El biólogo y divulgador Carlos Lobato nos invita, en Animales mitológicos (Pinolia, 2025), a un recorrido apasionante por las criaturas más sorprendentes que han poblado el imaginario humano. El volumen, publicado por Hestia-Pinolia y bellamente ilustrado, ofrece un enfoque riguroso pero accesible que combina la biología y la cultura con un talento divulgativo notable. Desde centauros y dragones hasta vampiros y sirenas, cada criatura es examinada con una mirada que entrelaza ciencia, mitología y simbolismo. Lobato, conocido por su blog La Ciencia de la Vida y sus colaboraciones en Muy Interesante, demuestra en este libro que lo imposible no solo fascina: también puede ayudarnos a comprender mejor nuestros miedos y aspiraciones más profundos.
Entre las criaturas que analiza Lobato, una destaca por su capacidad de evocar tanto horror como belleza: la quimera. Uno de los capítulos del libro está dedicado a esta figura híbrida, que ha viajado desde las leyendas griegas hasta los experimentos más modernos en biotecnología. A través de ejemplos mitológicos, biológicos e incluso artísticos, el autor muestra cómo la quimera sigue siendo un símbolo potente, capaz de encarnar lo impalpable y cuestionar los límites entre lo natural y lo creado.
El mito de la quimera
En la antigua mitología griega, la Quimera era un monstruo temido, símbolo del caos y la amenaza. Su forma era una amalgama imposible: cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de serpiente, con variaciones que incluían una cabeza de dragón y alas. Se decía incluso que escupía fuego, sembrando la desolación a su paso. Este ser encarnaba la mezcla de lo inconciliable, una criatura nacida del terror.
Hija de los monstruos Tifón y Equidna, habitaba en la región de Licia, al suroeste de Asia Menor, donde provocaba el caos. Su iconografía fue ampliamente representada en vasijas griegas, lo que demuestra su profundo impacto cultural. El héroe Belerofonte, montado sobre Pegaso, fue quien logró vencerla, clavándole una flecha en el corazón desde el aire.

Quimeras celulares: cuando dos seres viven en uno
Más allá del mito, la biología nos presenta a las quimeras como organismos formados por células de orígenes genéticamente distintos. Este fenómeno puede ocurrir de forma natural, por ejemplo, cuando dos embriones se fusionan en las primeras etapas del desarrollo, o inducirse artificialmente en laboratorio mediante técnicas de ingeniería genética.
Las quimeras celulares son clave en el estudio del desarrollo embrionario y de la tolerancia inmunológica. En ocasiones, se manifiestan visiblemente: cambios en el color de la piel, tejidos regenerados con ADN distinto tras un accidente, o incluso órganos formados por células con diferente carga genética sexual. Su potencial es enorme en campos como los xenotrasplantes y la medicina regenerativa, al permitir comprender cómo integrar tejidos de distintos orígenes.
En cierto modo, podríamos imaginar a la Quimera mítica como una criatura con células de león, cabra y serpiente, fusionadas en un solo cuerpo. La ciencia, por supuesto, no busca recrear monstruos, pero sí aprovecha estos mecanismos para avanzar en salud y conocimiento.
Las cabras-araña y la biotecnología fantástica
En Utah, el equipo del profesor Randy Lewis logró algo digno de un relato mitológico: cabras modificadas genéticamente para producir seda de araña en su leche. Este material, extraordinariamente resistente y elástico, tiene aplicaciones médicas e industriales, desde chalecos antibalas hasta suturas quirúrgicas.
La idea surgió por la dificultad de criar arañas a gran escala —son agresivas, producen poca seda y sus hilos son variados—. Al insertar el gen productor de espidroína en el ADN de las cabras, se consiguió una producción estable y abundante. Basta con ordeñarlas y extraer la seda de la leche.
Aunque no sean técnicamente quimeras celulares, estas cabras simbolizan la idea moderna de quimera: un organismo que incorpora elementos genéticos de otra especie para obtener una nueva capacidad. El mito se convierte en herramienta biotecnológica.
Criaturas marinas del devónico
En las profundidades del océano, habitan peces conocidos como quimeras o tiburones fantasma. Los Chimaeriformes, supervivientes de la subclase Holocephali, presentan un aspecto tan peculiar que parecen diseñados por un artista mitológico.
Con cabeza voluminosa, boca similar a la de los conejos y cola larga semejante a la de una rata, estas criaturas hacen honor a su nombre. Entre ellas destaca la Chimaera monstrosa, cuyo aspecto bizarro refuerza la idea de que la naturaleza también crea sus propios híbridos, desafiando nuestras categorías.
Estos peces nos recuerdan que lo quimérico no es solo producto de la fantasía, sino que puede hallarse en lo más profundo del mar, oculto entre las sombras de lo desconocido.

La belleza imposible de Pegaso
Pegaso, el caballo alado que ayudó a Belerofonte a derrotar a la Quimera, también es una quimera. Mezcla de ave y mamífero, representa una imposibilidad biológica: ningún vertebrado puede tener más de cuatro extremidades funcionales y un caballo con alas necesitaría seis.
En términos anatómicos, las alas de Pegaso tendrían que surgir de una estructura similar al quiridio, presente en todos los tetrápodos. Pero no hay espacio evolutivo para que un caballo desarrolle un par de alas sin perder otra parte del cuerpo. La escultura de Nadia Guthmann en la UNSAM, que representa a Pegaso mostrando un ave en su interior, simboliza esta contradicción de forma poética.
Pegaso no existe, pero su belleza permanece. En nuestra imaginación lo dotamos de alas de águila o albatros, y lo convertimos en símbolo de libertad. Es una quimera que vuela no por biología, sino por deseo.

Unicornios y narvales: la quimera del cuerno
El unicornio, ese caballo con un solo cuerno en espiral, ha sido símbolo de pureza, magia y poder en muchas culturas. Desde la India de Ctesias hasta los bestiarios medievales, su imagen ha representado lo inalcanzable.
Pero la biología encontró una posible raíz en el narval, mamífero marino del Ártico cuyo colmillo en espiral puede alcanzar los tres metros. Este diente modificado inspiró leyendas y estafas: durante siglos, se vendieron colmillos de narval como auténticos cuernos de unicornio.
Aunque distintos en especie y entorno, ambos comparten un rasgo fascinante: la fusión entre belleza y misterio. Uno nada entre hielos; el otro galopa por el mito. Ambos son, en cierto modo, quimeras de nuestra imaginación.
Grifos e hipogrifos: anatomía de lo imposible
El grifo, con cuerpo de león y parte delantera de águila, y el hipogrifo, mezcla de águila y caballo, desafían las leyes de la biología. Sus seis extremidades —cuatro patas y dos alas— son un rompecabezas anatómico que solo encuentra lógica en la heráldica o en la fantasía.
Algunos investigadores han sugerido que los fósiles de ceratópsidos, como el Protoceratops, inspiraron estas criaturas. Sin embargo, otras investigaciones descartan esa hipótesis por falta de pruebas iconográficas. Más probable es que surgieran de la fusión imaginativa de animales conocidos, como felinos y aves.
A pesar de sus incongruencias, grifos e hipogrifos siguen fascinando. Son quimeras del aire, portadoras de mensajes celestiales o guardianes de tesoros legendarios.
¿Podrían volar nuestras quimeras?
La pregunta no es trivial: si Pegaso, los grifos o los hipogrifos existieran, ¿podrían volar? La biología nos dice que criaturas tan pesadas necesitarían alas inmensas, huesos huecos y una musculatura muy especializada, como la de los pterosaurios.
Una posible solución anatómica sería fusionar el hombro de las patas delanteras con el de las alas, como en los murciélagos. Pero en caballos, leones o águilas reales no existe esta articulación. Además, para mantener el equilibrio y la elegancia que representan estas figuras, las adaptaciones necesarias resultarían grotescas.
Así, el vuelo de estas quimeras queda relegado al mundo simbólico. Su grandeza no radica en la física, sino en lo que evocan cuando las imaginamos sobrevolando montañas y castillos.
La esfinge: entre enigma y biología
Con cuerpo de león y cabeza humana, la esfinge es otra quimera célebre. En Egipto, simbolizaba la sabiduría y el poder real, encarnado en el faraón. La Gran Esfinge de Guiza, tallada hace más de cuatro mil años, continúa siendo un misterio arqueológico.
En la mitología griega, la esfinge aparece como guardiana de un enigma: ¿qué ser camina con cuatro patas por la mañana, dos al mediodía y tres al anochecer? La respuesta, el ser humano, convierte el mito en metáfora del ciclo vital.
Desde el punto de vista biológico, la esfinge representa la fusión entre humano y felino. Como todas las quimeras, nace de la mezcla de lo conocido, pero también de la necesidad de dotar a los mitos de forma tangible.
El enigma de las quimeras humanas
En los laboratorios del siglo XXI, las quimeras humanas son una posibilidad real. El equipo de Juan Carlos Izpisúa logró crear embriones con células humanas y de macaco, deteniendo su desarrollo antes de la tercera semana. El objetivo: avanzar en el cultivo de órganos para trasplantes.
Pero el quimerismo humano también ocurre de forma natural. Existen casos documentados de personas con dos tipos de ADN, fruto de la fusión de dos embriones en etapas tempranas. Estos individuos pueden tener tejidos con genética distinta en distintas partes del cuerpo.
Lo que antes era patrimonio de la mitología, hoy plantea desafíos éticos y científicos. Las quimeras humanas nos obligan a redefinir qué significa ser uno, y hasta qué punto la biología puede reescribir nuestros límites.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2025-06-27 13:13:00
En la sección: Muy Interesante