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Irán: la destrucción del adversario

Irán: la destrucción del adversario

Hoy Teherán aprende la lección básica de la Pax Americana: el que desafía el orden, desaparece.”

La fase de disuasión ha terminado. Lo que presenciamos no es un simple ataque quirúrgico sobre el programa nuclear iraní: es el inicio deliberado de un proceso cuyo objetivo es el colapso sistemático de un régimen enemigo. No hay espacio para equívocos, zonas grises ni diplomacia ilusoria. El régimen de los ayatolás ha sido identificado —finalmente— por lo que siempre ha sido: una organización terrorista revestida de aparato estatal, que lleva 45 años desafiando el orden internacional mediante violencia, chantaje y subversión.

Estrategia de aniquilación: destruir el centro de gravedad

El teórico de la guerra Carl von Clausewitz lo describió con brutal claridad: si el adversario es el Estado, el centro de gravedad es su régimen de gobierno, su aparato militar y su capacidad de sostenerse económica y políticamente.
El ataque masivo de Estados Unidos contra las instalaciones de Fordow, Natanz y Esfahan no es solo una ofensiva militar. Es un golpe al nervio vital del régimen:

  • Destruye décadas de inversión en su programa nuclear.
  • Desmoraliza a la élite militar y clerical.
  • Expone ante su población la vulnerabilidad del sistema.

Este no es un conflicto limitado. Es la antesala de una guerra de desgaste estratégica contra la estructura entera de poder en Teherán.

La lógica de Trump: el final de la ficción diplomática

Durante años, Occidente alimentó la fantasía de que Irán podía ser «moderado» o «integrado» al sistema internacional. Acuerdos inútiles, inspecciones teatrales, sanciones parciales que permitían a Teherán mantener su economía de guerra y su aparato represivo.
Trump —como ningún presidente estadounidense desde Reagan— ha comprendido la naturaleza esencial del adversario: Irán no negocia; Irán miente, extorsiona y mata.
Esta operación es la ruptura definitiva con 45 años de contención fracasada.

La fase inevitable: demolición sistemática del régimen

Irán se enfrenta ahora a una elección binaria:

  • Opción 1: Responde militarmente y provoca un segundo ciclo de ataques devastadores que terminan por aniquilar lo que queda de su aparato militar, sus bases de poder en Siria, Líbano, Irak y Yemen, y su capacidad de financiar proxies en el extranjero.
  • Opción 2: Intenta contener la escalada, pero enfrenta el deterioro interno acelerado: crisis económica terminal, desobediencia civil creciente, fracturas dentro de la Guardia Revolucionaria e insurrección juvenil en las principales ciudades.

Ambas opciones conducen al mismo destino: colapso.

No es «otra guerra en Medio Oriente»

Los críticos argumentarán que se está arrastrando a Estados Unidos a un nuevo conflicto regional. Se equivocan.
Esta no es una guerra de ocupación. No es Afganistán. No es Irak 2003.
Este es un caso de aniquilación vertical del aparato de poder enemigo desde el aire, combinada con presión interna y asfixia económica.
Una doctrina clásica de guerra total sin ocupación, ejecutada con precisión quirúrgica, superioridad tecnológica absoluta y una narrativa estratégica coherente: la destrucción del adversario antes de que pueda consolidar su capacidad de extorsión nuclear definitiva.

El regreso del realismo brutal

La lección estructural de esta operación es el retorno descarnado del realismo brutal. Los regímenes revisionistas que desafían el orden internacional ya no serán objeto de contención gradual o negociaciones interminables; serán destruidos. La vieja noción de una “coexistencia hostil” —esa ficción diplomática que pretendía administrar el conflicto sin resolverlo— ha quedado obsoleta. La fuerza, como siempre lo ha sido en los momentos decisivos de la historia, vuelve a ocupar su lugar como el instrumento supremo de la política internacional.

Las grandes disrupciones geopolíticas no se gestan lentamente. Irrumpen de forma abrupta y violenta cuando emerge un liderazgo dispuesto a ejercer el poder sin titubeos. Es en ese umbral exacto donde nos encontramos hoy. Después de Irán, el mundo contiene la respiración. China observa, calibrando sus márgenes de maniobra. Rusia observa, midiendo los límites de su audacia. Corea del Norte observa. Y Venezuela, en su precariedad, debería observar con atención.

La llamada Pax Americana nunca ha sido, en esencia, un acuerdo de buena voluntad ni un pacto de civilización. Ha sido, desde su origen, un orden sostenido por la capacidad real y demostrada de aniquilar a cualquier actor que intente alterar las reglas fundamentales del sistema. Hoy Teherán lo experimenta en carne propia. Mañana, otros habrán tomado nota.

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Fuente de TenemosNoticias.com: www.elnacional.com

Publicado el: 2025-06-25 01:24:00
En la sección: EL NACIONAL

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