Sin duda, mi obra gráfica favorita dedicada al canibalismo se debe al sin par Roland Topor. El talentoso artista, fundador del grupo Panic, que actualiza el arte del surrealismo coincidiendo con el Mayo del 68, se saca de la chistera una idea genial: La cocina caníbal (1970). Se trata, como indica el propio título del libro, de un original y divertido recetario caníbal surgido de su portentosa imaginación.
Su fuente de inspiración es, como siempre, la realidad, la terrible realidad. En el prólogo de la obra, Topor cita noticias de prensa, a cada cual más macabra: desde una mujer rusa que cocina a su marido y se lo sirve a sus familiares en una cena de Navidad a un tipo que pone un anuncio en prensa en el que busca de un cómplice para que le mutile y devore paulatinamente, en diversos encuentros pactados.
Pero con este funesto punto de partida, consigue arrancar una sonrisa al lector, ya que crea una de las obras de humor negro más divertidas de la historia.
‘Misterious Adventure’ núm. 5 (1951), de Bill Fraccio.
El canibalismo entra dentro de los parámetros temáticos de su grafismo; y riéndose del Thanatos descubierto por Freud, al que tanto partido sacaron los surrealistas, plantea en su obra un acercamiento a la figura humana en la que todo es susceptible de ser retorcido, lacerado, amputado o devorado. Dibuja ideas tan geniales como un torso de mujer en el que el seno derecho devora al seno izquierdo; una madre sin pecho, porque su bebe, dotado de una portentosa dentadura, se ha alimentado literalmente de sus senos al ser amamantado; un hombre que se arranca sus labios y dientes para comérselos; otro que ha seccionado una porción con forma de raja de melón o sandía del vientre de una mujer embarazada y la consume con el mismo placer que se comen estas frutas veraniegas cuando el calor aprieta, etc.
Muchas de estas ilustraciones que nombro aquí someramente, acompañan a las diversas ediciones de este libro; pero el potencial gráfico de Topor no debe hacernos olvidar su talento para la escritura; y es que en el texto de su Cocina caníbal hay consejos culinarios tan acertados como que «los generales son duros de pelar, pero fáciles de cocer»; por no hablar de recomendaciones a la hora de tratar los alimentos como: «Cocer a los recién nacidos en leche es un modo de preparar a los bebés excelente, que lejos de endurecer el alma, la enternece»; o recetas tan elaboradas como: «Lengua de fumador: saje la piel de la lengua. Frote la lengua con piedra pómez y después póngala en una fuente de porcelana con cebollas, chalotas, ajo, tomillo, laurel, espolvoree con pimienta, curry, páprika y cúbralo todo con sal gris. Guárdelo al fresco en una vasija tapada durante quince días. Retire entonces la lengua, sacúdala y cuézala durante tres horas en vino blanco. Sacarla, secarla y está lista para ser servida. Se esfuma absolutamente en la boca».
‘La balsa de la medusa’ en Deshechos históricos, de Don Julio.
DESHECHOS HISTÓRICOS, DE DON JULIO
Otro autor que le ha sacado un jugo tremendo al tema del canibalismo es Julio Serrano, alias Don Julio, que en su serie Deshechos históricos, publicada en forma serializada en la revista El Jueves, da buena cuenta de los personajes menos gratificantes de la historia de la humanidad. Así, junto a grandes genocidas y a los personajes más disparatados y extremos de nuestra historia, abre un pequeño hueco para los caníbales.
Hay diversas historias cortas dedicadas a esta afición de consumir a los de nuestra propia especie y me gustaría destacar tres de ellas que me resultan especialmente interesantes.
La primera está dedicada al naufragio y posterior rescate del barco francés La medusa, acaecido en 1816. Como es sabido, 150 de los casi 400 tripulantes se apiñaron en una balsa improvisada de 15 por 8 metros, que debía ser remolcada por los botes salvavidas hasta la costa, pero al verse lastrados por su peso, se decide soltar las amarras y abandonar la balsa y sus ocupantes a su suerte. Tras trece días navegando a la deriva, se rescata a los 15 únicos supervivientes. Este suceso conmociona a toda Francia y el pintor Géricault lo inmortaliza en un óleo pintado entre 1818 y 1819, que hoy día se encuentra en la colección del museo del Louvre. Pero el tratamiento romántico del tema no muestra muchas de las penurias que pasan los náufragos; entre las que se incluye el canibalismo (se comían trozos de los muertos secados al sol) o el consumo de orina para no morir del sed. Don Julio, con el humor escatológico que le caracteriza, relata esta escabrosa tragedia sin omitir ninguno de los detalles oscuros que el pintor francés excluye en su obra.
Pero la grandeza de la serie de Deshechos históricos radica en que no se centra exclusivamente, como es el caso que acabo de citar, en aquellas personas obligadas a realizar prácticas extremas por circunstancias igualmente excepcionales, sino que da cabida a personajes e incluso tribus enteras que practican el canibalismo con placer y de forma habitual.
Es el caso, por ejemplo, del pastor metodista Thomas Baker, que en 1859 llega a las islas Fiji con la clara misión de evangelizar a los paganos más alejados geográficamente de la civilización. Por desgracia, las remotas tribus con las que toma contacto pertenecen a los escasos pueblos caníbales que aún habitaban el mundo y el buen pastor acaba siendo devorado por un jefe tribal y sus seguidores.
Aunque, sin duda, mi historieta favorita es la que dedica de forma monográfica a la evolución del canibalismo a lo largo de la historia, donde repasa las raíces de esta práctica que incluye motivaciones como la creencia ancestral de que al devorar a otro ser humano el comensal adquiere las mejores cualidades del la persona que ha sido consumida.
También se ocupa de diversos casos corroborados históricamente por fuentes literarias como la Biblia, de la que cita el fragmento de Eliseo y el sitio de Samaria, en el que una mujer pide justicia al rey de Israel con las siguientes palabras: «Esta mujer me dijo: «Da acá tu hijo y comámoslo hoy, y mañana comeremos el mío. Cocimos, pues, a mi hijo y lo comimos». El día siguiente yo le dije: «Da acá tu hijo y comámoslo». Más ella ha escondido a su hijo. Cuando el rey oyó las palabras de aquella mujer, rasgó sus vestidos y pasó así por el muro; y el pueblo vio el cilicio que traía interiormente sobre su cuerpo. Y él dijo: «Así me haga Dios, y aun me añada, si la cabeza de Eliseo hijo de Safat queda sobre él hoy»».
Pero Don Julio no se ocupa solo de los casos acaecidos en tiempos remotos, sino que también pone el acento en ejemplos de canibalismo mucho más recientes en el tiempo; como James S. Jameson (el heredero de la época de la conocida marca de whisky); un auténtico psicópata que en 1888 viaja al Congo, compra a una esclava de 10 años y se la entrega a una tribu de caníbales por el simple hecho de que quería ver cómo la devoraban.
También se ocupa de Issei Sagawa, que en 1981 era un estudiante japonés en París obsesionado con otra estudiante neerlandesa llamada Renée Hartevelt. Tras ser rechazado varias veces por ella, Sagawa la asesina por la espalda de un disparo y procede a desmembrarla para, posteriormente, comérsela.
El juicio fue más que sonado y fue declarado mentalmente perturbado y condenado a prisión. Pero un tecnicismo hace que un hábil abogado consiga su libertad en apenas dos años y es deportado de vuelta a su Japón natal. Allí escribe un libro sobre este asesinato que llega a ser en un auténtico betseller y se convierte, por así decirlo, en el gran especialista en este tipo de literatura, escribiendo otros volúmenes dedicados a otros asesinos caníbales como él. Llega a ser una celebridad mediática en su país, acudiendo como contertulio a diversos programas de televisión, incluso, realizando pequeños cameos como actor para el cine.
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MIGUEL ÁNGEL MARTÍN, EL CANIBALISMO SIN HUMOR
Este popular historietista e ilustrador leonés se empeña en demostrarnos a través de sus creaciones que vivimos en una sociedad macabra y cruel; y que dicha realidad, rara vez sale a la luz, y generalmente es cómodamente desoída por todos nosotros.
Quizá por ello, la retrata de forma aséptica y cruda; no le hace ascos a ningún tema por extremo que este sea, incluido el canibalismo.
En su obra Snuff2000, recogida en el recopilatorio Ultra brutal (2021), se incluye una historieta cuyo título es perfectamente descriptivo respecto a su macabro contenido: «Good to eat (Bueno para comer)». Se trata de una recreación de Martín basada en las declaraciones de Ottis Toole, el famoso asesino en serie de EE. UU. conocido como el caníbal de Jacksonville. Ante la policía, el psicópata afirma: «Los niños y las niñas de entre 8 a 10 años saben igual asados. Pero el sabor es ligeramente diferente cuando son adolescentes. Puedo notar la diferencia de un chico y una chica de 14 años asados, incluso con salsa picante». Cualquier rastro de humor que aligera lo macabro del canibalismo desaparece en el trabajo de Martín.
Creo que, por esa razón, ve un alma gemela en la figura de Ruggero Deodato, el mítico director del filme Holocausto caníbal, el filme más censurado de la historia, ya que se presenta al público como un engaño; es decir, haciéndolo pasar por un documental y no por una recreación ficticia.
El cineasta era un hombre vinculado de forma muy estrecha con el mundo del cómic y un gran admirador del trabajo de Miguel Ángel Martín. A ambos les une igualmente que la justicia haya embargado en su momento sus trabajos de ficción por considerarlos extremos; de modo que cuando Deodato se plantea rodar una segunda parte de su Holocausto caníbal contacta con Martín, que ilustra profusamente el nuevo guion del director italiano.
Aunque finalmente el filme no llega a producirse, el guion y los dibujos de Martín ven la luz en un libro titulado Holocausto caníbal 2 (2018).
OTROS CÓMICS CANÍBALES
Lo cierto es que el canibalismo en el cómic no se acaba con los ejemplos que he citado hasta ahora. Así por ejemplo, Pedro Cifuentes en su Historia de España en cómic: la prehistoria en la península ibérica (2022) nombra con acierto que, con toda probabilidad, nuestros antepasados más remotos practicaban el canibalismo.
Por lo general, el devorar a los de nuestra propia especie suele aparecer asociado en muchos comics occidentales a prácticas bárbaras propias de antiguas colonias occidentales que simplemente tildamos de pueblos o culturas primitivas. De este modo, se difunden estereotipos denigrantes con culturas diversas a la europea o norteamericana, que, con excesiva ligereza, reduce a dichas culturas al arquetipo de la tribu caníbal que intenta comerse al héroe blanco que aventura en cualquier tierra remota y alejada del mundo occidental. Así sucede por ejemplo en cómics de prensa tan conocidos como Mutt&Jeff (1929) o en Popeye, que en la aventura titulada Plunder Island (1933) narra cómo el simpático y glotón Pilón es invitado por el rey de una tribu africana a comer, sin sospechar que el sonriente monarca va a intentar convertirle en el plato principal del menú del día.
La consabida imagen del occidental atado a un poste, a la espera de que una gigantesca olla con agua caliente para cocerlo vivo (o ya dentro de ella para hacerse a fuego lento), es uno de los lugares comunes del cómic de aventuras ambientado en las selvas más exóticas; y con el tiempo, termina por convertirse en un icono ineludible en ilustraciones de revistas pulp y cómics norteamericanos de la llamada Edad de Oro de los comics-books (1937-1960).
El arquetipo aparece en todo tipo de géneros, desde el terror al humor, añadiendo en muchos casos una lectura erótica (una vez más el consabido Eros y Thanatos freudiano), como sucede por ejemplo en Misterious Adventures núm. 5 (1951) o el número 4 de la revista Mirth (1955).
El comic norteamericano para adultos, en fechas mucho más recientes, sigue la estela del cine de terror de la película de culto La matanza de Texas (1974), de Tobe Hooper, y siguiendo esta estela crea diversos cómics protagonizados por familias caníbales. Así por ejemplo, destaca el trabajo de Peter Milligam y Dean Ormston en Los carnívoros (1995).
Pero hay una última vuelta de tuerca al tema del canibalismo que ha encontrado un importante nicho de mercado en el cómic adulto del siglo XXI: el universo de los zombis. No se trata de muertos vivientes propiamente dichos. Es decir, no evocan a un muerto que resucita y cuya voluntad es controlada por parte de un hechicero, tal y como marcan los cánones clásicos del vudú; sino que recurren a otro arquetipo bien distinto: una suerte de infección, algo así como la rabia, que afecta al sistema nervioso humano y lo altera, convirtiendo al hombre en un animal violento que vive solo para devorar carne humana y que, como los perros salvajes, caza en manada.
Diferentes portadas de ‘Crossed? (2011 y 2013), de Raúlo Cáceres
LOS ZOMBIS DE RAÚLO CÁCERES
Seguramente, uno de los historietistas que se ha ocupado de forma más intensa de este último tipo de zombis es el cordobés Raúlo Cáceres. Lector desde la adolescencia de los cómics de terror americanos de la década de los años 70 y apasionado del cine de este género de serie B, su grafismo sintetiza y actualiza la estética clásica del cómic gore. Quizá por ello, es uno de los autores de portadas e historietas que ha trabajado de forma más intensa con la editorial Avatar, casa editorial que supo abrirse hueco con este género en el difícil mercado del cómic americano del siglo XXI.
Y es que el universo temático de Raúlo Cáceres es siempre apocalíptico, haciendo buena la lectura más simbólica, contemporánea y aterradora del icono del zombi; esa que simplemente lo presenta en toda su crudeza, como un ser humano abatido que ha perdido toda su humanidad y, siguiendo la ley de la selva, devora o es devorado en este decadente mundo del siglo XXI.
Sus trabajos más conocidos en los que abunda el canibalismo son la serie Crossed, la adaptación al cómic de la mítica saga cinematográfica Night of the Living Dead, y Extiction Parade, del escritor Max Brooks, el escritor de temática zombi más vendido de la actualidad.
En todas estas colecciones, el canibalismo más brutal es el gran protagonista de sus portadas, que Raúlo Cáceres resuelve en un extraordinario blanco y negro realizado a pincel con tinta china.
En su grafismo, se practica el horror vacui; y el elemento que aparece por doquier en casi todas sus ilustraciones, ocupando cada centímetro libre del papel, son las vísceras, la sangre y el cuerpo humano lacerado o mutilado de mil maneras diferentes. Su trabajo, visto en conjunto, es un auténtico desfile de imágenes extremas con cuerpos abiertos en canal para ser devorados por los distintos caníbales que protagonizan estas series. Y es que esta sobresaturación de vísceras y sangre deviene en estilo, y se convierte en una marca personal de Raúlo Cáceres. El historietista termina supeditando cualquier sentido objetual o temático de la víscera dentro de la ilustración, hasta reducirla a mero motivo decorativo; que por otra parte, es el responsable de la potencia visual de todas sus imágenes.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2024-07-31 07:30:00
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