Para Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828), la pintura no era simplemente un modo de ganarse la vida, un trabajo, sino el medio para expresar todo tipo de pensamientos, sátiras y opiniones. Así, al margen de las obras que realiza para sus comitentes a lo largo de su vida, cuenta con una extensa producción que elabora para sí mismo, como vía de escape, como hobby.
En ella destacan las pinturas que realizó para su casa, la Quinta del Sordo, adquirida en febrero de 1819 para apartarse de la corte y estar con Leocadia Weiss, su ama de llaves y última compañera sentimental. Pinturas negras es el nombre que reciben los 14 murales que pintó, entre 1819 y 1823, sobre las paredes de la vivienda con la técnica de óleo al secco (sobre yeso).

La gama cromática utilizada por Goya en ellos oscila en el espectro de los oscuros y los negros. Las pinturas se distribuían de manera ordenada a lo largo de las paredes de los dos pisos de la casa. La que nos ocupa se encontraba en la segunda planta, en la parte izquierda de una de las puertas principales.
Estas obras fueron trasladadas de revoco a lienzo tras la muerte del autor –concretamente en 1873, por Salvador Martínez Cubells–, ya que existía la intención de venderlas en la Exposición Universal de París de 1878. Esto finalmente no sucedió y en 1881 fueron donadas al Museo del Prado, de ahí que ahora podamos contemplarlas en las paredes de dicho museo.
Preludio vanguardista
Las Pinturas negras se enmarcan dentro del estilo ‘Sublime Terrible’, que mezcla originalidad, melancolía, sátira y fantasía sin desdeñar del todo el sentimentalismo propio del autor. Lo cierto es que no se ha podido hallar una explicación orgánica para toda la serie decorativa en su contexto original, por lo que las Pinturas negras, incluida esta, siguen siendo objeto de múltiples conjeturas.
Con respecto a Perro semihundido, son muchas las discusiones en torno a si se trata de un preludio de las vanguardias o de un boceto inacabado. Originalmente su título era simplemente El perro, según afirman los papeles del inventario del hijo de Goya, redactado a mediados del siglo XIX, sin fecha específica. La descripción que se da en esos papeles de la obra es “un perro luchando contra la corriente”, por lo que ya se especula con el hecho de que se trate de un can que está hundiéndose en un montón de arena.

Se han propuesto varias interpretaciones para encontrar un significado más concreto a esta pintura, desde la existencia del ser en un espacio que lo rodea y lo consume hasta una inconclusión de la obra por parte del autor. Lo cierto es que supone una ruptura de las convenciones de representación pictórica asumidas hasta entonces por los artistas plásticos: un espacio simple, prácticamente monocromático, con un mínimo elemento definido, la cabeza del perro.
En cierto modo, se podría llegar a pensar que tiende a la abstracción o que prefigura el surrealismo, y no sería la primera vez que Goya plasma en sus pinturas corrientes adelantadas a su tiempo (como el impresionismo o el expresionismo). Al margen de suposiciones, de lo que no cabe duda es del talento y el intelecto de un hombre que, sin duda, era un visionario.

Detalles del cuadro
1. El rostro del perro y su expresividad han llevado a muchas interpretaciones de la obra, desde que es un poema metafórico protoexistencialista hasta que no está acabada y se trata solo de un cuadro paisajístico. Lo cierto es que Goya dotó al can de una personalidad única.
2. Por otro lado, la roca que aparece a la derecha semeja fundirse con el ocre del fondo y de la tierra, algo que parecía más diferenciado en la pintura original y que, como otros elementos del cuadro, se ha difuminado a la hora de ser trasladado al lienzo.

3. Si observamos la fotografía de la obra original (la imagen sobre estas líneas), vemos que en ese punto había unos pájaros, figuras que probablemente estuviese observando desde abajo el perro, pero en el traslado al lienzo estas aves han desaparecido.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2025-03-27 05:00:00
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