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El paso errante: breve meditación sobre (“Laude” de) Ramos Sucre

El paso errante: breve meditación sobre (“Laude” de) Ramos Sucre

Por JUAN PABLO GÓMEZ COVA

Ha pasado un siglo desde que el cetrino Ramos Sucre diera a la imprenta La torre de timón (1925), que reúne textos de dos compilaciones anteriores Trizas de papel y Sobre las huellas de Humboldt, junto a otros inéditos. Es de esos libros en los que es inútil separar ensayos y poemas en prosa. Allí apareció “Laude”, donde elogia a los héroes de la gesta emancipadora venezolana, pero desde un tono diferente. No alcanzo a definirlo como exaltación, ni me convence por completo la visión irónica. Justamente, el texto mismo se convierte en una indagación de su propio tono: una voz oscilante entre la alabanza y la melancolía, que se rehúsa a estancarse.

Ramos Sucre era un maestro de la forma. Su literatura es una elaborada meditación (fuera del tiempo y del espacio) sobre la distancia entre las palabras y el mundo. Es decir, sobre los alcances de la imagen y su asentamiento, por medio de un procedimiento de correspondencias, en símbolo que orbita en torno a su propio sistema. En “Laude”, Ramos Sucre equipara la ingenuidad y la violencia de los héroes, pues los grandes hombres del XIX, simbolizados en la epopeya bolivariana, son “consternación” de los abuelos españoles. El impulso heroico es belleza porque no puede tomar consciencia de sí con plena lucidez sin desvanecerse. Eso era Bolívar: un extraordinario hombre ingenuo. De allí proviene su grandeza y su heroicidad. La ingenuidad del visionario y la grandeza del guerrero. No son (creo) dicotomías ni dualidades, sino matices de un mismo impulso. Ramos Sucre era, en realidad, un admirador de las gestas heroicas en su dimensión artística: la verdadera hazaña consiste en zafarse de las inclemencias del tiempo y de sus esclavizantes hábitos. Bolívar era un espíritu radicalmente libre, y es en ese movimiento que el poeta percibe su anhelo: una imagen de fijación.

Sus poemas son de una lucidez lacerante. Y en un doble sentido: provienen de la lucidez y, a su vez, la propician en el lector. “Yo poseo el hábito del sufrimiento”, afirmó, entendiendo hábito como atuendo y como costumbre; y, sobre todo, en su significativa forma ritual. La pureza del ideal bolivariano no contradice la crudeza de sus medios. El poeta no ve incongruencia; al contrario: el linaje, la suficiencia individual y el confiado arrojo se traducen en una fuerza profunda cuya esencia es su capacidad de fundirse en materia poética.

Ramos Sucre hace gala en toda su poesía de una erudición tan sombría que es inevitable cierto desconcierto en la experiencia lectora. Quizás la expresión diáfana y su robusto apego a la forma sean aspectos más diletantes de lo que podría parecer. Su vocación paródica es muy singular porque nos invita a considerarla y a dejarla de lado a la vez. Eso es un poeta: quien logra que cada frase acabe siendo insustituible.

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Fuente de TenemosNoticias.com: www.elnacional.com

Publicado el: 2025-06-28 00:30:00
En la sección: EL NACIONAL

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