El número dos de Trump busca el deshielo con el Papa Francisco tras la crisis abierta por las deportaciones | elmundo.es

El silencio era tal en la Plaza de San Pedro en el Vaticano, a las 12:00 en punto de este Domingo de Resurrección, que se escuchaba sólo a algunos niños. Casi 40.000 personas acudieron al lugar, confiados en ver al Papa Francisco dar la bendición Urbi et Orbi a la ciudad de Roma y al mundo, con ocasión de la Pascua, el día más importante para la Iglesia católica. Una fecha que por primera vez en ocho años coincidía también con la Pascua ortodoxa y que, además, tras cuarto de siglo, se celebraba en pleno Jubileo de la Esperanza.

En cuanto se asomó Francisco al balcón central de la Basílica de San Pedro, los miles de romanos, peregrinos y turistas arrancaron, emocionados, un aplauso. Al Pontífice se le vio ya sin cánulas nasales. Y, de ese modo, mientras avanza su recuperación, pudo lanzar su mensaje ante los fieles: «Queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz Pascua!», desatando el júbilo de los presentes. Tras estas palabras, el Santo Padre dejó que el discurso que él mismo había preparado fuera leído por el maestro de ceremonias, monseñor Diego Giovanni Ravelli.

El mensaje del Urbi et Orbi es uno de los que tienen más carga geopolítica de todo el año para el Pontífice, en el que lamenta los principales conflictos en todo el planeta. En el día en el que la Iglesia católica celebra la «vida» a través de la Resurrección de Cristo, Francisco denunció la «muerte» que «vemos cada día en los numerosos conflictos que afectan a las diferentes partes del mundo», subrayando la «violencia» contra «las mujeres o los niños». En el mensaje pascual, el Santo Padre lamentó el «desprecio» hacia los «marginados», los «más débiles» y «los migrantes».

Ese dolor hacia el trato que tantas veces reciben los migrantes aquejaba al Papa unos minutos antes, justo cuando recibió en su residencia de Santa Marta, en el Vaticano, al vicepresidente de EEUU, J.D. Vance. El encuentro duró apenas unos minutos y se centró en las felicitaciones mutuas por la Pascua. Pero era una foto especialmente buscada por el líder estadounidense -que se convirtió al catolicismo hace seis años-, que concluyó de ese modo su visita de tres días a Roma, que inició el viernes con un encuentro oficial con la primera ministra italiana, Giorgia Meloni. «Gracias por haberme recibido», le dijo Vance a Francisco, porque «sé que no se encuentra bien», mencionando así la convalecencia del Papa.

Aunque el encuentro fue cordial y muy protocolario, el lamento por el «desprecio» hacia los «migrantes» que Francisco quiso subrayar tuvo especial eco por pronunciarse justo media hora después de verse con el número dos de Trump. Y es que la audiencia se inserta en un contexto de relaciones más que controvertidas entre el Vaticano y Estados Unidos en diversas materias, en especial la migratoria, una de las temáticas que más representan a Francisco y a Trump: el primero, por una óptica de apertura; y el segundo, por su visión antagónica.

Las fricciones entre Trump y el Vaticano

El pasado febrero, las fricciones aumentaron entre el Palacio Apostólico y la Casa Blanca por la condena del Papa de las deportaciones de Trump -considerando su política como un ataque a la dignidad humana y al estado de derecho- en una carta a los obispos católicos de EEUU donde se pudo leer que el Pontífice exhortaba «a todos los fieles de la Iglesia católica y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a no ceder ante las narrativas que discriminan y hacen sufrir innecesariamente a nuestros hermanos migrantes y refugiados». La Administración Trump respondió asegurando que el Papa se tenía que «ocupar de los asuntos de la Iglesia» e hizo referencia, de forma polémica, a que «el Vaticano está rodeado por un muro».

El viaje de Vance estos días a la capital italiana ha perseguido, de hecho, avanzar en un deshielo en las relaciones entre Estados Unidos y la Santa Sede, algo que se pudo apreciar en el encuentro que el Vance mantuvo el sábado con el secretario de Estado del Vaticano y cardenal italiano, Pietro Parolin, recibido de modo oficial en el Palacio Apostólico. En un comunicado posterior se quiso subrayar «las buenas relaciones bilaterales» tras un intercambio de opiniones acerca de la situación internacional, en especial sobre «los migrantes, los refugiados y los prisioneros» en países marcados por la guerra.

Aunque la confidencialidad y los modos protocolarios de la vieja diplomacia vaticana, de más de 2.000 años de maquinaria engrasada, marcan ese tipo de encuentros, a Washington le interesa contar con el Vaticano como actor con enorme influencia y capacidad de interlocución en toda la geopolítica global. Un documento que vio la luz en 2022, bajo la Administración Biden, subrayaba la importancia para EEUU de una colaboración estrecha con la Santa Sede en políticas globales, más allá de en asuntos religiosos.

Para los católicos del mundo ha sido una alegría que, tras la bendición Urbi et Orbi, el Papa diera una nueva sorpresa al subirse al papamóvil, algo que no hacía desde hace meses, para saludar a todos los fieles presentes no sólo alrededor de la Plaza de San Pedro, sino también en el comienzo de la contigua Vía de la Conciliación, donde miles de personas, de todas las edades, hacían fotos y vídeos con sus móviles para tener guardado el recuerdo de un Papa Francisco que, no obstante su larga hospitalización hace unas semanas, está lanzando un mensaje de cercanía y presencia en el día más importante para los católicos de todo el mundo. En ese momento, el vicepresidente de EEUU ya preparaba su marcha de Roma. Seguramente con algún mensaje claro del líder de la Iglesia católica para Donald Trump.