En el corazón del delta del Ródano, al sur de Francia, un equipo multidisciplinar de científicos ha sacado a la luz lo que podría ser una de las infraestructuras hidráulicas más antiguas construidas por los romanos fuera de Italia. Durante siglos, su ubicación exacta se perdió en el tiempo, escondida bajo capas de sedimento y siglos de transformaciones geográficas. Hoy, gracias a una combinación de geoarqueología, análisis paleoambiental y tecnología de prospección subterránea, los investigadores están más cerca que nunca de confirmar que se trata del legendario Canal de Marius, una obra construida durante las Guerras Cimbrias que cambió el curso del comercio y la guerra en la Galia romana.
Un canal en plena guerra: logística al servicio del imperio
El canal fue supuestamente excavado entre los años 104 y 102 a. C. por orden del general romano Cayo Mario, tío político de Julio César y uno de los estrategas más destacados de la República. Su propósito era claro: abastecer por mar a las tropas desplegadas cerca de Arles para frenar el avance de los cimbrios y teutones, tribus germánicas que amenazaban con atravesar los Alpes y llegar a Italia.
Este canal conectaba el Ródano directamente con el Mediterráneo, evitando los peligrosos bancos de arena y canales cambiantes en las desembocaduras naturales del río. Su construcción supuso un logro técnico colosal y una ventaja estratégica que permitió a Roma reforzar rápidamente su presencia militar en la región, asegurando un suministro constante de víveres, tropas y material de guerra desde Italia.
Un misterio de casi dos mil años
A pesar de su importancia, el Canal de Marius desapareció del paisaje y de la memoria histórica. Fue mencionado por última vez en fuentes romanas del siglo I d. C., como las obras de Plinio el Viejo, y desde entonces su ubicación fue motivo de debate y especulación entre historiadores y arqueólogos.
Durante generaciones, se propusieron múltiples rutas probables, desde canales laterales al actual Ródano hasta estructuras enterradas en las marismas costeras. Pero ninguna prueba parecía definitiva. Eso cambió en 2013, cuando una prospección geofísica en las marismas de Vigueirat, al sureste de Arles, detectó una anomalía lineal de unos 30 metros de ancho, con características que no encajaban con formaciones naturales.

Cerámica, estacas y plataformas: señales de actividad romana
En los años siguientes, arqueólogos y geólogos empezaron a excavar con cautela el entorno de esa estructura subterránea. Lo que encontraron alimentó una hipótesis cada vez más sólida: restos cerámicos de época romana, dos estacas de madera datadas entre los siglos I y IV d. C., y dos grandes plataformas de piedra —posiblemente muelles o zonas de carga— construidas con materiales usados entre el siglo I a. C. y el siglo III d. C.
Aunque estos hallazgos no bastaban por sí solos para identificar el canal, abrían una vía prometedora para futuras investigaciones. Pero aún faltaba algo más contundente: evidencias geoarqueológicas que demostraran que se trataba de una infraestructura artificial, diseñada para la navegación y en uso durante la época romana.
Un canal excavado en una laguna olvidada
Ahora, gracias a un ambicioso estudio publicado en Journal of Archaeological Science: Reports, dirigido por el geoarqueólogo Joé Juncker y su equipo, esa evidencia ha empezado a emerger. Mediante el análisis de núcleos de sedimento extraídos a gran profundidad en distintos puntos de la anomalía detectada, los científicos han reconstruido la historia geológica y ambiental del lugar.
El canal habría sido parcialmente excavado aprovechando un antiguo brazo del Ródano y una laguna costera que existía antes del siglo I a. C. Los datos de datación por carbono 14, junto con el análisis del tamaño de los granos, la materia orgánica, los carbonatos y la susceptibilidad magnética, revelan una secuencia coherente: primero, la excavación de un canal navegable; luego, su uso continuado durante varios siglos; finalmente, su progresivo abandono y colmatación a partir del siglo III o IV.
Uno de los aspectos más interesantes del estudio es que la estructura tiene una anchura de unos 30 metros, mucho menor que la de los cauces fluviales naturales en la zona, pero exactamente en línea con otros canales artificiales romanos conocidos. Esto refuerza la idea de que no se trata de un simple paleocauce, sino de una vía diseñada para el tráfico de embarcaciones.

¿Una infraestructura con funciones militares y comerciales?
Aunque el origen del canal se asocia directamente a la campaña militar de Cayo Mario, las evidencias indican que su uso se prolongó más allá del contexto bélico. Las plataformas de piedra halladas al sur de la estructura, junto con la cerámica comercial y la datación prolongada del uso, sugieren que el canal se integró en el sistema portuario de Arles, sirviendo como vía de entrada para mercancías del Mediterráneo hacia el interior de la Galia.
Durante los siglos posteriores, especialmente bajo el Alto Imperio, el canal podría haber funcionado como parte del sistema de puertos conocido como Fossae Marianae, un conjunto de instalaciones portuarias mencionadas en itinerarios romanos y mapas antiguos. Su existencia habría sido clave para conectar la ciudad de Arles —convertida en colonia romana en 46 a. C.— con el comercio marítimo, potenciando su crecimiento económico y su papel como nodo logístico.

Lo que falta por descubrir: los próximos pasos
A pesar de las evidencias presentadas, los propios investigadores reconocen que todavía no se puede afirmar con certeza absoluta que se trate del Canal de Marius. Para ello, harían falta hallazgos más concluyentes, como restos de caminos de sirga (utilizados para arrastrar barcos desde tierra), muelles de carga o inscripciones que vinculen directamente la obra con su constructor.
El hallazgo, sin embargo, ya ha reavivado el interés por la ingeniería hidráulica romana en Occidente. Hasta ahora, se conocían numerosos ejemplos de acueductos, presas y molinos, pero los canales navegables romanos fuera de Italia eran escasos y poco documentados. Esta investigación abre nuevas posibilidades para comprender cómo Roma adaptó su tecnología al paisaje de la Galia, integrando sus conquistas en redes logísticas complejas y efectivas.
Además, el enfoque metodológico del estudio —que combina técnicas de geoarqueología, paleogeografía, datación y análisis estratigráfico— podría servir de modelo para localizar otras infraestructuras similares enterradas bajo paisajes modernos.
En un mundo donde la mayoría de las grandes obras del pasado han sido identificadas, este hallazgo demuestra que aún quedan secretos por revelar bajo la superficie. Y que, a veces, una zanja olvidada en una marisma puede contener las claves de toda una estrategia imperial.
Referencias
- Juncker J, Salomon F, Rousse C, et al. Geoarchaeological evidence of a buried navigable Roman canal in the Rhône delta (France): The Marius canal hypothesis. J Archaeol Sci Rep. 2025;62:105034. doi:10.1016/j.jasrep.2025.105034
Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2025-03-27 09:40:00
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