En una sociedad hiperconectada y marcada por el ritmo frenético, el equilibrio entre el cuerpo y la mente parece ser un objetivo cada vez más difícil de alcanzar. La vorágine de estímulos a la que nos enfrentamos diariamente —desde las notificaciones incesantes del móvil hasta las demandas laborales— genera un impacto directo en nuestra salud, tanto física como mental. A menudo, no somos conscientes de cómo este estilo de vida influye en nuestro sistema nervioso, un complejo entramado que regula desde nuestras emociones hasta nuestra capacidad de atención y respuesta al estrés. Sin embargo, ¿sabemos realmente qué ocurre en nuestro cerebro cuando atravesamos períodos de tensión o, peor aún, cuando ignoramos sus señales?
Elena Gallardo, neurocientífica con doble titulación, Biología y Medicina, se adentra en esta cuestión en su libro De la inflamación al bienestar, publicado recientemente por la editorial Pinolia. Esta obra busca tender un puente entre el conocimiento científico y la aplicación práctica, abordando temas tan relevantes como la teoría polivagal, la inflamación cerebral y los hábitos que podemos incorporar para mejorar nuestra calidad de vida. En sus páginas, se plantea una idea clave: nuestra mente y nuestro cuerpo están interconectados de manera profunda, y el bienestar de uno depende del otro.
El cerebro, una supercomputadora que procesa información constantemente, tiene límites. Cuando se satura de estímulos —algo que sucede con facilidad en nuestra era digital— comienza a mostrar signos de desregulación. Esta desregulación no solo afecta funciones cognitivas como la memoria o el lenguaje, sino que también se traduce en respuestas físicas: problemas digestivos, tensión muscular o dificultades respiratorias. Gallardo describe estos síntomas como una llamada de atención del cuerpo hacia un cerebro inflamado, una idea que puede cambiar la forma en la que entendemos nuestra salud.
Además, el libro introduce conceptos innovadores como los recursos reguladores, estrategias sencillas pero efectivas para calmar el sistema nervioso. Desde ejercicios de respiración hasta técnicas de atención plena, estas herramientas no solo promueven el bienestar individual, sino que también nos preparan para afrontar los desafíos cotidianos con mayor resiliencia.
A través de la entrevista con Elena Gallardo, profundizamos en los puntos más destacados de su obra, explorando cómo el estrés y la inflamación se convierten en enemigos silenciosos y qué pasos podemos dar para recuperar el equilibrio.

De la inflamación al bienestar: un viaje hacia la comprensión de nuestra salud cerebral y corporal
Pregunta. En el libro mencionas que todo es información para nuestro cerebro. ¿Cómo impacta la cantidad de estímulos que recibimos diariamente en nuestra salud física y mental?
Respuesta. Actualmente, las personas vivimos sobreinundadas de información constante, sobre todo, a nivel visual y auditiva. Consumimos de manera voraz información en internet la cual, en muchas ocasiones, no seleccionamos o filtramos. Esta sobreinformación a la cual me refiero en mi libro como infoxicación, agota profundamente a nuestro cerebro. Nuestro cerebro poco ha evolucionado desde sus orígenes, sin embargo, el contexto social actual en el que se desarrolla la persona está sufriendo cambios constantes, fundamentalmente marcado por la era de la información. Al mismo tiempo, la conducta del consumidor también ha cambiado y prácticamente todo está diseñado para atraer la atención de nuestro cerebro de manera consciente pero también inconsciente, fomentando el consumismo. No debemos olvidar que nuestro cerebro es un ávido consumidor de luz, sonido y movimiento de forma que cada vez que detecte estos tres elementos, desplegará toda su atención ahí haciéndonos presos de ese preciso momento.
P. Hablas de microestrés como un problema constante. ¿Qué pequeños cambios en nuestra rutina podríamos implementar para reducir estas dosis de estrés?
R. Sí, esas pequeñas dosis de estrés nos acompañan diariamente y, en la mayoría de los casos, pasan inadvertidas. El primer paso es aprender a identificarlas. Algo que puede parecer obvio pero no lo es tanto cuando entramos en la vorágine de querer llegar a todo. Lo primero es saber que existen factores sociales o tecnológicos que nos instauran estrés casi sin darnos cuenta. Te pongo un ejemplo tecnológico: una interrupciones en WhatsApp en el foro de familias del colegio para opinar sobre la representación de Navidad (lo comento entre risas). Este tipo de interrupciones supone un tiempo estimado de 5-7 minutos de media para recuperar la atención sostenida de tu cerebro en la tarea anterior que estuvieras ejecutando. Esto afecta considerablemente a tu rendimiento. Otro ejemplo tecnológico es el de las redes sociales. Por supuesto, el cerebro que es un ávido consumidor de lo comentado anteriormente, se va a encontrar muy cómodo consumiendo información en redes sociales. Esto reduce considerablemente nuestro ancho de banda cognitivo, lo que significa que disponemos de menos recursos en nuestro cerebro para dedicarnos a tareas más exigentes, profundas y de mayor calado. Digamos que no está de moda dedicarse a la “mentefactura” (lo comento también entre risas). Un gran inconveniente de esto es que cuanto más tiempo pasemos realizando estas tareas, más acostumbramos a nuestro cerebro a ello. Generamos un hábito poco saludable. Y esto nos hace irremediablemente perder perspectiva de nuestro tiempo, nos sentimos irritables porque vemos que se nos escapa el tiempo de entre nuestras manos y no logramos completar tareas o cumplir objetivos. En todo este marco de las interrupciones digitales, mi recomendación es saber detectarlo a tiempo para combatirlo. ¿Cómo? Organizándose en el tiempo. No significa que en la era digital vayamos a privarnos de las bondades de estar bien comunicados e informados, sólo que hay que saber actuar de manera inteligente y organizada reservando tiempos específicos en nuestro día para responder a mensajes, navegar en internet y otras tareas relacionadas. Ser organizados es un reflejo de tener una mente organizada y esto ayuda a la máxima optimización de las funciones de nuestro cerebro. Esto nos permitirá vivir con mayor claridad y foco mental.
Por supuesto, cuando llevamos jornadas y semanas maratonianas en las que resulta complicado desprenderse de estas pequeñas dosis de estrés, al hilo de lo anterior, es importante saber organizarse para reservar pequeños tiempos de recuperación. En la segunda parte de mi libro, hablo de medidas específicas a adoptar que versan sobre realizar actividad física, especialmente aquella que nos permita estiramientos musculares, caminar bajo la luz natural, meditar o, simplemente, aprender a respirar para liberar tensión en nuestro cerebro. Me refiero a muchas de estas prácticas como recursos reguladores los cuales, en gran medida, sólo dependen de nosotros y de nuestra voluntad para llevarlos a cabo. Con pequeñas dosis de ellos repartidos en la semana, una persona puede reestablecer la actividad de su sistema nervioso para combatir así el estrés y, lo que es más importante, fortalecer este para aumentar su resistencia.
«Cuando llevamos jornadas y semanas maratonianas en las que resulta complicado desprenderse de estas pequeñas dosis de estrés es importante saber organizarse para reservar pequeños tiempos de recuperación».
Elena Gallardo
P. Mencionas que un cerebro inflamado puede afectar la memoria, el lenguaje y las emociones. ¿Qué señales claras debemos aprender a identificar para detectar esta inflamación en una etapa temprana?
R. Esa es muy buena pregunta pues hablar de detección en estadios tempranos es hablar de prevención, una cuestión que considero fundamental en nuestra sociedad.
Cuando un cerebro empieza a inflamarse comienza a verse afectadas todas sus funciones y entre ellas, como bien mencionas, está la memoria, el lenguaje y las emociones. De un lado, la memoria comenzará a dar avisos en algunos aspectos relacionados. Lo primero serán las clásicas pérdidas de memoria o incapacidad para retener nueva información. Sin embargo, el estrés puede afectar de muchas otras formas también. Para empezar, la memoria principal con la que operamos es la memoria implícita. Esta está ligada a la adquisición de hábitos consistentes de los que depende buena parte de nuestra vida. Te pongo varios ejemplos. Cuando éramos pequeños, aprendimos a abrocharnos un botón, escribir o más adelante a conducir a base de repetir muchas veces esa misma acción. Este tipo de memoria se consolida a base de la repetición y es muy importante que esto suceda pues implica que una vez se crea el hábito, no debemos destinar atención prácticamente a ello. Lo hacemos de forma inconsciente. De no ser así, nuestro cerebro estaría exhausto siempre. Lo que sucede actualmente es que poco trabajamos este tipo de memoria tan robusta pues no destinamos tiempo a aprender una determinada acción o un nuevo hábito. El estrés y los ritmos galopantes están deteriorando nuestra memoria implícita y nos lleva a usar otro tipo de memoria llamada explícita o declarativa que está muy ligada a la emoción y subjetividad. Esta es frágil y volátil. Por supuesto, hay otros tipos de memoria más evolucionadas como es la memoria de trabajo que nos permite realizar trabajos cognitivos más exigentes y está asociada a regiones más sofisticadas de nuestro cerebro. Para poner ésta en práctica, la persona necesita tener mucho foco y orden mental, lo cual se aleja de un contexto marcado por el estrés. Seguramente una persona estresada difícilmente llegue a desarrollar este tipo de memoria asociada a mayor desarrollo personal.
En relación a las emociones, el primer síntoma de un cerebro inflamado es un cerebro inestable emocionalmente, con dificultad de tomar decisiones. Las decisiones requieren de lógica y lógica y emoción son las dos caras de la misma moneda.
Al mismo tiempo, te añado que cuanto más inflamado el cerebro de una persona, más carga emocional añade a la memoria antes denominada frágil (memoria implícita), de tal forma que su memoria se ve altamente distorsionada. Me refiero a que su memoria estará sujeta a cómo se siente esa persona. Hablamos aquí de un concepto algo novedoso que es el etiquetado de valor. En mi libro me refiero a este como la carga emocional asociada a eventos vividos con alta exposición a estrés o eventos traumáticos que generan inflamación del cerebro. Te pongo un ejemplo. Una persona que ha vivido durante mucho tiempo alguna situación familiar que le ha generado mucho estrés. Esto le ha creado un etiquetado de valor en su subconsciente de tal forma que tiene un tipo de memoria asociada a este tipo de eventos que se manifiesta, seguramente, con una alta carga emocional de signo negativo. Seguramente, esta persona ante un episodio puntual y leve que le recuerde vagamente a lo anterior, debido a este tipo de memoria ya creada, responderá de una manera algo desadaptada y desproporcionada. Un mal control emocional siempre se aleja de la razón y la lógica.
Desde un punto de vista neurobiológico, la región por excelencia que se ocupa de la regulación emocional reside en la corteza prefrontal. Al contrario de lo que piensan muchas personas, las emociones no sólo residen en las regiones clásicas atribuidas a esta (llamado por algunos autores el cerebro emocional) sino también hay que hablar de la región de la regulación emocional. Esta reside en la corteza prefrontal donde también reside la atención o la memoria de trabajo, considerando todas estas funciones muy evolucionadas de nuestro cerebro. Un cerebro inflamado, va a tener dificultad para autorregularse. Esta es la razón por la cual, la falta de regulación emocional tal como la contención (inhibición cognitiva), adaptación a situaciones diversas (flexibilidad cognitiva) y otras, se ven muy afectadas cuando existe estrés en nuestras vidas e inflamación cerebral.
Como estarás comprobando, hablar de funciones cerebrales es dedicarle casi una entrevista individual a cada una de ellas (lo comento entre risas). ¿Sobre el lenguaje? Un cerebro inflamado comienza a tener dificultad para usar de manera adecuada su léxico (la persona no recuerda esa palabra que tantas veces había usado anteriormente) o, simplemente, pierde fluidez verbal.

P. La teoría polivagal es un concepto central en tu libro. ¿Podrías explicar de forma sencilla cómo esta teoría puede ayudarnos a transitar entre estados de alerta y seguridad?
R. La teoría polivagal nos cuenta que nuestro sistema nervioso se puede encontrar en 3 estados diferentes: estado de movilización, inmovilización y bienestar. El primero se caracteriza por un sentimiento de inquietud, agitación, irritabilidad, ansiedad, estrés, hipervigilancia y exceso de movimiento. El segundo es el estado opuesto. Es lo más parecido a quiero quedarme debajo del edredón y por favor, que pare el mundo. Sus síntomas son sentimientos de entumecimiento corporal, niebla mental, agotamiento, pérdida de memoria, aislamiento social y falta de apetencia hacia todo lo exterior. En cualquiera de los dos estados, se producen cambios en otras funciones y órganos porque, al fin y al cabo, nuestro cerebro va a coordinar a nuestro corazón (nos bombea más rápido el corazón), nuestra respiración (tenemos una respiración alterada y superficial) o nuestro sistema locomotor (nos movemos sin razón aparente). El objetivo de mi libro es potenciar el autoconocimiento de una persona hacia estos estados a fin de descubrir sus síntomas y poder tender al estado tercero, el de bienestar. Según la teoría polivagal, este estado es llamado estado del compromiso social de una forma general pues cuando la persona logra tranquilidad, relajación y bienestar individual, accede a transmitir estos tres grandes atributos del ser humano a los demás. Aunque soy neurocientífica, me considero muy humanista también. En mi libro hablo de que cuando se logra este tercer estado, la persona es capaz de desplegar bondad, amabilidad, empatía y compasión hacia los demás. Estar bien con uno mismo contagia a los demás de aspectos muy positivos.
«El objetivo de mi libro es potenciar el autoconocimiento de una persona hacia estos estados a fin de descubrir sus síntomas y poder tender al estado tercero, el de bienestar».
Elena Gallardo
P. En tu opinión, ¿qué papel juega la atención plena en la regulación de nuestro sistema nervioso, y cómo empezar a practicarla si nunca lo hemos intentado?
R. La atención plena lo es todo para nuestro cerebro y nuestro bienestar. La tendencia de nuestro cerebro siempre va a ser la de generar muchos pensamientos, en gran medida, negativos. Es algo intrínseco al ser humano desde un punto de vista evolutivo para salvaguardar nuestra especie. Ante tal enjambre de pensamientos, si no somos capaces de cultivar la atención plena en aquello que nos interesa u objetivos a lograr, difícilmente dirigiremos nuestra mente hacia algo de provecho. Por supuesto, un exceso de rumiación de pensamientos negativos puede afectar profundamente las otras funciones cerebrales y empobrecer su funcionamiento. Si a esto le añadimos, el colapso de información al que nos vemos sometidos en los últimos tiempos, todo parece indicar que la atención plena no va a ejercitarse por sí sola, salvo que nosotros pongamos de nuestra parte. De ahí, la importancia que la trabajemos y la fortalezcamos. Vuelvo a una idea anterior, es conocimiento sobre ello y voluntad.
Hay formas de trabajar la atención plena que es el estado más parecido a poner el cerebro a 0, sin rumiación de pensamientos (o ruido mental).
Hay actividades sencillas que podemos llevar a cabo en casa como son todas aquellas que contemplan actividades manipulativas: hacer manualidades, cocinar, hacer artesanía, bricolaje y muchas otras. Estas actividades nos pueden permitir no pensar en exceso mientras las realizamos aunque, una vez completadas, es posible que volvamos al estado anterior. No generan un hábito consolidado para nuestro cerebro.
Realizar ejercicio físico también nos ayuda a combatir la rumiación de pensamientos, aunque sobre atención corporal hablamos en la siguiente pregunta.
Con diferencia, la práctica más efectiva que nos permite resetear el cerebro y, al mismo tiempo, generar un hábito (es decir, que perdure su efecto en el tiempo), es toda aquella actividad relacionada con cultivar la introspección. En mi libro hablo de la meditación pues actualmente es la que mayor evidencia científica presenta, aunque también hay otras escuelas que mencionan las bondades de la contemplación y de la oración. Para que la meditación sea efectiva, son necesarias 3 cosas: disponer de un espacio tranquilo, trabajar profundamente la respiración y fuerza de voluntad hasta convertir esa nueva práctica en un hábito para nuestro cerebro. ¿El secreto? Repetir a base de pequeñas dosis a lo largo de la semana. Nuestro cerebro aprende por repetición.
P. Destacas la importancia de la atención corporal. ¿Qué ejercicios simples recomendarías para empezar a desarrollar esta conexión con nuestro cuerpo?
R. La atención corporal representa la capacidad que tenemos de escuchar nuestro cuerpo. Aumentar esta capacidad nos permitirá sentir cualquier signo de desregulación de nuestro sistema nervioso reflejado en nuestro cuerpo. Para trabajar la atención corporal, podemos realizar 2 tipos de ejercicios específicos. Los primeros son aquellos que nos permiten trabajar específicamente el equilibrio. El equilibrio es uno de los principales sentidos en los cuales se apoya nuestro sistema nervioso. Cualquier desregulación de este último seguro que implicará, en primera instancia, alteraciones de nuestro equilibrio como mareos y vértigos. En la edad adulta, tendemos a olvidar este sentido hasta que realmente lo perdemos. Fortalecerlo de manera constante es una manera inteligente de reforzar nuestro sistema nervioso. Algunos movimientos como mecerse, balancearse o trabajar el equilibrio sobre un pie son muy interesantes para fortalecer este sentido y, con ello, nuestro sistema nervioso.
Los segundos se basan en otro sentido: la propiocepción. Este es un indicador de bienestar corporal. Con la edad y sin un plan constante de ejercicios físicos, el sentido del bienestar corporal se va perdiendo. Esto justifica que las personas se quejen diariamente de lo incómodo que se ha vuelto el mobiliario de su casa (colchones o sofás) o no sean conscientes de la mala postura que adoptan cuando se sientan mostrando una tendencia a retreparse o cuando caminan (perdiendo la postura erguida del cuerpo). En este último grupo de ejercicios, incluimos todos aquellos basados en estiramientos musculares realizados de forma lenta, progresiva y controlada. Adquirir el control de nuestro cuerpo a la hora de realizar este tipo de ejercicios (varias disciplinas que cada vez acumulan mayor evidencia científica es el yoga o el taichi), aumenta el nivel de conciencia corporal, además de trabajar la atención plena también. En definitiva, son ejercicios muy completos.
Sea cual sea el elegido dentro de estos 2 grandes grupos de ejercicios, en todos ellos hay trabajo muscular. En mi libro hablo de la importancia del músculo en nuestro cuerpo entendiendo este cómo el destino final de la respuesta de nuestro cerebro. Es un claro ejemplo de la conexión cerebro-cuerpo. Un cerebro con una alta actividad cerebral (por ejemplo, tensión acumulada por estrés), implica una elevada tensión acumulada en nuestros músculos. Programar tiempos en nuestro día o semana para liberar tensión muscular a través de cualquier disciplina física, será la mejor medicina para lograr un cerebro saludable.
P. El cerebro automatiza hábitos para facilitar nuestra vida, pero a veces estos no son los más saludables. ¿Cómo podemos reprogramar nuestro cerebro para generar hábitos más positivos?
R. La primera idea clave aquí es que nuestro cerebro aprende por repetición. Por tanto, vamos a integrar hábitos saludables y poco saludables según la repetición que hagamos de la acción concreta y cuantas veces nos expongamos a ella. Para reprogramar nuestro cerebro, lo único que necesitamos es el conocimiento y la fuerza de voluntad. Si queremos incorporar un hábito más saludable, tan sólo necesitamos proponérnoslo, ser perseverantes y saber que nuestro cerebro tardará del orden de 3 a 6 meses en incorporarlo de manera inconsciente. Esto significa que llegará un momento en el que nuestro cerebro lo integre en su praxis casi sin esfuerzo. En mi libro pongo el ejemplo personal de cómo logré retomar mi habilidad para hablar inglés con fluidez. El tiempo que viví en el extranjero, a pesar de poder elegir compañía española, buscaba rodearme de personas extranjeras para obligarme a hablar y escuchar el idioma. A base de exposición diaria al idioma – en ocasiones costosa- mi cerebro movilizó las funciones de atención, lenguaje, memoria y audición hasta que lo integró de manera inconsciente. Transcurridos 5 meses, mi cabeza hizo “click”.
En el caso de detectar un hábito menos saludable que hemos incorporado, lo único que necesitamos es tomar conciencia de ello y reemplazarlo con uno más saludable, según lo anterior.

P. El libro incluye una guía de recursos reguladores. ¿Podrías compartir alguno que consideres esencial y fácil de integrar en la vida diaria?
R. Por supuesto. De todos los recursos reguladores expuestos en mi libro aquel esencial es la respiración. Es así pues es un recurso que tan sólo depende de nosotros mismos y que, bien gestionado, nos brindará grandes ventajas 24 horas, 7 días a la semana. Al final, ¡no podemos pasar ni un minuto sin respirar! (risas). Para que la respiración sea efectiva, esta debe ser nasal y diafragmática, es decir, usando los músculos que hay debajo de nuestra caja torácica. En los tiempos actuales, en la llamada sociedad de las prisas, hemos normalizado un tipo de respiración que es la torácica (respiramos con el pecho y de una manera superficial). El cambio debe ser a una respiración profunda, usado la nariz y el diafragma. De un lado, con el diafragma aprovechamos al máximo el llenado de oxígeno de nuestros pulmones y, por tanto, optimizamos la función de nuestra respiración. De otro lado, a través de la respiración nasal estimulamos áreas en nuestro cerebro como son la corteza prefrontal (nos ayuda a dirigir mejor la atención), la amígdala cerebral (reduce la excitabilidad de nuestro cerebro) y el hipocampo (mejora nuestra memoria y aprendizaje general).
P. Mencionas que factores como la exposición a la luz natural y los entornos naturales son clave para la salud del cerebro. ¿Qué consejo darías a quienes pasan la mayor parte del tiempo en ambientes urbanos?
R. ¡En los ambientes urbanos también hay luz solar! (risas). Mi recomendación es buscar, siempre que sea posible, algún breve momento y espacio para exponerse a la luz natural. Comprendo que no siempre sea fácil si las condiciones climáticas no acompañan, pero cuando lo hagan, buscar ese breve descanso durante el trabajo para exponerte a la luz natural o simplemente elegir dar un paseo antes que quedarte en casa de forma sedentaria, serán grandes aliados para regular tu sistema nervioso, tu estado de ánimo y mejorar la conciliación del sueño por la noche.
En cuanto a los entornos naturales, en mi libro hablo de que no necesariamente tiene que ser un contacto directo en un entorno natural real. Llegar a casa y ponerte una playlist de música que reproduzca sonidos de entornos naturales o nutrir tu vista con elementos naturales (plantas en casa o ese pequeño parque que atraviesas de vuelta a casa, no siendo el camino más directo), te ayudará a mantener un sistema nervioso muy equilibrado. Los estudios demuestran que las personas en contacto con elementos naturales disminuyen su frecuencia cardiaca y esto mejora un parámetro del cual hablo extendidamente en mi libro que es la variabilidad de la frecuencia cardiaca (VFC). Este es un indicador directo de la resistencia y robustez de nuestro sistema nervioso. ¡Nunca fue tan fácil mantenerse saludable!
P. La relación entre inflamación y depresión es un tema fascinante en tu libro. ¿Crees que la medicina actual subestima la importancia de este vínculo en el tratamiento de trastornos emocionales?
R. Creo que estamos adentrándonos tímidamente en una nueva forma de entender la salud. Aunque cada vez hay más especialistas médicos que abogan por una medicina integrativa, lo cierto es que no es aún la regla general. Hasta hace relativamente muy poco, la conexión cerebro-cuerpo estaba lejos de cualquier abordaje terapéutico. Por suerte, la ciencia pone sobre la mesa cada vez mayor número de evidencias que demuestran que ya no podemos disociar lo uno de lo otro. En el caso de la inflamación, el sistema inflamatorio es de todos los sistemas biológicos que componen el cuerpo humano el de mayor presencia en el cuerpo, junto a la piel y los músculos. Creo que esto ya informa por sí sólo del vasto capital que aporta en nuestra salud. Cualquier alteración física va a producir cambios en el comportamiento de nuestras células inflamatorias, lo que desencadena oleadas de respuestas que van a transmitirse a todos los niveles corporales, pero también cerebrales. Nuestras células inflamatorias activadas viajarán por todo nuestro cuerpo, pero también al cerebro inflamando este. Según estudios epidemiológicos, las enfermedades actuales de mayor prevalencia tienen, en gran medida, una base inflamatoria. De otro lado, se habla de un aumento de casos de salud mental en los últimos años. Considerando ambos factores, creo que la ecuación es fácil de resolver. No por ello quiero decir que todos los casos de salud mental puedan estar justificados por casos de inflamación. Lo que me interesa resaltar es la asociación entre ambos factores y la importancia de que las personas adquieran este conocimiento sobre su cuerpo y cerebro. Hablamos de educación a favor de la salud y del bienestar individual, lo cual redundará, sin lugar a duda, en el bienestar de una sociedad entera. Salud integrativa, autoconocimiento y prevención son cuestiones imprescindibles, a mí parecer, en tiempos en los que nuestra salud es cada vez más vulnerable dado los actuales estilos de vida.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2024-12-13 14:43:00
En la sección: Muy Interesante