Un imperio donde el sol nunca se ponía. Un gigante que extendió su influencia a lo largo de cuatro continentes. Una fuerza colonial que se mantuvo en pie a lo largo de varios siglos. El Imperio británico ha sido el imperio más grande del mundo. A lo largo de las centurias, las ambiciones comerciales, políticas y estratégicas impulsaron su desarrollo a una escala sin precedentes. Esta es su historia.
Así se forma un imperio
El inicio del Imperio británico se sitúa en el contexto de las exploraciones marítimas de los siglos XVI y XVII. Animada por la búsqueda de nuevas rutas comerciales, en las que rivalizaba con potencias como España y Portugal, Inglaterra estableció enclaves comerciales y colonias en América del Norte y el Caribe.
Durante el siglo XVII, empresas como la Compañía de las Indias Orientales obtuvieron concesiones de la Corona para operar en regiones de Asia. Se centraron en la obtención de productos como el azúcar, el tabaco y el algodón Estos consorcios privados, que contaban con el respaldo del poder naval de Inglaterra, establecieron bases comerciales en la India y otras partes del mundo. Así, a finales del siglo XVII, Inglaterra ya había consolidado una primera red de colonias en América, el Caribe y Asia.
Los pilares del Imperio Británico en los siglos XVII y XVIII
Durante los siglos XVII y XVIII, el Imperio Británico experimentó un proceso de consolidación y expansión que sentó las bases para su dominio global en los siglos posteriores. Este período, conocido como el Primer Imperio Británico, tuvo el Atlántico como principal foco de actuación. Gran Bretaña estableció colonias clave como Virginia (1607) y Massachusetts en Norteamérica, y Jamaica y Barbados en el Caribe.
El comercio triangular entre Europa, África y las Américas definió la economía británica. Se enviaban productos manufacturados a África a cambio de esclavos. Estos se transportaban a las tierras americanas para trabajar en las plantaciones, cuyos productos se exportaban a Europa. La economía del imperio se basó, por tanto, en la explotación sistemática de recursos y personas. El comercio transatlántico de esclavos desempeñó un papel central hasta su abolición en 1807. En este período, Gran Bretaña se involucró en numerosas guerras contra otras potencias europeas, como Francia y España, para asegurar su hegemonía comercial y territorial. Con la Guerra de los Siete Años (1756-1763), consolidó su control sobre Canadá e India.

El auge del Segundo Imperio: del Atlántico al Pacífico
La expansión territorial del Imperio británico
La independencia de las trece colonias americanas en 1783 supuso un punto de inflexión para el imperio. Lejos de marcar su declive, este evento propició un cambio de estrategia. El Segundo Imperio Británico (1783-1914) tuvo Asia, África y el Pacífico, regiones que ofrecían recursos estratégicos y mercados lucrativos, como centro de operaciones.
Tras la derrota de Napoleón en 1815, Gran Bretaña emergió como la potencia dominante en el siglo XIX. Este período fue testigo de la expansión británica en la India, el establecimiento de Hong Kong tras la Primera Guerra del Opio (1842) y la colonización de vastas áreas de África durante el denominado reparto de África, a finales del siglo XIX.
India se convirtió en la joya de la corona, especialmente después de la Rebelión de los Cipayos en 1857, que llevó a la administración directa por parte de la monarquía británica. En 1876, el primer ministro Benjamin Disraeli proclamó Emperatriz de la India a la reina Victoria. En África, el reparto territorial en el Congreso de Berlín (1884-85) consolidó el control británico sobre regiones como Egipto, Sudán y Sudáfrica, mientras que en el Pacífico se establecieron colonias como Australia y Nueva Zelanda.
El poder británico durante esta época se sustentaba en su superioridad naval, un factor clave para controlar las rutas marítimas globales. Además, la adopción del libre comercio en el siglo XIX consolidó a Gran Bretaña como el eje de la economía mundial. En 1870, el Imperio controlaba un cuarto del comercio global y era la economía más grande del mundo.

Un sistema imperial distinto
En esta nueva fase de control imperial, las colonias se clasificaron en dos tipos principales. Las colonias de asentamiento (Canadá, Australia, Nueva Zelanda) recibieron una autonomía progresiva. Las colonias de explotación (India, África), por su parte, se administraban de manera más directa. Además, los ferrocarriles y telégrafos se utilizaron para consolidar el control imperial, especialmente en India y África.
Gran Bretaña promovió la lengua inglesa, sistemas educativos occidentales y el cristianismo como religión principal en los territorios ocupados. Esto tuvo un impacto cultural duradero en las colonias. No obstante, la imposición cultural también generó tensiones y resistencias, evidentes en movimientos nacionalistas emergentes en India y Egipto. Este período marcó el apogeo del Imperio Británico, pero también puso la semilla de su eventual declive.

Desafíos y crisis: las grietas del gigante británico
A pesar de su éxito, el Imperio británico enfrentó numerosos desafíos que, con el tiempo, erosionaron su hegemonía. Tuvo que enfrentarse a movimientos de resistencia y rebeliones en distintos puntos de su área de influencia. La Rebelión de los Cipayos en India (1857), la Guerra de los Bóeres en Sudáfrica (1899-1902) y las revueltas en Irlanda evidenciaron la oposición al dominio británico.
La administración de un imperio tan diverso, además, generó conflictos sobre cómo integrar y manejar regiones con culturas, religiones y economías tan dispares. La rivalidad con potencias emergentes como Alemania y Estados Unidos también supuso un desafío al dominio británico en el comercio y la política internacional de finales del siglo XIX.

El apogeo del imperio: 1920
El Imperio Británico alcanzó su máxima extensión en 1920. En esa fecha, controlaba 33 millones de kilómetros cuadrados y gobernaba a más de 450 millones de personas. Este dominio abarcaba desde Canadá hasta Australia, pasando por vastas áreas de África y Asia. Durante este período, el sistema de ferrocarriles y los puertos conectaban las colonias con el Reino Unido.
Sin embargo, las semillas del declive ya estaban sembradas. Las tensiones internas, las dos guerras mundiales y los crecientes costos de mantener el imperio hicieron que su colapso fuera inevitable. Los movimientos nacionalistas de India y Pakistán, la emergencia de Estados Unidos y la Unión Soviética como superpotencias y crisis como la del Canal de Suez en 1956 marcaron el rápido declive del Imperio británico.
Referencias
Webster, Anthony. 2024. The Debate on the Rise of the British Empire. Manchester: Manchester University Press.
Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com
Publicado el: 2024-11-22 08:30:00
En la sección: Muy Interesante