El oráculo de Omaha, Warren Buffett, entró de lleno en la máxima obsesión de Trump, el déficit comercial de EEUU, y planteó una alternativa a la imposición de aranceles directos. Pensó en un sistema de certificados, que las empresas exportadoras de productos y servicios deberían obtener para vender sus productos en el país, con el objetivo de que las fuerzas del mercado fueran equilibrando la balanza comercial.
Para Buffett los aranceles son una «declaración de guerra» y los ha venido rechazando, pero no significa que al mítico inversor no le preocupe el déficit comercial de EEUU, como le ocurre a Trump, y crea que es uno de los grandes males de la economía estadounidense.
En noviembre de 2003, escribió un largo artículo en la revista Fortune donde abordaba los peligros de los crecientes déficits comerciales de Estados Unidos y la amenaza que suponían para la riqueza de sus compatriotas. Trump la pasada semana exprimió la creatividad mundial con sus aranceles recíprocos, una suerte de respuesta comercial contra los países que gravan a los productos estadounidenses, aunque en realidad hubo un arancel universal para todos los países del 10%. Buffett diseñó un sistema mucho más inteligente y, por lo pronto, evitaba tensiones políticas con socios comerciales de toda la vida como Europa o Canadá.
La solución que propuso Buffett para reducir el déficit comercial implica un mecanismo de Import Certificates, certificados de importación. La base del sistema es que cada dólar de importación se corresponda con un dólar de exportación. «La idea es simple. Cada vez que un exportador estadounidense envía bienes o servicios al extranjero por valor de un dólar, recibiría un certificado de importación por el mismo valor. Ese certificado podría venderlo a cualquier importador que desee traer bienes al país. Para importar un dólar de bienes, el importador tendría que entregar un certificado de un dólar», comenta el mítico inversor.
Como el mercado de derechos de CO2
Las empresas importadoras tendrían que comprar estos certificados a las empresas exportadoras. La demanda de certificados por parte de los importadores y la oferta de certificados por parte de los exportadores determinarían su precio en el mercado. Esto incentivaría las exportaciones, ya que las empresas exportadoras no solo recibirían el pago por sus bienes, sino también la oportunidad de vender los codiciados Certificados de Importación.
La fórmula es muy parecida al mercado de emisiones de CO2. Las empresas y países que necesitan emitir gases por encima de su cuota tienen que comprar derechos de emisión. Según Buffett, los certificados harían que las importaciones fueran más caras para las empresas que no exportan, ya que tendrían que comprar esos derechos. El inversor argumenta que este aumento de costos se trasladaría a los precios, incentivando a los consumidores a comprar productos nacionales.
«El sistema de certificados de importación funcionaría efectivamente como una tarifa variable sobre las importaciones y un subsidio equivalente a las exportaciones, todo determinado por el mercado. A diferencia de las tarifas tradicionales, este sistema no favorecería a industrias específicas ni requeriría intervención política para decidir qué proteger o subsidiar. Además, no violaría acuerdos comerciales internacionales, ya que no discrimina entre países ni productos: simplemente impone un equilibrio global entre lo que compramos al extranjero y lo que les vendemos», escribe Buffett.
Los consumidores pagarían más por productos importados, y los importadores enfrentarían márgenes más bajos o tendrían que subir precios
Reconoce que habría efectos negativos: «Los consumidores pagarían más por productos importados, y los importadores enfrentarían márgenes más bajos o tendrían que subir precios. Pero los beneficios económicos globales compensarían esos costos. En mi opinión, es mejor ajustar nuestros hábitos de consumo ahora que enfrentarnos más adelante a una crisis provocada por una dependencia excesiva del capital extranjero».
En la actual guerra comercial, no solo el oriundo de Omaha se opone a la ofensiva arancelaria. Gurús de la economía como Taleb, Roubini, Summers, Dimon o Dalio creen que la medida va a provocar un daño irreparable en la economía y en la bolsa.
Buffett anticipa que inicialmente habría cierta confusión y adaptación, pero cree que a largo plazo este sistema conduciría a un comercio más equilibrado. También sugiere que sería importante evitar la manipulación del sistema y garantizar que las reglas se apliquen de manera consistente. Sin embargo, el Buffett del año 2003 realiza afirmaciones, que hoy firmaría el propio y cualquier miembro de su Administración: «Los países exportadores, como China, Japón y otros, mantienen sus fábricas en funcionamiento y a sus trabajadores empleados, pero estos beneficios inmediatos tienen un costo a largo plazo que rara vez se discute. Estamos sacrificando empleos manufactureros, perdiendo capacidades industriales clave y acumulando deudas con el extranjero. Al mismo tiempo, nuestras exportaciones enfrentan competencia feroz, en parte porque nuestra moneda está sobrevalorada por el ingreso constante de capital extranjero».
Fuente de TenemosNoticias.com: www.eleconomista.es
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