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El exultante e inspirador japonismo de Van Gogh

El exultante e inspirador japonismo de Van Gogh

En la segunda mitad del siglo XIX, pero más en concreto, hacia 1862, Japón se abrió al mundo después de dos centurias y media de aislamiento. La llegada de los jesuitas y el proceso de conversiones masivas desarrolladas por estos a mediados de la edad moderna produjo una reacción frente a los pobladores no nativos, que incitó a un cierre de las fronteras, manteniendo solo las relaciones comerciales con China y Holanda.

Durante dicho período de aislamiento, se desarrollaron extraordinariamente las artes japonesas y fue entonces cuando el país nipón reemprendió el contacto con el exterior, hecho que produjo que sus artes también se expandieran más allá de sus fronteras. La estética japonesa fraguó en los artistas occidentales: sus obras se llenaron de elementos procedentes del país nipón.

El jardín de ciruelas en Kameido (1857), de Hiroshige, perteneciente a Cien famosas vistas de Edo. Foto: ASC.

La llamada nipona

En la Exposición Universal de Londres de 1862 se expusieron numerosas piezas de arte japonés, especialmente grabados, bronces y porcelanas. Aunque ya se habían celebrado exposiciones anteriormente, Japón todavía estaba empezando a abrirse al mundo. Así pues, 1862 supone el pistoletazo de salida para la difusión de su patrimonio, que también fue admirado al estar representado ampliamente en otras Exposiciones Universales posteriores: París, en 1867, con un pabellón que expuso porcelanas japonesas y cerámicas, y Viena, en 1871, donde se añadieron los ukiyo-e, entre otros objetos.

Partiendo de estas primeras exhibiciones, el interés por lo japonés fue creciendo, llegando a su culmen en la Exposición Universal de París de 1878, donde el país nipón presentó un pabellón en la Rue des Nations en el Campo de Marte (Champ-de-Mars), así como una granja, una casa de té y un jardín en los jardines del Trocadero. Fueron numerosos los asistentes que acudieron al pabellón interesados en la cultura japonesa y la confirmación del éxito de esta apertura al mundo europeo.

El conjunto de exposiciones citadas supuso un auge importante del japonismo, término que define el interés por las artes del país nipón, así como su influencia sobre las producciones culturales occidentales. Aunque no existe unanimidad sobre quién utilizó por primera vez dicho término (para algunos fue Baudelaire y para otros Zola), uno de los referentes más importantes se trata de Jules Claretie, quien lo usó en repetidas ocasiones en su L’art français en 1872, publicado dentro de su libro Peintres et sculpteurs contemporains (1874), donde dijo: “Le japonisme est, en effet, plus qu’une fantaisie, c’est une passion, une religion…” (El japonismo es, de hecho, más que una fantasía, es una pasión, una religión…).

Los ‘Ukiyo-e’

Este vocablo significa “pintura del mundo flotante”, una tipología que ejerció una gran influencia en los impresionistas. Se trataba de xilografías o grabados sobre madera en los que aparecían representados paisajes típicos japoneses, actores de teatro kabuki, samuráis o costumbres cotidianas, hecho que impregnó Europa de la cultura japonesa.

Las representaciones japonesas de los ukiyo-e se definen por la asimetría, el uso de unos colores planos e intensos y el predominio de líneas claras y decorativas. En este arte destacaron importantes figuras como fueron Utagawa Hiroshige (Edo –actual Tokio–, 1797- 1858), Katsushika Hokusai (Edo,1760-1849), Kitagawa Utamaro (?, 1760-Edo, 1849) y Kesai Eisen (Edo, 1790-1848).

Hiroshige fue uno de los principales exponentes del paisajismo japonés y en su prolífica obra destacan las representaciones del Monte Fuji y de Edo. Este mismo monte fue la mayor fuente de inspiración para Katsushika Hokusai, dibujante, grabador y pintor de quien destacan sus Treinta y seis vistas del Monte Fuji y la Gran ola de Kanagawa. Por último, Utamaro se dedicó a hacer estudios de mujeres y de la naturaleza, centrándose en libros de insectos.

‘La gran ola de Kanagawa’, impresión xilográfica de Katsushika Hokusai (1833), generalmente interpretada como un tsunami.Library of Congress

Experimentando

En 1885, Vincent Van Gogh se instaló en Amberes, junto con Theo. En esta ciudad se interesó por los libros sobre arte japonés y, además, adquirió algunos ukiyo-e. También copió motivos japoneses como geishas, flores y abanicos. Un año más tarde, en 1886, se mudó a París donde contactó con artistas que compartían esta misma fascinación. No en vano, conocidas son las noticias de cómo frecuentaba la galería de arte de Samuel Bing, un marchante alemán que promovió el arte japonés y que, desde 1888, publicaba la revista mensual Le Japon Artistique. Bing coleccionaba xilografías japonesas, afición que transmitió a Van Gogh, quien atesoró una significativa colección de ukiyo-e.

Entre 1887 y 1888, Van Gogh pintó En el café: Agostina Segatori en Le Tambourin. El pintor –que frecuentaba dicho bar con sus amigos– expuso en él su colección de grabados japoneses. Esta muestra influyó de forma importante en algunos pintores que la visitaron y sirvió aún más para intensificar el interés que por el japonismo se estaba viviendo en la zona. En el cuadro, detrás de la figura de Agostina –napolitana y propietaria del café– pueden verse algunos de los grabados que formaron parte de su colección.

En el café: Agostina Segatori en Le Tambourin (1887-88), de Van Gogh, que expuso en este café su colección de grabados japoneses. De hecho, detrás de ella pueden observarse algunos. Foto: ASC.

Van Gogh también realizó en 1887 algunas pinturas basadas en las xilografías japonesas. Utagawa Hiroshige fue uno de los pintores que más le marcó. Quizás el artista holandés se sintió cautivado por el cromatismo y la concepción especial del primer plano de las obras de Hiroshige. Van Gogh realizó dos composiciones tomando como modelo las del nipón: El ciruelo en flor, basada en El ciruelo en flor en el jardín del cenador en Kameido; así como Puente bajo la lluvia, que parte de El Puente Ōhashi, en Atakae bajo una lluvia repentina de 1857, perteneciente a la serie conocida como Cien famosas vistas de Edo. Durante el verano de ese mismo año, Van Gogh elaboró algunas copias de las xilografías a partir de Hiroshige, modificando algunos elementos como la intensificación de los colores de sus cuadros o el añadido de marcos decorados con letras. Utilizó su interés por el japonismo como una fuente de experimentación artística.

Esto mismo puede verse en la segunda de las pinturas citadas. La escena de la xilografía se presenta en diagonal y desde un ángulo elevado. En ella aparece en el centro del río un pescador y un puente con viandantes apresurando el paso por la fuerte tormenta que cae desde los nubarrones representados en la parte superior, elementos que son retomados por Vincent en su provecho, creando vibrantes contrastes lumínicos.

El puente Ohashi, en Atakae, bajo una lluvia repentina, de Hiroshige, serie Cien famosas vistas de Edo (izquierda) y Puente en la lluvia (después de Hiroshige), de Van Gogh (1887). Fotos: ASC.

También por esas mismas fechas, en 1887, Van Gogh realizaba La cortesana (según Eisen), que había copiado de la portada de París Illustré de mayo de 1886, un número que estaba precisamente dedicado a Japón, y que, a su vez, se basaba en un ukiyo-e de Eisen. Van Gogh representó a la cortesana dentro de un marco que reproducía plantas de bambú y nenúfares, ranas y grullas en un estanque. En la parte superior del óleo se puede ver una barca con dos ocupantes. La figura central de la imagen es una cortesana u oiran, que eran las mujeres de placer o prostitutas de clase alta consideradas las hermanas mayores (oira no tokoro no nesan).

La figura de la cortesana volvió a aparecer en forma de miniatura en otro cuadro del pintor, lo que la convierte en un asunto recurrente y, de nuevo, en elemento de experimentación. Nos referimos a su pintura Père Tanguy, de 1887. El retrato de este conocido de Van Gogh es una de sus obras más interesantes. Julien Tanguy regentaba una tienda de pinturas en París y, además, comerciaba con arte. La relación entre ambos fue realmente estrecha, al convertirse en uno de los primeros que se atrevió a poner obras de Van Gogh a la venta. Quizás por este hecho Van Gogh lo pintó tres veces y en esta ocasión rodeado de simbolismo y técnica japonista. En el cuadro aparece, detrás del sombrero de Tanguy, el Monte Fuji, el símbolo por excelencia de Japón, y entre cerezos en flor –a la derecha del comerciante– actores de kabuki. Todo envuelto por unas pinceladas de color fuertemente influenciado por el japonismo.

Retrato de Père Tanguy.  Aparece como un “padre” (le llamaban père), una especie de santo benefactor, con las manos cruzadas en actitud de contemplación, rodeado por diferentes ukiyo-e. Foto: Getty.

En febrero de 1888, Van Gogh se trasladó a Arlés y alquiló cuatro habitaciones en la Casa Amarilla, donde convivió con Paul Gauguin durante unos dos meses. Ambos -que se habían conocido en París en 1886- intercambiaron allí ideas y pintaron sin cesar. El carácter temperamental de los dos hizo que tuvieran violentas discusiones, por lo que la relación fue muy difícil y Gauguin decidió marcharse. A pesar del desafortunado hecho de la autolesión, su relación fue muy fructífera y en ella tuvo un papel importante su admiración por la estampa japonesa. No en vano, para preparar la llegada de Gauguin a Arlés, decidieron ambos intercambiar sus autorretratos. Van Gogh realizó Autorretrato como un bonzo, otra pintura impregnada de la cultura del país nipón. En esta obra, Van Gogh se presenta como un monje budista o bonzo “con los ojos algo oblicuos, a la japonesa” –según expuso él mismo– y la cabeza rapada.

Después de este autorretrato, realizó otras obras impregnadas del imaginario de los ukiyo-e. Una de las más significativas fue Almendro en flor, óleo acabado en 1890 –año de su fallecimiento– en Saint-Rémy. El origen de esta pintura radia en el nacimiento de su sobrino, hijo de Theo, a quien se la entregó como regalo. En ella, el almendro está –en un plano y con contornos nítidos– inspirado en los grabados japoneses y como símbolo de florecimiento de una nueva vida.

La admiración que Van Gogh tenía por Japón, no solo quedó plasmada en sus pinturas, sino también en las cartas, por medio de las cuales se comunicó con su hermano Theo entre 1872 y 1890. Estas constituyen una rica fuente fundamental para el estudio de la obra y la vida del pintor, así como para permitir el estudio de la influencia de Japón en las pinturas de Van Gogh.

Autorretrato a lo bonzo. Lo pintó para intercambiarlo por un retrato de Gauguin. Foto: Album.

El Japonismo en sus Cartas a Theo

Se exponen a continuación algunos ejemplos de la pasión y deseo que sentía el pintor por el país del sol naciente.

A su llegada a Arlés el 21 de febrero de 1888, escribió una carta a Theo, en la que describía el paisaje de la zona y lo comparaba con los paisajes de invierno de Japón: “Pero aquí en Arlés la región parece plana. He visto magníficos terrenos rojos plantados de viñas, con fondos de montañas del más fino lila. Y los paisajes en la nieve con las cimas blancas contra un cielo tan luminoso como la nieve, eran exactamente como los paisajes de invierno que hacen los japoneses.”

En una misiva expedida el mes siguiente (10 de marzo), expresa a su hermano sus sensaciones: “(…) Ya sabes que me siento como en el Japón –no te digo más, y todavía no he visto nada que luzca un esplendor habitual.” Van Gogh no había viajado a Japón, pero en el sur de Francia se sintió como si hubiera pisado tierras niponas. Es tan fuerte este sentimiento que, describiendo otro paisaje del Midi francés –en una carta del 10 de mayo de 1888– lo compara con un sueño japonés:

“Una pradera muy amarilla, llena de capullos de oro, una zanja con plantas de lirios de hojas verdes con flores violetas, en el fondo la ciudad, algunos sauces grises, y una faja de cielo azul.

Si no siegan la pradera, me gustaría rehacer este apunte, porque el tema era muy bello, y me costó mucho encontrar la composición. Una pequeña ciudad rodeada de un campo totalmente florecido en amarillo y violeta; podría muy bien ser un sueño japonés.”

Almendro en flor, Van Gogh (1888). Se aprecia la influencia japonesa en el subrayado marrón del contorno de las ramas. Foto: Getty.

Estas referencias no cesan de aparecer en otros escritos, lo que no hacen más que servirnos de una fuente inestimable para reconstruir su pasión por el mundo oriental y qué papel tuvo en la construcción de su imaginario. Por ejemplo, el 5 de mayo de 1888 expresó su deseo de que el arte francés se asemejara al arte japonés: “También espero que más tarde surjan otros artistas en este bello país, para hacer aquí lo que los japoneses han hecho en Japón.” La admiración por lo foráneo le hace superponerlo a la pintura en la que se había formado.

Antiguos maestros

De hecho, esta idea no es la única vez que la deja por escrito, un mes más tarde (el 6 de junio concretamente) vuelve a exponerla, pero ya no relacionada solo con el arte galo, sino con los maestros más significativos de la pintura europea: “El arte japonés, en decadencia en su patria, retoma sus raíces en los artistas franceses impresionistas. El arte japonés, es algo como los primitivos, como los griegos, como nuestros viejos holandeses: Rembrandt, Potter, Hals, Van der Meer, Ostade, Ruisdael. No se termina…”.

Sus apreciaciones a veces nos dejan notas curiosas vinculadas con la técnica pictórica, aspectos fundamentales en su evolución artística. En 1888, expresa cómo la pintura japonesa es tan sencilla como bella, algo que la hace respirar paz y tranquilidad: “Envidio la extremada limpieza que tienen todas las cosas en los japoneses. Nunca es aburrido y jamás parece haber sido hecho apresuradamente. Su trabajo es tan sencillo como respirar, y pueden hacer una figura, con algunos trazos seguros, con la misma facilidad que si estuvieran abrochándose el chaleco.”

Cerezo en flor (izquierda) y Vista del monte Fuji (derecha), ukiyo-e de Hiroshige.

Exposiciones sobre Van Gogh y el Japonismo

Así como el arte japonés cautivó a Van Gogh, el japonismo de Van Gogh también ha fascinado al público actual, hecho que se ha materializado en numerosas exposiciones sobre la influencia de Van Gogh y Japón. En el año 2013, en los CaixaForum Obra Social La Caixa de Barcelona y Madrid, se presentó la exposición Japonismo, la fascinación sobre el arte japonés, sobre la influencia de Japón en el arte. Y, en 2014, se organizó la muestra itinerante Looking East: Western Artists and the Allure of Japan, organizada por el Museum of Fine Arts de Boston. Algunos ejemplos de exposiciones más específicas sobre el japonismo y Van Gogh son: Monet, Gauguin, Van Gogh… Inspiration Japan, inaugurada en 2014 en el Museum Folwang de Essen y, la reciente exposición del Van Gogh Museum de Ámsterdam de 2018. Además, se ha producido un documental de David Bickerstaff titulado Van Gogh and Japan. Todo esto nos hace incidir en cómo la relación entre el artista neerlandés y el mundo oriental no fue algo que solo marcó su vida, sino también la trayectoria de la historiografía que lo estudió años más tarde.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2024-05-29 05:11:00
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

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