El huevo es un alimento bastante completo que ha recuperado su lugar en la dieta mediterránea. Si bien hubo un tiempo en el que estaba denostado, hoy en día se recomienda su ingesta varias veces a la semana, por su gran aporte de proteínas de alto valor biológico. Aunque la yema es rica en grasas, éstas son de calidad, y en conjunto contiene ácidos grasos monoinsaturados y ácido oleico, linoleico y omega-3, muy beneficiosos para la salud.
Además, se trata del principal alimento que nos aporta colina, un compuesto imprescindible para desarrollar determinados procesos metabólicos, por no hablar de su alto contenido en vitaminas (A, D, E y K), minerales (fósforo, hierro y zinc), y carotenoides antioxidantes que protegen de la degeneración macular y las enfermedades coronarias.
Eso sí, con los huevos y su manipulación debemos tener cuidado, para evitar contaminaciones innecesarias. Sucede que con las prisas, en muchos hogares preferimos tener unos cuantos huevos cocidos para poder ‘echar mano’ de ellos cuando sea necesario. Hasta aquí todo correcto. Pero, ¿qué pasa cuando se nos mezclan en la nevera con los que están crudos? ¿Cómo aprendemos a diferenciarlos sin romper la cáscara?
Precauciones de manipulación y conservación de los huevos
Todos los beneficios saludables que tiene el huevo, constatados por los principales organismos alimentarios, se irán al traste en el momento en el que lo manipulemos de forma inadecuada. Como explican los expertos de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), el tratamiento térmico tiene especial importancia, tanto desde el punto de vista nutricional como sanitario. El calentamiento no sólo facilita la digestión de las proteínas de la clara, sino que ayuda a liberar vitaminas y minerales y destruye posibles microorganismos contaminantes.

En este sentido, advierten que no es recomendable consumir grandes cantidades de huevo crudo porque contiene una sustancia denominada avidina, que puede originar una deficiencia vitamínica al bloquear la absorción de biotina. El calor también se recomienda para evitar intoxicaciones como la que produce la bacteria salmonella.
Para garantizar que se elimina absolutamente, basta con someter al huevo a una temperatura de 70 °C, durante un par de minutos o más. Una vez cocinados, lo más recomendable es refrigerarlos si no van a consumirse en un breve espacio de tiempo, y volver a alcanzar esa temperatura al recalentarlos.
¿Cómo puedo saber si un huevo está malo antes de cocinarlo?
Antes de compartir el truco que nos va a dar la solución definitiva para saber si un huevo ya está cocido (y no nos acordamos) o es crudo, es importante que aprendamos a distinguir si un huevo que hemos traído del supermercado está en óptimas condiciones, puesto que son delicados en cuanto a frescura y conservación.

Para averiguarlo, tenemos la famosa e infalible prueba del bol de agua, que nos permitirá saberlo sin romper la cáscara. ¿Y en qué consiste? Es muy sencillo: cogemos el huevo crudo, lo sumergimos en un bol de agua con un 10 por ciento de sal disuelta. Si al incorporar el huevo se va directamente al fondo del recipiente, tranquilos, ese huevo está fresco. Si, por el contrario, flota, es mejor desecharlo (a no ser que esté cocido, que los huevos cocidos flotan).
Otro consejo desde la OCU hace referencia al aspecto de la cáscara. Los huevos viejos cambian su densidad debido al aumento de espacio de la cámara de aire que hay entre la membrana interna y la externa. La cáscara del huevo nuevo es áspera y opaca. Cuando es viejo se presenta más lisa y brillante. Si el huevo está agrietado, deséchalo para evitar riesgos sanitarios.
Al abrirlo, el huevo no debe tener ningún olor, y la clara ha de mostrarse limpia, translúcida y gelatinosa. Para finalizar con los consejos de conservación, hay que tener en cuenta que los huevos deben conservarse siempre en el frigorífico, donde debemos colocarlos con la punta más fina hacia abajo. Cuando vayamos a cocinar, sólo deberemos sacar los huevos que vamos a consumir, y no todo el cartón para evitar cambios de temperatura innecesarios.
El truco definitivo para distinguir un huevo crudo de uno cocido
Ahora sí. Para poder diferenciar en la nevera cuáles son los huevos que ya hemos cocido previamente para conservarlos mejor (o porque vamos a cocinar algo posteriormente con ellos) y cuáles están aún crudos, en el caso de que se nos haya mezclado, existe un truco muy sencillo que apenas nos llevará unos segundos. Porque sólo por su aspecto exterior es imposible saberlo…

Obviamente, la idea es no tener que cascar el huevo porque, si es el cocido no hay problema, pero si se trata del que aún estaba crudo vamos a tener que utilizarlo inmediatamente, cuando a lo mejor no estaba en nuestros planes.
Sobre una encimera despejada, coge el huevo del que tienes dudas. Como si se tratase de una peonza, hazlo girar sobre sí mismo con tus dedos: si apenas da unas pocas vueltas y se detiene enseguida, tendrás ante ti un huevo crudo. Si, por el contrario, gira muy rápido, mucho, y termina por ponerse prácticamente de pie, ese huevo está cocido. Un truco sencillo e infalible.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.20minutos.es
Publicado el: 2024-09-19 12:00:00
En la sección: 20MINUTOS.ES – Gastronomía