¿Qué es la normalidad para Alemania? Pocos países combinan una historia tan excepcional con una voluntad tan clara de adustez y predecibilidad en su vida política y sus instituciones democráticas. Una tensión entre normalidad y anomalía que se ha vuelto a sustanciar en estas elecciones.
Por una parte, Alemania regresa a lo conocido. El nuevo gobierno estará encabezado por un conservador de la CDU, como ha ocurrido durante la mayor parte de la historia del país desde 1949 -incluyendo las largas etapas de Adenauer, Kohl y Merkel-. Además, los resultados abocan a un gobierno de coalición, lo que también entra dentro de lo habitual: desde la fundación de la RFA ha habido ocho gobiernos de este tipo. Y la fórmula más probable, que es la coalición entre conservadores y socialdemócratas, ya sustentó al Gobierno de Merkel durante varias legislaturas. La siempre inteligente Cristina Losada ha comparado la gran coalición con un analgésico: «si se toma puntualmente, perfecto. Si hay que tomarlo siempre, se está enmascarando algo más grave, en lugar de tratarlo». Pero, incluso si esto es así, queda claro que los alemanes no han optado esta vez por un tratamiento drástico.
La aparente normalidad se ve cuestionada, sin embargo, por el gran resultado de la derecha radical. La consolidación de AfD como segunda fuerza es una clara novedad en la historia política de Alemania tras la Segunda Guerra Mundial. Pero incluso en este caso lo extraordinario se diluye en lo conocido, dado que el resto de formaciones insisten en su tradicional rechazo a colaborar con la de Alice Weidel. Esto, combinado con la disposición de los socialdemócratas a pactar con los conservadores -la otra gran diferencia con el caso español, por mucho que nuestro oficialismo destaque únicamente el mantenimiento del cordón sanitario-, significa que la novedad de la AfD sigue teniendo efectos muy limitados. Y su crecimiento tampoco puede sorprender en estos tiempos de auge de las nuevas derechas en todo Occidente. El apoyo de Elon Musk y de J. D. Vance no parece haber repercutido en un mejor resultado para Weidel del que ya vaticinaban las encuestas, pero sí indica que su partido forma parte de una familia ideológica transnacional que se encuentra en un momento dulce.
La verdadera anomalía de estas elecciones radica, más bien, en los desafíos que deberá afrontar el nuevo canciller. En el plano nacional, Friedrich Merz deberá liderar la transformación de un modelo económico que se da por agotado -o, por decirlo con el título del reciente libro de Wolfgang Münchau sobre este tema, Kaput-. También deberá aportar una respuesta seria y eficaz -y que no caiga, al mismo tiempo, en las recetas de la AfD- a las tensiones vinculadas a la inmigración. Y deberá hacer esto en un momento especialmente delicado para nuestro continente: el giro de la política norteamericana bajo Donald Trump no solo anuncia una guerra comercial UE-EEUU, sino que también obliga a los europeos a tomar las riendas de su propia defensa ante la amenaza del proyecto imperial-criminal ruso. Europa debe tomar muchas decisiones en los próximos años, y los alemanes acaban de elegir a uno de los dirigentes que más influirá en ellas.
¿Es Merz el líder adecuado para este momento? Hay algunas razones para ser optimista: en campaña, el conservador ha destacado la gravedad de los problemas a los que se enfrenta su país y la necesidad de realizar reformas profundas que puedan atajarlos. También se ha mostrado firme en el apoyo a Ucrania y en el rechazo a los planteamientos putinianos que tanto la AfD como Trump han hecho propios. Además, está claro que intervendrá en la UE más que su predecesor, Olaf Scholz, lo que resulta positivo en este momento de falta de liderazgos europeos. Su perfil de antiguo contrincante de Merkel incluso casa bien con este momento en el que el legado de la ex canciller -desde su política de acogida a refugiados hasta su apuesta por los lazos económicos con Rusia- se ve tan cuestionado.
Sin embargo, una cosa es tener claros los problemas y otra tener listas las soluciones. El Economist ya señaló hace unas semanas que las propuestas de Merz para reactivar la economía alemana no eran lo suficientemente ambiciosas; y su aversión a reformar el «freno de la deuda» puede limitar su compromiso con el rearme europeo y su apoyo a los ucranianos. Su complicada relación con Ursula von der Leyen también arroja dudas sobre cómo se moverá en el contexto europeo. Y siempre es posible que Merz sea, sencillamente, un líder demasiado normal para estos tiempos tan extraordinarios, y que Alemania haya apostado por lo conocido cuando todo ese mundo ya está desapareciendo.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.elmundo.es
Publicado el: 2025-02-23 21:50:00
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