. Ocasiones en las que nadie falleció, pero que podrían haber finalizado de una forma mucho peor.

 

Algo así sucedió durante el despegue de la misión soviética Soyuz-18A, iniciada el 5 de abril de 1975. Dicho lanzamiento, desde el cosmódromo de Baikonur, pareció llevarse a cabo conforme a lo previsto, pero ya a gran altura, una vez desprendidos los aceleradores laterales y agotadas la primera y la segunda fases del cohete, el vehículo sufrió una importante anomalía. Durante la operación de separación física entre la segunda y la tercera etapas, la mitad de los dispositivos que las habían mantenido unidas desde el despegue se negaron a abrirse. Siguiendo su plan de vuelo, el motor de la tercera fase se encendió de todos modos, y la presión de sus gases de escape, actuando sobre la segunda etapa, forzó entonces su separación. Sin embargo, la defectuosa operación provocó una inestabilidad en el vehículo, que empezó a girar sin control. El sistema correspondiente detectó el fallo y pronto se envió una orden a la cápsula Soyuz para que abandonara el cohete e iniciara una reentrada de emergencia.

 

 

(Foto: Roskosmos)

 

Por desgracia, la cosmonave no fue lanzada en la dirección correcta, debido al errático movimiento seguido por el cohete, sino que lo fue hacia abajo, provocando una aceleración superior a la esperada, que los cosmonautas tuvieron que soportar y que les ocasionaría graves secuelas. Su misión ya no sería alcanzar la estación espacial Salyut-4, su único objetivo sería ahora sobrevivir al descenso.

 

Su nave realizó una amplia parábola, colocándose en la orientación adecuada para la reentrada sobre la Tierra. Una vez atravesada la zona menos densa de la atmósfera, los sistemas de descenso funcionaron conforme a lo previsto, incluido el escudo térmico de su vehículo, que les permitió soportar altísimas temperaturas.

 

Temiendo que su trayectoria les estuviera llevando hacia territorio chino, los cosmonautas comprobaron finalmente que se encontraban en dirección a las montañas Altai, a unos mil kilómetros del lugar del lanzamiento. Después, los paracaídas entraron en acción, ralentizaron la caída y facilitaron por fin el aterrizaje. Los ocupantes, Vasili Lázarev y Oleg Makárov, notaron incluso la acción de los retrocohetes que amortiguan el momento de la toma de contacto con el suelo, unos instantes antes de producirse este.

 

Pero con la nave aparentemente inmóvil, lo que se veía por la ventana de la cápsula eran árboles nevados. De hecho, el vehículo oscilaba un poco. Sus paracaídas se habían enganchado en las copas de los árboles y la Soyuz colgaba de los cordajes a cierta altura sobre la superficie.

 

Preguntándose qué hacer, los cosmonautas decidieron activar el sistema que soltaría los anclajes, lo que permitiría que la cosmonave cayera al suelo, recorriendo los supuestamente escasos centímetros que debía haber hasta él. Cruzando los dedos, dieron la orden al sistema, y pocos segundos después, zarandeados, se encontraban por fin sobre una gruesa capa de nieve.

 

Cuando los cosmonautas salieron al exterior, sin embargo, sintieron secarse su garganta: el vehículo había quedado inmóvil en el borde un precipicio de unos 500 metros de altitud. Unos pocos metros más en esa dirección y la cápsula se hubiera precipitado, matándoles. De hecho, el calor que desprendía aún el escudo térmico de la Soyuz empezó a fundir la nieve, y ello la hizo deslizarse en dirección al vacío.

 

Por suerte, los dos hombres consiguieron detener la progresión. Montaron un campamento y esperaron la llegada de las fuerzas de rescate. Jamás olvidarían aquel día, donde todo salió mal, pero aún pudieron contarlo.

Fuente de TenemosNoticias.com: noticiasdelaciencia.com

Publicado el: 2024-06-13 03:27:01
En la sección: Ciencia Amazings® / NCYT®

Publicado en Ciencia

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