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el asalto al poder de Hitler que ‘nazificó’ Alemania y la condujo hacia el desastre

el asalto al poder de Hitler que 'nazificó' Alemania y la condujo hacia el desastre

El 30 de enero de 1933, al anochecer, Berlín se iluminó con el brillo de miles de antorchas. Multitudes de uniformados Camisas Pardas de las SA marcharon a través de la capital para celebrar la elección del nuevo canciller del Reich. Detrás venían veteranos de guerra apoyados por ciudadanos que daban muestras de júbilo.

Un periódico pronazi informó de que habían participado al menos 700.000 personas y, aunque la cifra real probablemente fuera diez veces menor, los resplandecientes ríos de antorchas constituían una temible demostración de poder. La marcha no solo anunciaba una nueva era con Adolf Hitler al frente del Reich, sino también el inminente fin de la joven democracia alemana.

Después de presenciar el avance de las masas, el anciano general Erich Ludendorff le envió una severa admonición al presidente del Reich, Paul von Hindenburg, que había nombrado canciller a Hitler: “Le advierto solemnemente de que este hombre hundirá a nuestra patria en el abismo y traerá sufrimientos de toda clase a nuestro país. Las generaciones futuras le maldecirán a usted, cuando esté en la tumba, por sus acciones”. Hasta 1928, Ludendorff se había contado entre los firmes partidarios de Hitler, a cuyo lado había participado en el fallido Putsch de Múnich.

Paul von Hindenburg y Erich Ludendorff
Sobre estas líneas, Paul von Hindenburg, futuro presidente del Reich, y el general Erich Ludendorff en 1917, durante la Gran Guerra. El segundo, antes pro-Hitler, en 1933 amonestó al primero por nombrar canciller al líder nazi. Foto: Getty.

El sufrimiento llegaría antes de lo que el viejo general pronosticaba. La perspectiva de tener que compartir el poder con sus aliados conservadores no hacía feliz a Hitler y, por eso, convenció a Hindenburg de que convocara para un mes más tarde, el 5 de marzo de 1933, unas nuevas elecciones en las que intentaría batir a sus oponentes y conseguir mayoría absoluta en el Reichstag.

La policía, a su servicio

Aunque los nazis contaban con pocos ministerios en la coalición de gobierno, se habían asegurado dos de los puestos más importantes. Wilhelm Frick y Hermann Göring eran, respectivamente, ministro del Interior de Alemania y ministro del Interior de Prusia, el mayor de los estados. Esto les confería la responsabilidad de asegurar la ley y el orden y ponía todo el poder de la policía en sus manos.

A mediados de febrero, Göring ordenó a la policía prusiana que dejara de controlar a las SA y las SS. El día 22 fue aún más allá y montó un cuerpo de apoyo que, en teoría, tenía como misión ayudar a la policía a mantener el orden con vistas a la campaña electoral. A sus filas se incorporaron miles de jóvenes de las SA y las SS que empezaron a patrullar las ciudades de Prusia, incluida Berlín, uno de los pocos bastiones comunistas que quedaban. De este modo, podían acosar tanto a comunistas como a socialdemócratas, competidores feroces que contaban con el apoyo sindical y de gran parte del electorado.

Polícia de la República de Weimar y miembro de las SS
Un policía de la República de Weimar y un miembro de las SS (entonces una pequeña unidad de guardia del Partido Nazi) patrullan el 5 de marzo de 1933, día de las elecciones. Foto: Alamy.

Hitler ordenó personalmente el uso de la violencia para acabar con la oposición y, a lo largo del mes de febrero, hubo una serie de campañas de terror cuidadosamente preparadas. Las SA atacaron sedes de sindicatos y destrozaron las viviendas de conocidos políticos de izquierdas. También irrumpieron en mítines socialistas y apalearon a los asistentes. “Solo puede haber un vencedor: el marxismo o el pueblo alemán”, bramaba Hitler.

En el pasado, los comunistas se habían enzarzado en ocasionales peleas callejeras, pero ahora el Rotfrontkämpferbund (Frente Rojo de Combate), su milicia paramilitar, procuraba mantener un perfil bajo. Por una parte, los líderes pensaban que esos ataques eran los últimos estertores del nazismo antes de hundirse; por otra, temían que una escalada de violencia llevara a la prohibición del Partido Comunista.

El incendio del Reichstag

El 27 de febrero de 1933, seis días antes de las elecciones, la alarma sonó en la estación de bomberos de Berlín. El edificio del Reichstag estaba ardiendo. Los bomberos acudieron rápidamente y controlaron el fuego, pero Hitler, cuando llegó al lugar, estalló en un ataque de ira: “Se acabó la misericordia. Todo el que se cruce en nuestro camino será masacrado”.

Los berlineses observan atónitos el humo y las llamas del incendio del Reichstag (Parlamento), el 27 de febrero de 1933. Foto: Getty.

Esa tarde, en la escena del crimen, la policía detuvo al comunista neerlandés de 24 años Marinus van der Lubbe, a quien acusó del incendio. Hermann Göring dijo que el fuego era el comienzo de una revolución comunista minuciosamente preparada y, al día siguiente, la oficina de prensa de Prusia declaró que se trataba del “acto de terror más horrible perpetrado por comunistas en Alemania hasta la fecha”.

Más adelante, Hitler calificaría el fuego de “señal del cielo”, y lo cierto es que llegó en un momento muy conveniente para el Partido Nazi (hoy se asume que fue una operación de bandera falsa montada por los propios nazis). Al día siguiente, se aprobó el llamado Decreto del Incendio del Reichstag, que abolió las libertades de prensa, asociación y expresión y permitió el registro de personas y viviendas sin orden judicial.

Marinus van der Lubbe
El joven comunista neerlandés Marinus van der Lubbe, guillotinado en 1934 como único culpable del incendio del Reichstag, fue exonerado en 1981 y 2008. Foto: ASC.

Horas después, apoyada por las SA, la policía irrumpió en las sedes del Partido Comunista y en domicilios particulares y detuvo a los dirigentes de la oposición. Los líderes nazis presentaron los arrestos y leyes especiales en los términos propagandísticos más grandilocuentes – se habló de “la amenaza bolchevique a la patria”– y el país entero se lanzó a una cacería de todo lo que oliera a comunismo.

Aun así, por más que los comunistas no podían hacer campaña electoral y todos sus dirigentes estaban huidos o bajo arresto, en las elecciones del 5 de marzo consiguieron el 12,3% de los escaños. Pero en esos comicios los nazis obtuvieron un respaldo mayor que en cualquier otra ocasión anterior: les votaron 17 millones de alemanes, lo que se tradujo en el 43,9% de los escaños. Esto, unido a los escaños de sus socios del Partido Nacional del Pueblo Alemán, les daba el control del 51,9% del Parlamento.

Decisivo apoyo católico

La intención de Hitler, no obstante, era modificar la Constitución alemana para que le concediese poderes absolutos, y para ello se necesitaban dos tercios de los escaños, un porcentaje que la coalición de nazis y nacionalistas todavía estaba lejos de conseguir.

Puertas del campo de Dachau
Una de las puertas del campo de Dachau, con la famosa inscripción “Arbeit macht frei” (El trabajo hace libre). Foto: Shutterstock.

En las semanas posteriores a las elecciones, las SA y las SS colocaron banderas con la esvástica en todos los edificios públicos. Los Camisas Pardas, ahora respaldados por la recién creada policía secreta, la Gestapo, intensificaron su campaña de terror. Se disparó el número de detenciones políticas, lo que llevó al líder de las SS, Heinrich Himmler, a anunciar la apertura del primer campo de concentración alemán cerca de la pequeña ciudad de Dachau, en las afueras de Múnich. A este le siguieron pronto otros campos por todo el país.

Mientras los Camisas Pardas aplastaban cualquier tipo de oposición, Hitler compareció en el Reichstag, que después del incendio se reunió en la Ópera Kroll de Berlín. Hitler insistió en que quería proteger a Alemania y pidió que se aprobara la llamada Ley Habilitante, con el argumento de que, de lo contrario, el país caería en manos de los socialistas. Esto le permitiría aprobar leyes provisionales sin contar con el presidente ni con el Reichstag, por lo que en la práctica le otorgaba poderes dictatoriales.

En teoría, era un plan imposible porque constituía una violación de la Constitución alemana y requería, además, una mayoría de dos tercios. Después del incendio del Reichstag, al Partido Comunista se le había prohibido votar, y estaba claro que los socialdemócratas nunca apoyarían una ley de esas características, por lo que la mayoría de Hitler pasaba forzosamente por el partido católico centrista Zentrum.

El líder de esta formación, el sacerdote Ludwig Kaas, temía por la supervivencia de la Iglesia bajo el régimen nazi y no se fiaba de Hitler. Por eso, a lo largo de varias reuniones, el canciller insistió en que la Iglesia era una institución histórica en Alemania, base de la familia y la clase media, y le aseguró a Kaas que constituiría una parte fundamental de un futuro Reich nazi. También presentó al Partido Nazi como un firme baluarte contra el ateísmo comunista y, así, obtuvo de Zentrum el apoyo que necesitaba.

El sacerdote Ludwig Kaas
El apoyo que prestó a Hitler el Partido del Centro (Zentrum), liderado por el sacerdote –y exasesor del nuncio Pacelli– Ludwig Kaas (arriba, en una foto tomada en 1928), fue clave para que aquel lograra hacerse con todo el poder. Foto: Getty.

La ley del terror

La votación se fijó para el 23 de marzo; ese día, los forzudos miembros de las SA rodearon la Ópera Kroll. Todo el que quisiera acceder tenía que atravesar una barrera de exaltados Camisas Pardas y, una vez dentro, el ambiente era igualmente amenazador.

La Ópera estaba llena de hombres armados de las SA y las SS que, cuando nos sentamos, se colocaron formando un semicírculo por detrás de nosotros, contra la pared”, dijo el socialdemócrata Wilhelm Hoegner para describir la atmósfera de intimidación. Antes de votar, el líder del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), Otto Wels, subió al estrado y, entre despectivas risas de los nazis, se pronunció con firmeza contra la Ley Habilitante y contra Hitler. Los nazis ya habían asesinado a varios políticos socialdemócratas, por lo que Wels llevaba una cápsula de cianuro en el bolsillo.

Otto Wels
En la imagen, el líder del SPD alemán dando un mitin en Berlín a principios de los años 30. Foto: Getty.

Después le tocó el turno al airado canciller: “Usted está convencido de que volverá a tener algún tipo de influencia”, bramó, jaleado por sus partidarios. “¡Eso no ocurrirá jamás!”.

Ese mismo día, Hitler había amenazado con un baño de sangre si la Ley Habilitante no se aprobaba, y a los miembros del Reichstag les advirtió que se decidía entre la guerra y la paz. Las amenazas funcionaron. Cuatrocientos cuarenta y cuatro diputados –incluidos todos los de Zentrum– votaron a favor. Solo los noventa y cuatro socialdemócratas se atrevieron a oponerse. Hitler se había alzado con el poder absoluto.

Acabar con la democracia

Había llegado la hora de acabar con los socialdemócratas y los sindicatos con la misma contundencia con que se había aplastado a los comunistas. El 2 de mayo de 1933, las SA atacaron a los sindicatos cercanos al SPD, se apropiaron de sus periódicos y mandaron a sus líderes a campos de concentración. Pocos días más tarde, todos los demás sindicatos se sometieron ‘voluntariamente’ al Partido Nazi. En apenas una semana, el otrora poderoso movimiento sindical alemán había desaparecido y empresarios y trabajadores tuvieron que afiliarse al Frente Alemán del Trabajo, la organización sindical nazi.

Una semana después, el SPD fue ilegalizado y sus principales dirigentes detenidos. Otto Wels consiguió escapar y murió en el exilio, en París, en 1939, pero no todos fueron tan afortunados. En Berlín, en junio, las tropas de asalto nazis encontraron una inesperada resistencia por parte de un grupo de socialdemócratas escondidos en una casa del suburbio de Köpenick. Las SA rodearon a 500 militantes, que fueron finalmente detenidos y torturados durante varios días. Noventa y una personas murieron en el incidente, bautizado en la prensa como la Semana Sangrienta de Köpenick (Köpenicker Blutwoche).

Monumento conmemorativo de la matanza en Köpenick
Monumento conmemorativo de la matanza perpetrada por los nazis en Köpenick, Berlín, en junio de 1933. Foto: Getty.

Alimentada por las SA, que en el verano de 1933 alcanzaron los dos millones de miembros, la violencia creció en toda Alemania. En el estado de Mecklemburgo-Schwerin, el antiguo primer ministro socialdemócrata Johannes Stelling acabó su vida en el fondo de un río, cosido a un saco lleno de piedras. Los aliados de Zentrum y los socios nacionalistas de la coalición de Hitler también sufrieron el acoso de las SS y las SA.

Así, ese verano, ambos partidos optaron por disolverse y el sistema de partido único se hizo realidad. A la purga política solo sobrevivió el presidente del Reich, Von Hindenburg, que a sus 85 años no tenía ya poder alguno y se había convertido en una figura puramente ornamental.

Alemania se ‘nazifica’

El asalto al poder de Hitler no solo afectó al sistema político, sino a la sociedad en su conjunto y en todos los ámbitos. Los nazis empezaron a ocupar los puestos clave en todo el país y todos los demás grupos y asociaciones fueron disueltos o sometidos a un estricto control. Los profesores debían apuntarse a la Liga Nacionalsocialista de Profesores; los médicos, a la de Médicos.

Se aprobó una ley que permitía despedir a funcionarios de origen no ario o que tuvieran un pasado político inadecuado. Como resultado, cientos de miles de ellos se afiliaron al Partido Nazi por miedo a perder el trabajo o acabar en la cárcel. Las opciones estaban claras: sumarse a las filas de Hitler o convertirse en una de sus víctimas.

La ‘nazificación’ de la sociedad cumplía diversos objetivos: hacía más difícil para los ciudadanos rebeldes unirse y combatir al régimen y facilitaba la tarea de adoctrinamiento. A finales de 1933, prácticamente toda Alemania estaba en manos de los nazis.

Solo quedaba un espinoso asunto por resolver: los millones de Camisas Pardas de las SA, controlados por Ernst Röhm, habían acumulado demasiado poder y constituían una seria amenaza para los deseos absolutistas de Hitler. Este no iba a tardar en poner manos a la obra para librarse de dicha amenaza de la manera más sangrienta y para siempre.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2025-04-11 23:30:00
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

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