Llegada al Ruiz. Imagen: Daniela Luque
Hijos del hielo
Pese a la capacidad de resiliencia de la Tierra, de renacer y dar paso a otras formas de vida, el declive de los glaciares significa mucho más que perder una capa de hielo.
Recientemente, en abril de 2024, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) publicó el documental Hijos del hielo, una producción que narra el valor espiritual y paisajístico de las montañas nevadas, y que explica la relación que tienen comunidades, familias, científicos/as, caminantes, montañistas, guías turísticos/as y demás actores que habitan y recorren los glaciares del país.
Maria Teresa Blanco Ibáñez, socióloga y caminante de la Sierra Nevada de Güicán y El Cocuy, alude al documental para destacar que muchas de las personas que han vivido al borde de estos glaciares, que se consideran hijos/as de las montañas, han atravesado diversas situaciones que han fragmentado su relación y su forma de habitarlas.
Uno de estos procesos fue la “territorialización” que se dió con la delimitación ligada a la fundación de Parques Nacionales Naturales de Colombia (PNN) en 2011.
Con este proceso se limitaron los senderos que se pueden recorrer dentro de cada una de las áreas protegidas, que, para el caso de El Cocuy, se reduce a tres senderos con diferentes dificultades de ascenso.
Si bien este proceso permite a las autoridades competentes tener control sobre el ingreso a los parques, así como una regulación del turismo dentro de ellos, son limitantes que han fragmentado la relación sistémica y espiritual que las comunidades tienen con las montañas que habitan y los servicios que ellas les brindan, según narra Blanco en la monografía «Desvelando el impacto de la territorialización: explorando el parque nacional natural El Cocuy a través de las experiencias de mujeres guías».
Como consecuencia de este proceso, muchas de las comunidades aledañas a los nevados y sierras viven hoy en día del turismo.
Para ello, Parques Nacionales y el Ideam brindan capacitaciones que permiten a las personas formarse como guías o intérpretes ambientales y certificarse.
Para Blanco, esta es una oportunidad para las comunidades de recibir ingresos económicos y subsistir, pero también es el mecanismo que han encontrado para regresar a las montañas, después de las normas dadas por las entidades competentes.
Aún cuando estos procesos han significado importantes cambios, ninguno de ellos es tan significativo como la transformación que se ha dado en estos senderos a causa del derretimiento constante y acelerado de los “cucuruchos” blancos de las montañas que, a lo largo de los años, vieron nacer a tantos hijos.
De acuerdo con Blanco, comunidades campesinas, indígenas e incluso otros actores que han tenido una relación especial con la montaña (caminantes, fotógrafos/as, montañistas, deportistas, entre otros) están en duelo constante por la inminente despedida que les espera.
Blanco, quien ha trabajado con comunidades en el centro del país, asegura que “en este momento el impacto más grande es emocional, porque hemos visto como año a año se va yendo y hay que hacer un duelo de eso tan lindo, tan importante y tan inofensivo que se va a acabar”.
Como investigadora y caminante de estas montañas, Blanco afirma que hay un “apego” entre las comunidades y la montaña que trasciende la relación física con esta y sus servicios ecosistémicos y, por tanto, su pérdida tiene un impacto que no se puede calcular con números.
Por su parte, líderes indígenas en diferentes partes del país han expresado su preocupación.
Según una crónica realizada por National Geographic en 2019, para el pueblo de los arhuacos, la Sierra Nevada de Santa Marta (Chundúa, por su nombre ancestral) es el centro de toda la vida.
«Para ellos, el macizo se trata de una persona completa con pies, cabello y pliegues íntimos como los de la cadera. Tiene senos, venas y, lo más importante, la facultad de pensamiento encerrada en su nieve y hielo”, se afirma.
Gena Steffens, antropóloga e investigadora de la revista, destaca que la pérdida del glaciar significa una ruptura importante en términos ancestrales para algunos integrantes de la comunidad.
Son muchas las personas que han conectado con los glaciares en Colombia y que hoy ven con nostalgia cómo desaparece su abrigo blanco.
Comunidades, científicos, montañistas, fotógrafos y caminantes se niegan a decir adiós a la sierra que despliega su falda sobre el mar Caribe, a los volcanes que acompañan el amanecer en Ibagué y Manizales, a la sierra de El Cocuy, donde cada caída de nieve es un grito de esperanza, o al del Huila, considerado uno de los más salvajes del mundo.
Este artículo se elaboró con el apoyo de Climate Tracker América Latina
RV: EG
Fuente de TenemosNoticias.com: ipsnoticias.net
Publicado el: 2024-08-22 08:14:11
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