Mujeres pescadoras de El Cerrito: un cambio en la tradición
El Cerrito, Magdalena, Colombia — En el Caribe colombiano, la pesca ha sido un oficio tradicionalmente desempeñado por hombres, mientras que las mujeres generalmente se ocupaban de la preparación y venta del pescado. Sin embargo, en El Cerrito, un corregimiento que ha enfrentado décadas de violencia, un grupo de mujeres ha desafiado esta norma. Alrededor de un centenar de madres, hermanas y amigas han asumido el rol de pescadoras debido a la ausencia de sus esposos, quienes han sido víctimas de la violencia de grupos armados en la región.
Resiliencia frente a la adversidad
Luzdary García Segovia, fundadora de una de las primeras asociaciones de pescadoras, comparte la historia de cómo la violencia ha impulsado a estas mujeres a aprender a pescar y hacerse cargo de la economía familiar. «Aquí la mayoría de mujeres son cabezas de hogar. Muchas han quedado viudas debido a la violencia», explica García. A lo largo de los años, muchas mujeres han aprendido a manejar herramientas de pesca en medio de circunstancias adversas, extraídas de la fuerza que les brinda el amor por sus hijos.
Desafíos y peligros del oficio
Las pescadoras enfrentan numerosos retos en su actividad diaria. Las condiciones climáticas, la presencia de caimanes y el riesgo de accidentes al utilizar el trasmallo son solo algunos de los peligros que deben manejar. «Ser mujer pescadora no es fácil, pero se pasa bien», señala Luzdary, quien destaca que, a pesar de los problemas, estas mujeres construyen una red de apoyo y disfrutan de la camaradería en el proceso. Además, algunas de ellas también dedican tiempo a actividades de restauración ambiental en los cuerpos de agua cortando especies invasivas y reforestando con árboles nativos.
Restauración y adaptabilidad ante el cambio climático
La asociación Asococre, bajo el liderazgo de Luzdary, ha implementado iniciativas de restauración en los humedales, un esfuerzo crucial para preservar la biodiversidad y asegurar el sustento de las familias pescadoras. «Cuando termina la época de pesca, trabajamos en un vivero comunitario que busca recuperar los humedales», dice Luzdary. Esta actividad no solo ayuda a la supervivencia de las especies de peces, sino que también promueve la sostenibilidad del entorno natural.
Las mujeres de El Cerrito son un testimonio del empoderamiento y la valentía en un mundo que les ha presentado numerosos desafíos. Cada día, al amanecer, se preparan para salir a las aguas, equipadas con sus atarrayas y esperanzas en busca de sustento para sus familias. «Nosotras somos capaces de todo, y no nos arrugamos ante nada», concluye Luzdary.
Fuente y créditos: www.vozdeamerica.com
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