Alrededor de las Cruzadas se han forjado mitos y leyendas que la literatura se ha encargado de difundir. Uno de los romances más famosos de la epopeya cristiana lo escribió un poeta durante la Tercera Cruzada (1188-1192). Su protagonista era, por supuesto, un caballero, de nombre Raúl de Coucy, perdidamente enamorado de la esposa del señor feudal de Fayel.
En la miniatura del siglo XV, el rey inglés Ricardo I parte hacia Tierra Santa durante la Tercera Cruzada. Foto: Getty.
El soldado se apuntó a las Cruzadas para poder estar más cerca de su amada Gabriela, que también viajaba a Palestina acompañando a su esposo. Pero Coucy murió en una batalla y antes de expirar le pidió a un fiel amigo que entregara su corazón a su dama enamorada. Sin embargo, el señor de Fayel se enteró del episodio de infidelidad y en un ataque de celos obligó a su mujer a comerse el corazón del caballero.
Las normas del Temple
La regla templaria más antigua de la que se tiene noticia fue la redactada en Troyes y escrita, probablemente, en latín. Los templarios vivían bajo la regla de los agustinos, que en Troyes se sustituyó por la cisterciense (la benedictina que había modificado y que profesaba Bernardo de Claraval). Para elaborarla, Hugo de Payns expuso ante los presentes las necesidades de la Orden y se dispusieron, artículo por artículo hasta un total de 75, incluso los más mínimos detalles: la forma de ayunar o de llevar el peinado, los rezos y oraciones, el armamento…
Sirva de ejemplo el artículo X, Del comer carne en la semana: “En la semana, si no es en el día de Pascua de Natividad, o de Resurrección, o de festividad de Nuestra Señora, o de Todos los Santos, basta comerla en tres veces, o días, porque la costumbre de comerla, se entiende, es corrupción de los cuerpos. Si el martes fuere de ayuno, el miércoles se os dé con abundancia. En el domingo, así a los caballeros como a los capellanes, se les dé sin duda dos manjares, en honra de la santa Resurrección; los demás sirvientes se contenten con uno y den gracias a Dios”.
Un caballero templario con la emblemática capa blanca adornada con la cruz paté roja, el logo de esta institución. Foto: AGE.
Una vez redactada, la regla fue entregada al patriarca de Jerusalén, a la sazón Esteban de Chartres, que eliminó 12 artículos e introdujo 24 nuevos, entre los cuales se encontraba la referencia a que los caballeros habían de vestir manto blanco y los sargentos manto negro. Posteriormente, en el siglo XII, se redactaron los estatutos jerárquicos de la Orden, en más de 600 artículos, dedicados a aspectos que no habían sido tenidos en cuenta por la regla primitiva (jerarquía, deberes y privilegios de los hermanos templarios, etc.).
Una fortaleza española de los soldados de Dios
La más importante orden de caballeros creada en España –junto a la de Santiago–, la Orden de Calatrava, nació en Carrión de Calatrava en 1158, después de que los templarios renunciaran a defender la ciudad-fortaleza arrebatada a los musulmanes junto al río Guadiana. Monjes cistercienses se habían ofrecido al rey Sancho III para hacerse cargo de este territorio hostil y despoblado.
Desde allí, lograron expandir su poder y su influencia desde Navarra hasta el Guadalquivir; aunque fue en La Mancha donde la Orden tuvo sus mejores plazas. El primer castillo calatravo fue el de Calatrava La Vieja, pero la terrible derrota de Alarcos, en 1195, obligó a los soldados monjes a abandonar su fortaleza. La sangre derramada en el Campo de Calatrava tiñó de rojo desde entonces la cruz negra de brazos iguales de su emblema.
Esta vista aérea muestra el castillo de Alarcos (Ciudad Real), símbolo del pujante poder cristiano desde 1085 hasta 1212. Foto: Parque Arqueológico de Alarcos.
La victoria cristiana en las Navas de Tolosa impulsó, en 1217, la construcción en Aldea del Rey de Calatrava la Nueva, una de las más fuertes e inexpugnables fortalezas de su tiempo desde donde se vigilaba el paso desde Castilla hacia Andalucía y se controlaba la ruta entre Toledo y Córdoba. Hoy está reconstruida y los viajeros pueden contemplar su gran rosetón construido en la época de los Reyes Católicos.
Se acepta la participación de las mujeres
“El diablo escucha con sumo placer la prédica de una Cruzada, porque en la peregrinación de la Cruz una multitud de nobles damas se convierten en cortesanas, y millares de doncellas pierden su inocencia”: esto escribió un sacerdote a una dama que deseaba partir a Tierra Santa, y revela solo una de las facetas de la mujer en las Cruzadas. Sin embargo, a pesar de las reticencias por parte de eclesiásticos y predicadores, la mujer también acudió a Tierra Santa.
En la Primera Cruzada (1096-1099), las esposas de los grandes príncipes europeos acompañaron a sus maridos, y en la Segunda Cruzada (1147-1149), las condesas de Flandes y Tolosa abrazaron la Cruz junto a Leonor de Aquitania, por entonces reina de Francia. El rey no permitió de buen grado que Leonor lo acompañara, pero ella, en su calidad de duquesa de Aquitania –y, por tanto, la mayor feudataria de Francia–, insistió en partir como los demás señores feudales.
La reina Leonor de Aquitania en un cuadro prerrafaelita del británico F. Sandys (1858). Foto: Getty.
No fue hasta el año 1216 cuando el papa Inocencio III autorizó que las mujeres participasen en las Cruzadas y ya, reconocidas por la autoridad papal, fueron reclutadas pudiendo comandar sus propios contingentes. El caso más emblemático es, sin duda, el de Margarita de Provenza, esposa de Luis IX de Francia. En avanzado estado de gestación, luchó por mantener la cohesión de la guarnición y comandaba la defensa de Damieta en 1270 cuando los musulmanes asediaban la ciudad y su esposo yacía moribundo en la cama.
Saladino, cobrador de impuestos
No le bastaba con recuperar Jerusalén, Saladino además estableció un impuesto a los ciudadanos de este lugar que quisiesen ser libres. Desde su entrada en la Ciudad Santa en 1187, el sultán de Egipto acabó con las expectativas de los templarios y vio la oportunidad de hacer negocio y reunir una importante cantidad de dinero. Así, impuso una tasa para la libertad, en la que estipulaba que cada hombre debía pagar diez besantes, las mujeres cinco y los niños uno.
Saladino, en un retrato del pintor manierista Cristofano dell’Altissimo (1568). Foto: ASC.
Dado el alto número de pobres que había en la ciudad (cerca de 20.000), el egipcio decidió rebajarles la tasa por si algún buen samaritano sufragaba su libertad. Sería Balian de Ibelin el primero en pagar por 10.000 pobres, pero incluso el hermano de Saladino habría desembolsado una importante cantidad para liberar a un buen número de almas como tributo a Alá por la victoria. Saladino consiguió así sacar partido del precio de la vida frente al precio de la barbarie.
Los protectores del Camino de Santiago
Los templarios llegaron a la ruta jacobea para combatir a los malhechores y bandoleros que actuaban impunemente. El Temple, surgido en Jerusalén en 1118, en plenas Cruzadas, tenía como principal cometido asegurar el tránsito de los cristianos desde la ciudad de Jaff-Ramlej hasta la propia Jerusalén.
Y tan bien hicieron su cometido, que pronto su fama se extendió por todo el orbe cristiano incluyendo la Ruta Jacobea, adonde llegaron dispuestos a combatir a los ladrones. Para ser reconocidos adoptaron la Tau como insignia, el mismo símbolo que se repite continuamente en el Camino.
Los miembros del Temple dejaron sus huellas hoy visibles desde los Pirineos hasta Galicia. En la imagen, la ermita de Santa María de Eunate (Navarra). Foto: Loreto Carmona.
Las cualidades de los mamelucos para el combate
Famosos por su fiereza en la batalla y considerados como los mejores jinetes del mundo, los mamelucos formaban la caballería musulmana más temida por los ejércitos cruzados, pero su origen cabalga entre la realidad y la leyenda.
El nombre de “mameluco” (del árabe clásico mamluk, “esclavo”) desvela la realidad sobre ellos, porque se dice que en torno a 1230 un sultán de Egipto compró a doce mil jóvenes del Cáucaso, principalmente georgianos y circasianos, para hacer de ellos la élite de su ejército. Estos fueron preparados para ser los soldados más letales, y lo consiguieron. Veinte años después, la siguiente generación de mamelucos se hizo con el poder en Egipto. Estos soldados también eran expertos en la lucha cuerpo a cuerpo, pues practicaban artes marciales desde la infancia.
Este dibujo de la caballería mameluca ilustra las Instrucciones completas en las prácticas del arte militar, atribuidas a Muhammad Ibn Isa Aqsarai, s. XV. Foto: Album.
Otro dato interesante sobre los mamelucos es que, todavía en el siglo XVIII, eran seguidos a la batalla por una ingente cantidad de flautistas y tamborileros que les animaban, además de una no menos importante muchedumbre formada por mujeres y niños. Todos ellos, ávidos de ver cómo estos jinetes –vestidos con ricos ropajes– acababan con sus enemigos.
El cuartel de mando de la Orden de San Juan en España
La soberana orden militar y hospitalaria de San Juan, de Rodas y de Malta, más conocida ahora como la Orden de Malta, nació en la segunda mitad del siglo XI –tras la conquista de Jerusalén– y se estableció por toda España. Aún hoy son testigos de la importancia de la Orden en Castilla La Mancha las numerosas poblaciones con el topónimo “de San Juan”. Los hospitalarios compaginaban entonces sus funciones guerreras con la atención a los pobres y enfermos. Esta última labor aún hoy la siguen desempeñando.
En la localidad toledana de Consuegra, apenas quedan restos musulmanes del Castillo de La Muela que se construyó durante el Califato de Córdoba (siglo X) para frenar el avance cristiano y se convirtió años después en cabeza del priorato de la Orden de San Juan de Jerusalén. Su reconquista definitiva tuvo lugar en 1183, durante el reinado de Alfonso VIII, que cedió la fortaleza manchega a los caballeros hospitalarios. Estos la ampliaron y dotaron de capilla, sala capitular, archivo y nuevas defensas.
El atardecer cae sobre el Castillo de La Muela, en Consuegra (Toledo). Foto: Getty.
Según indican algunas fuentes, era necesario romper 7 puertas para acceder al núcleo central de la fortaleza; el grosor medio de sus muros es de 4,5 metros y la altura de sus torres de 30 metros, lo cual, unido a su posición estratégica, le daba un aspecto inexpugnable. La mitad del castillo se ha recuperado ya, aunque prosiguen las labores de rehabilitación. Se pueden visitar dos de tres aljibes, la galería, la nave de archivos, la ermita, la sala capitular, la torre albarrana, las terrazas, el jardín, la barbacana y los pasos de ronda. Consuegra y Alcázar de San Juan fueron las dos localidades que mayor peso tuvieron en la historia de la Orden en España, al ser durante siglos cabeza del Gran Priorato de Castilla y León.
Caballeros de hoy en día
La más antigua de las órdenes militares fundadas en Tierra Santa fue la Orden del Santo Sepulcro. Su casa central en España se estableció en la Iglesia Prioral de Calatayud en 1131. Allí, tenía una doble misión: custodiar el Santo Sepulcro y atender al servicio religioso de la iglesia que lo albergaba. Esta dicotomía dio lugar a dos ramas: la Orden de Canónigos Regulares del Santo Sepulcro y la de los caballeros, dedicados preferentemente a tareas militares (Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén).
Claustro de la colegiata del Santo Sepulcro de Calatayud (Zaragoza). Foto: Diego Delso.
Hoy en día, los caballeros de la Orden del Santo Sepulcro asisten al coro de la Colegiata de Calatayud cuando se les convoca, vestidos con su hábito coral y tomando asiento entre los canónigos. El hábito de coro consiste en un amplio manto de estameña blanca, hasta los pies, con cola y con sobrecuello de gola rizada. Al pecho, en el lado izquierdo, la cruz quíntuple, llamada de Jerusalén o de Godofredo de Bouillón; y birrete negro con la cruz quíntuple al frente y una pluma. A modo de pectoral portan la cruz patriarcal de los canónigos del Santo Sepulcro, para así señalar la hermandad a la que pertenecen.
Lo que no sabías de la película El reino de los cielos
En 2005, Ridley Scott dirigió la película El reino de los cielos, cuya acción se desarrolla entre los años 1185 y 1187, antes de la Tercera Cruzada y durante el Sitio de Jerusalén. Tras el estreno confesó que había recibido numerosas cartas de grupos musulmanes que mostraban su agradecimiento y lo felicitaban por la forma en que representó la religión en la película. El rey Mohamed VI de Marruecos, amigo del director, proporcionó personalmente un destacamento de 1.500 personas y equipo militar para la película. Muchas veces estos figurantes representaban tanto al ejército cristiano como al musulmán con un simple cambio de vestuario y un cambio de ubicación entre escenas.
Balduino IV, enfermo y débil, heredó el trono con 13 años. En la imagen, encarnado por Edward Norton en el film El reino de los cielos (2005, Ridley Scott). Foto: Album.
Sobre el reparto, se sabe que Edward Norton fue considerado para el papel de Guy, pero después de leer el guion el actor presionó para que le dieran el papel del rey Balduino. Como el monarca aparece detrás de una máscara pidió no aparecer en los créditos. Por su parte, el actor Liam Neeson –en el papel de Godfrey– se dio cuenta de que no sabía nada acerca de las Cruzadas y leyó The Complete Idiots Guide to the Crusades, de Paul L. Williams, libro que Neeson recomendó para saber más sobre este período histórico.
¿Qué era el besante?
Era una moneda nacida en el imperio bizantino que, junto con el sólido bizantino, tuvo un gran prestigio en el comercio mundial. Esta antigua moneda de oro o plata tuvo curso también entre los musulmanes y en parte de la Europa occidental. En un principio se llamó sólido áureo; luego, por deformación de la palabra Bizance (“Bizancio”), se acabaría denominando besante. Hace referencia al sólido de oro del emperador Constantino, quien refundó la ciudad de Bizancio y pretendía mejorar la calidad de la moneda romana.
Besantes de San Juan de Acre, cada uno con el símbolo de una Orden militar. Foto: ASC.
El empleo del besante prosiguió seiscientos años más y se podría considerar como el dólar de la Edad Media. Entre los siglos XIII y XIV se usaban los besantes de Malta, los de Valencia y el de los cruzados de San Juan de Acre. Tras conquistar Jerusalén, el sultán Saladino pidió dinero a los cristianos a cambio de su libertad: los hombres debían pagar, por supuesto, en esta moneda (la cifra estipulada fue de diez besantes), aunque requirió cinco mujeres y un niño también como forma de pago.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2024-10-16 05:00:00
En la sección: Muy Interesante