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Descubre diez increíbles inventos que salieron mal

Descubre diez increíbles inventos que salieron mal

A lo largo de la historia, algunos inventos prometían revolucionar el mundo, pero terminaron en el olvido por su inviabilidad, peligros o simple mala suerte. Desde el Kinetófono de Edison hasta el Concorde, pasando por el trágico experimento de la talidomida, repasamos diez creaciones que, aunque innovadoras, no lograron consolidarse.

1. Kinetófono

Thomas Alva Edison, 1895

El “mago de Menlo Park” –así apodaban a Edison, por el lugar de Nueva Jersey en el que estableció su fábrica de prodigios–, creador o perfeccionador de inventos esenciales como la bombilla incandescente, el fonógrafo (primer reproductor de música de la historia) o el quinetoscopio (primer proyector de cine), registró 1.093 patentes, unas más exitosas y otras menos.

El kinetófono está entre las segundas. Se trató de un dispositivo, creado a medias con W. K. Dickson, que trataba de aunar fonógrafo y quinetoscopio; esto es, inventar el cine sonoro con tres décadas de anticipación. De uso unipersonal, resultaba incómodo y aparatoso, por lo que pronto fue abandonado en favor del cinematógrafo de los hermanos Lumiére.

Parte de los equipos de Edison en Nueva Jersey
Parte de los equipos de Edison en Nueva Jersey. Foto: Getty.

2. Zepelín

Ferdinand von Zeppelin, 1900

Aunque hay cierta polémica histórica sobre si el globo aerostático dirigible a motor pudo haber sido diseñado en realidad por el cónsul de Colombia en Hamburgo, Carlos Albán, y cedido por amistad al noble, inventor y empresario alemán Von Zeppelin (1838-1917), fue este quien lo patentó, industrializó –Compañía de Dirigibles Zeppelin– y “bautizó”.

El primer zepelín, modelo de los posteriores –128 metros de largo, timones a proa y popa, dos motores de combustión interna Daimler–, estuvo listo el 2 de julio de 1900 y transportó a cinco personas. Su éxito, volumen de pasaje y lujo en las prestaciones fueron in crescendo hasta que el famoso accidente del dirigible Hindenburg –usado por los nazis como símbolo de grandeza–, en 1937 (35 muertos), convirtió al zepelín en una reliquia trasnochada.

Dirigible Hindenburg
Dirigible Hindenburg empleado por los nazis como símbolo de grandeza. Foto: Shutterstock.

3. Torre Wardenclyffe

Nikola Tesla, 1901

Fue uno de los proyectos más ambiciosos de uno de los inventores más ambiciosos de todos los tiempos, el ingeniero, físico y visionario croata Tesla (1856-1943). También conocida como Torre Tesla, era una gigantesca –para la época: 30 metros de altura– antena para telecomunicaciones inalámbricas a través del Atlántico, instalada en Shoreham, Long Island (EE. UU.), en terrenos propiedad del banquero James S. Warden (de ahí su nombre).

Aunque Tesla consiguió ponerla en marcha con éxito, el exceso de potencia la hizo arder en dos ocasiones y el proyecto fue abandonado. Sería destruida en la I Guerra Mundial.

Torre Wardenclyffe o Torre Tesla. Foto: Getty.

4. Impermeable-paracaídas

Franz Reichelt, 1912

Al caso de Franz Reichelt (1879-1912), sastre franco-austríaco metido a inventor aeronáutico, le conviene tanto lo de “inmolarse en beneficio de la ciencia” como el refrán “zapatero, a tus zapatos”. Radicado en París y admirador de las máquinas voladoras de Leonardo da Vinci, quiso crear la suya propia: un traje impermeable que se convertía en paracaídas al saltar desde una altura considerable, permitiendo así –o eso creía él– un descenso suave y un aterrizaje sin riesgos.

Incomprensiblemente (o no tanto: era la época de la fascinación por todo lo nuevo), obtuvo el permiso de la Policía parisina para probar su invento en la Torre Eiffel. Primero lanzó un muñeco, que se estampó contra el suelo, pero eso no lo detuvo y se lanzó él (abajo, momentos antes), con idéntico resultado.

Reichelt con su impermeable-paracaídas
Reichelt con su impermeable-paracaídas antes de probarlo con funestas consecuencias. Foto: ASC.

5. Tanque del Zar

Nikolái Lebedenko, 1914-1915

También conocido como Netopyr’ (murciélago, en ruso) o Tanque Lebedenko, este extravagante vehículo blindado fue desarrollado en realidad por cuatro ingenieros: junto al que le dio nombre, Nikolái Zhukovski, Borís Stechkin y Aleksandr Mikulin. Lo encargó el último Románov, Nicolás II, para utilizarlo en la recién iniciada contienda mundial como arma diferencial y supuestamente ultrapoderosa, pero solo lo primero se cumplió: era diferente a todo, sin duda.

En vez de orugas, tenía un diseño de triciclo para desplazarse, con dos gigantescas ruedas delanteras de casi 9 metros de diámetro y una trasera más pequeña. El tanque se mostró enseguida inviable e inútil (se atascaba en cada zanja) y fue desguazado en 1923.

Tanque del Zar
Imagen del conocido como Tanque del Zar. Foto: ASC.

6. Mochila propulsora

Aleksandr Fyodorovich Andreyev, 1919

Este invento, que hemos visto en infinidad de películas y series de ciencia ficción (a la imagen, en un film de James Bond) y videojuegos y que los anglosajones llaman jetpack, se hizo realidad y empezó a comercializarse en 2016. Pero el primer prototipo se debe, otra vez, a un ruso –en concreto, al ingeniero e inventor soviético Andreyev– y fue desarrollado y patentado casi un siglo antes.

Sin embargo, las dificultades técnicas y financieras hicieron que jamás se llegara a fabricar industrialmente. Los que sí lo lograron fueron los nazis un poco después, en la Segunda Guerra Mundial: la Wehrmacht utilizó unas mochilas voladoras llamadas Himmelstürmer, de escasa autonomía, para sobrevolar campos minados.

Mochila propulsora en un film de James Bond
Mochila propulsora en un cartel del film de James Bond. Foto: Getty.

7. Aerovagón

Valerián Abakovski, 1920

Otro fracaso con final trágico para el inventor, en este caso un jovencísimo (25 años) chófer del Ejército Rojo y talentoso diseñador automovilístico de origen letón. Abakovski concibió originalmente el Aerovagón o Aeromotovagón, un automotor experimental de gran velocidad equipado con un motor de aeronave que impulsaba una hélice propulsora, para los viajes urgentes de los funcionarios soviéticos.

El aparato en sí dio resultado: alcanzaba los 140 km/h. Pero en uno de los viajes de prueba, el 24 de julio de 1921, volviendo a Moscú desde las minas de carbón de Tula (165 km al sur de la capital), el Aerovagón descarriló. Murieron seis de los 22 pasajeros, entre ellos Abakovski.

Aerovagón
Aerovagón de Abakovski. Foto: ASC.

8. DDT

Paul Hermann Müller, 1939

En este caso –como en el del zepelín, la talidomida y el Concorde–, habría que hablar del éxito de un fracaso, o del fracaso de un éxito. Porque el dicloro difenil tricloroetano (DDT), compuesto organoclorado principal de los insecticidas clásicos, incoloro y casi insoluble en agua, fue considerado durante mucho tiempo un gran invento. Su descubridor, el químico suizo Müller, ganó el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1948.

Y es que el DDT se demostró un agente insecticida eficacísimo para luchar contra la malaria, la fiebre amarilla, el tifus y muchas otras infecciones causadas por insectos vectores. Sin embargo, tras un uso indiscriminado y muy popular a lo largo de tres décadas, en 1969 se comprobaron sus catastróficos efectos ecológicos, su acumulación en las cadenas tróficas y el riesgo que suponía para la contaminación de los alimentos, por lo que finalmente sería prohibido en 1972.

Paul Hermann Müller
Paul Hermann Müller, descubridor del DDT. Foto: ASC.

9. Talidomida

Compañía Grünenthal GmbH, 1957

El fármaco de dicho nombre, desarrollado por una empresa farmacéutica alemana, se comercializó como sedante y calmante de las náuseas para los tres primeros meses de embarazo, y fue de inmediato uno de los grandes éxitos de ventas de los primeros años 60.

Se creía que no provocaba casi ningún efecto secundario y además, en caso de ingestión masiva accidental, no resultaba letal. Pero enseguida se vio que tenía una terrible consecuencia: la talidomida causó miles de malformaciones congénitas en bebés a los que les hizo desarrollar focomelia (carencia o excesiva cortedad de las extremidades). Fue totalmente retirada del mercado entre 1962 y 1963.

Talidomida
Talidomida. Foto: ASC.

10. Avión Concorde

BAC & Aérospatiale, 1969

Fue uno de los iconos de los años 70 y 80 del siglo XX y parecía que había venido para quedarse: el elegante avión supersónico para vuelos regulares de pasajeros era como un objeto de ciencia ficción hecho realidad.

Esta maravilla de la ingeniería aeronáutica, obra conjunta de fabricantes británicos y franceses (de ahí lo de “Concorde”, concordia), podía llegar a destino en la mitad de tiempo que un avión convencional gracias a su velocidad supersónica –capaz de sobrepasar la barrera del sonido– y, pese al elevado precio de los billetes, tuvo al principio un gran éxito comercial (se construyeron 20 aviones). Pero los aparatos empezaron a tener fallos, la demanda cayó en picado y un accidente en el año 2000 le dio la puntilla. Dejó de volar en 2003.

Avión Concorde
Avión Concorde sobrevolando los cielos. Foto: ASC.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2025-02-17 05:00:00
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

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