Con sus leyendas de pistoleros, buscadores de oro y ciudades sin ley, el salvaje Oeste sigue siendo motivo de fascinación. Tierra de aventuras y peligro, sigue expendiendo su particular mitología, pero ¿sabemos cómo era la vida de los colonos americanos?
El café fue una de las bebidas más populares en el Oeste. Fuente: Pixabay
El término salvaje Oeste se utiliza para designar un período histórico que abarca la segunda mitad del siglo XIX, aproximadamente. Se caracterizó por una expansión masiva hacia la costa oeste de Norteamérica que llevó a colonos de procedencia diversa a instalarse en nuevos territorios en busca de una vida mejor. Ese deseo, sin embargo, se vio empañado con frecuencia por la violencia, la pobreza y la desgracia.
Un mundo de frontera
El Oeste estadounidense o la frontera, como también se le conoce, era un espacio de geografía heterogénea que incluía desde los desiertos de Arizona hasta las imponentes montañas Rocosas. Esta variedad de espacios determinó las posibilidades y modo de vida de sus habitantes.
Los colonos que se desplazaron a los Estados Unidos tenían un origen étnico muy diverso. Había desde individuos británicos y europeos hasta chinos y afroamericanos. En este ámbito social tan heterogéneo tampoco hay que olvidar a las naciones indígenas que, con la llegada de los colonizadores blancos, sufrieron masacres y persecuciones sistemáticas.
Uno de los aspectos más trágicos de la vida cotidiana en el Oeste concierne al constante conflicto entre los colonos y las poblaciones indígenas. A lo largo del siglo XIX, el gobierno de los Estados Unidos llevó a cabo una política agresiva de desplazamiento forzoso de las comunidades indias como los sioux, los cheyenne y los comanches, quienes veían cómo sus tierras ancestrales eran invadidas y explotadas, y sus miembros, exterminados. Po tanto, la idea del salvaje Oeste como una realidad peligrosa se correponde con la realidad histórica.
Cowboy 1902. Fuente: Wikimedia
Los asentamientos de los colonos
La mayoría de familias que emigraban hacia el Oeste buscaban beneficiarse de las oportunidades económicas que ofrecía la Ley de Asentamientos Rurales (Homestead Act) de 1862. Auspiciada por el presidente Abraham Lincoln, la Homestead Act expandía leyes previas en materia de asentamiento y permitía a cualquier ciudadano reclamar para sí 160 acres (unas 65 hectáreas) de tierra si se comprometía ocuparla y trabajarla durante cinco años.
La vida cotidiana en estas tierras colonizadas resultaba muy dura. Las mujeres no solo se ocupaban de las tareas domésticas y el cuidado de los hijos, sino que también realizaban labores como ordeñar las vacas y cultivar la tierra.
Las viviendas de los pioneros solían ser pequeñas y de factura rudimentaria. Se construían aprovechando los recursos locales presentes en cada región. En las llanuras, ante la ausencia de madera, los colonos construían sus casas con adobe, un material que exigía un mantenimiento constante. En las áreas de montaña, se recurría a cabañas de troncos. Muchas familias vivían a kilómetros de distancia de sus vecinos más cercanos, lo que incrementaba la soledad y la sensación de peligro.
Siega finales del XIX. Fuente: Wikimedia
Ganarse la vida en el Oeste
Tres sectores económicos dominaban el mundo de la frontera: la agricultura, la ganadería y la minería. En el contexto de expansión hacia el oeste, todas ellas conllevaban peligros. Los campesinos se enfrentaban a sequías, plagas de langostas y carencias infraestructurales que podían comprometer las cosechas y abocarlos al hambre.
El trabajo en las minas y la fiebre del oro de California prometían grandes ganancias. Sin embargo, los accidentes, las duras condiciones laborales y las altas tasas de violencia y criminalidad vinculadas al ejercicio de la minería contribuyó a reforzar la image del Oeste como un territorio salvaje.
La ganadería fue otra actividad económica prominente y, quizás, la más emblemática en el imaginario cultural posterior. Estados como Texas, dotados de un clima seco y de amplias praderas, eran ideales para dedicarse al pastoreo extensivo de ganado mayor. Esta actividad económica nos ha legado la imagen del vaquero que conduce a las grandes manadas de vacas a lo largo de cientos de quilómetros para su venta.
Vida en la frontera según una fotografía de 1893. Fuente: Wikimedia
El papel de la ley y el orden
La vida en el salvaje Oeste estaba desprovista de un orden jurídico claro. Esto favoreció la emergencia de pistoleros, forajidos y autoridades locales como los sheriffs. La ley se aplicaba de manera fragmentaria y a menudo dependía más de las decisiones de la comunidad que de la intervención estatal en el región.
No eran infrecuentes los grupos de ciudadanos que decidían tomarse la justicia por su mano, sobre todo en aquellas circunstancias en las que las autoridades locales, por debilidad o corrupción, no hacían cumplir la ley. Esto solía desembocar en abusos e injusticias. Por todo ello, las ciudades fronterizas, como la famosa Tombstone, se convertían en escenarios frecuentes de muerte y violencia.
La dieta de los pioneros y colonos
Los pioneros que se asentaban en las áreas rurales dependían, sobre todo, de los productos que podían cultivar ellos mismos. Las familias solían disponer de huertos donde cultivaban vegetales fácilmente almacenables como patatas, maíz, alubias y calabazas, productos que también formaban la dieta básica de la mayoría de tribus indias. Los colonos criaban gallinas para obtener huevos, así como cerdos y vacas que producían carne, manteca y productos lácteos.
El pan de maiz, el pan de soda, la carne curada y los guisos de alubias eran algunos platos básicos de la dieta cotidiana. El café constituía una de las bebidas predilectas entre los vaqueros que se desplazaban a lo largo de las praderas. Los mineros recurrían a conservas de carne y productos en salazón para alimentarse en el día a día.
El café fue una de las bebidas más populares en el Oeste. Fuente: Midjourney / Eugenio Fdz.
Cómo pasárselo bien en la frontera
Aunque la vida en el salvaje Oeste era dura y llena de peligros, también había espacio para el ocio. Los colonos y pobladores podían asistir a los bailes que se celebraban en los salones, participar en las competiciones de tiro y socializar con sus vecinos en las ferias locales, sobre todo en las ciudades ganaderas y mineras. Los salones característicos del Oeste funcionaban como centros de la vida social, donde se podían cerrar negocios o recibir noticias de lo que sucedía en otras regiones.
A pesar de las normas sociales restrictivas de la época, las mujeres también participaban en los bailes y la organización de eventos comunitarios. Las iglesias y las escuelas ofrecían a las comunidades, además, espacios de encuentro que ayudaban a crear un sentido de continuidad cultural y a compartir valores comunes en un entorno a menudo hostil.
Referencias
- The Women’s West. University of Oklahoma Press.
- Cronon, W. (1991). Nature’s Metropolis: Chicago and the Great West. W. W. Norton & Company.
- Elliott West, T. (2009). The Contested Plains: Indians, Goldseekers, and the Rush to Colorado. University Press of Kansas.
- Limerick, P. N. (1987). The Legacy of Conquest: The Unbroken Past of the American West. W. W. Norton & Company.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2024-09-30 07:03:45
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