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explorando el mundo de los dinosaurios más grandes más allá de la imaginación

explorando el mundo de los dinosaurios más grandes más allá de la imaginación

Los dinosaurios avivan nuestra imaginación por numerosos motivos, pero sin duda el más evidente de ellos es el tamaño. Por supuesto, no todos estos animales eran gigantes –muchos de ellos tenían un tamaño pequeño o medio–, pero los fósiles de los que llegaron a ser realmente grandes nos asombran por sus extraordinarias dimensiones.

No han existido en nuestro planeta otras criaturas terrestres de semejante magnitud, y no parece probable que vuelvan a verse. Casi todos los grupos de dinosaurios que conocemos incluyen colosos, pero si hay uno que está asociado a unas medidas descomunales es el de los saurópodos, que iniciaron su expansión en el periodo jurásico.

Los primeros cuellilargos

Al aparecer los restos de los primeros cuellilargos, su tamaño resultó difícil de explicar, por lo que surgieron diversas hipótesis, a cuál más fantástica: desde que vivían en el agua para soportar su enorme peso hasta que su existencia era la prueba de que antaño la gravedad en la Tierra era diferente. El esqueleto del Diplodocus carnegii resultó tan fascinante que el multimillonario Dale Carnegie, en cuyo honor fue bautizado el animal, encargó copias exactas del ejemplar para regalárselo a los mejores museos europeos, incluido el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. Y, sin embargo, hoy sabemos que las medidas del Diplodocus o de su pariente, el Brontosaurus –también denominado el lagarto del trueno, por el sonido que provocarían sus pisadas–, no eran muy destacables entre los gigantes.

Más que huesos: la vida secreta de los dinosaurios

La nomenclatura de los saurópodos recuerda a una carrera armamentística, ya que los términos superlativos empleados por los primeros descubridores se han ido quedando pequeños ante los siguientes hallazgos, como los de los Seismosaurus y Titanosaurus.

Las dimensiones de algunos de los animales descubiertos en las últimas décadas, como los 37 metros del Patagotitan mayorum o los 33 del Turiasaurus riodevensis exceden la imaginación de los autores del siglo XIX. El Giraffatitan brancai ya no es el gigante entre gigantes, pero su esqueleto, con nueve metros hasta la cabeza, sigue siendo el de mayor altura jamás montado en un museo.

Explorando el mundo de los dinosaurios más grandes.
Explorando el mundo de los dinosaurios más grandes. Imagen: Frank P. en Pixabay.

El cuello del asombroso Mamenchisaurus constructus mide casi tanto como un Diplodocus entero. Se ha planteado que el tamaño era un arma defensiva, pero también conocemos saurópodos acorazados y con estructuras defensivas, como el titanosaurio español Lohuecotitán pandafilandi. Incluso los animales más pequeños de este suborden, caso del extraño Nigersaurus taqueti, llamarían hoy la atención, ya que sus restos nos indican que debía de ser del tamaño de un elefante asiático.

Y, no nos engañemos, en cualquier momento puede aparecer otro fósil que vuelva a subir el listón. Quizá en nuestro país, ya que los yacimientos de la península ibérica abundan en restos de saurópodos, algunos de ellos realmente gigantescos.

Reptil de doble cresta

El Dilophosaurus es uno de los mayores carnívoros del Jurásico inferior, pero su posición genealógica resulta controvertida. Inicialmente fue incluido en el género Megalosaurus, un cajón de sastre para terópodos poco conocidos, pero su estructura craneal es lo bastante característica como para merecer una familia independiente dentro de este suborden, esto es, el Theropoda.

Aparte de la cresta doble que da nombre al animal, su mandíbula muestra una profunda hendidura tras los dientes delanteros, lo que podría apuntar a una alimentación muy especializada: no parece adecuada para lidiar con grandes presas.

Como delfines en el agua

La convergencia evolutiva entre ictiosaurios y delfines resulta asombrosa: desarrollaron incluso el mismo tipo de aleta dorsal sin base ósea. No obstante, las enormes cuencas oculares de los primeros parecen indicar que su principal sentido era la vista, mientras que los delfines practican la ecolocalización. Otra diferencia visible es la cola, vertical en los ictiosaurios, ya que sus antepasados nadarían ondulando lateralmente, como los cocodrilos modernos, mientras que los de los delfines lo harían moviendo la columna en vertical.

David no le teme al colosal Goliat

Los mamíferos iniciaron su existencia ya en el Triásico, al igual que los dinosaurios. Y, también como sus vecinos, lograron una gran variedad a lo largo del Jurásico. Algunos, como el Repenomamus, crecieron hasta alcanzar tamaños bastante notables –casi un metro de longitud–, pero la mayoría no llegaron a ser mayores que un ratón. El Fruitafossor, encontrado en la formación geológica Morrison (Colorado), era un entomófago –se alimentaban de insectos– de tamaño medio, más o menos como una ardilla. La robustez de sus brazos, que le merecieron el apodo de Popeye, nos indica que se trataba de un excelente cavador capaz de penetrar en termiteros.

Explorando el mundo de los dinosaurios más grandes.
Explorando el mundo de los dinosaurios más grandes. Imagen: Willgard Krause en Pixabay.

Aguas peligrosas

«She sells seashells on the seashore” (en castellano, “Ella vende conchas en la orilla del mar”). Mary Anning (1799-1847) se ganaba la vida buscando fósiles en los acantilados de Dorset (Inglaterra) y vendiéndoselos a los elegantes naturalistas de la alta sociedad victoriana, que se rifaban sus hallazgos y luego se los atribuían. Solo unos pocos reconocieron las enormes aportaciones que aquella mujer humilde y sin estudios había hecho a la ciencia. 

Quizá el más importante de sus descubrimientos fue el de los plesiosaurios, un orden de reptiles marinos que habitaron los mares del Jurásico y el Cretácico. Pese al esfuerzo que puso en recolectar, preparar y describir los especímenes, Anning no fue mencionada ni una sola vez en la presentación del nuevo animal.

La mayoría de los plesiosaurios tenían un cuello de gran longitud y una cabeza pequeña, pero los mayores de todos, los pliosaurios, contaban con un cuello corto y robusto, que sostenía una enorme cabeza con afilados dientes cónicos. Estos titanes de 15 metros de longitud fueron los mayores depredadores marinos hasta cerca del final del Cretácico.

Nadando a estilo perrito

El Allosaurus, del que se han hallado restos en Estados Unidos, Portugal, Tanzania, China y Rusia, es uno de los géneros más conocidos entre los terópodos. En el Allosaurus fragilis, que recibió ese nombre debido a la ligereza de sus huesos, tenemos al terópodo de gran tamaño mejor representado del registro fósil, con más de sesenta ejemplares encontrados.

Es, junto con el Tyrannosaurus rex, el dinosaurio carnívoro más popular, y ha sido protagonista de películas como «El mundo perdido» (1925), Hace un millón de años (1966) y «El valle de Gwangi» (1969) o del docudrama «La balada del Gran Al» (2001), en el que se analizan las enfermedades del ejemplar que da nombre al filme, cuyo esqueleto está excepcionalmente bien conservado.

El enigma bávaro

El Pterodactylus encontrado en 1780 en Baviera fue uno de los primeros animales mesozoicos descritos por la ciencia, pero no fue reconocido como un animal volador. Su descubridor, Alessandro Collini (1727-1806), pensó que se trataba de un animal acuático, e interpretó las estructuras alares como una suerte de remos. Posteriormente fue descrito como un ave costera e incluso como un mamífero –al emparentarlo con los modernos murciélagos y recrearlo colgado boca abajo de los pies–.

En 1801, George Cuvier corroboró que los dedos del pterodáctilo debieron de sostener una membrana alar, y estableció definitivamente que el extraño ser era, sin duda alguna, un reptil volador, no un mamífero.

Inicialmente se llamó a todos los reptiles voladores Pterodactylus, pero hoy en día estos animales se agrupan en el orden Pterosauria, y el género Pterodactylus solo incluye dos especies válidas: Pterodactylus antiquus y Pterodactylus kochi, ambas encontradas en las calizas litográficas de Baviera.

La senda de los diplodocus

El Diplodocus carnegii, descubierto por el paleontólogo estadounidense Othniel Charles Marsh durante la Guerra de los Huesos, es probablemente el cuellilargo más conocido del mundo gracias a las réplicas de su esqueleto que el millonario y filántropo escocés Andrew Carnegie regaló a Gran Bretaña, Francia, Alemania, España y México, entre otros países.

Entre sus características más notables, destacan las vértebras caudales con forma de doble viga, el desmesurado látigo de la cola –con gran probabilidad, empleado como arma defensiva– y su estilizado cuello. Al contrario que otros saurópodos, los diplodócidos son animales relativamente esbeltos, y las estimaciones de su peso varían entre las 15 y las 30 toneladas, según la especie.

Explorando el mundo de los dinosaurios más grandes.
Explorando el mundo de los dinosaurios más grandes. Imagen: Dariusz Sankowski en Pixabay.

Se acerca el invierno

La formación Hanson, un yacimiento de la Antártida, ha dado numerosas alegrías a los paleontólogos. A principios del periodo jurásico, el clima en el continente austral no era tan inhóspito como hoy, pero hacía frío y estaba cubierto de bosques de coníferas y tundra. El aislamiento y las bajas temperaturas favorecieron la superviviencia de algunas especies relativamente primitivas, muy alejadas del ambiente trópical en que el público suele imaginar a los dinosaurios.

El Cryolophosaurus, importante carnívoro del Jurásico inferior, presenta rasgos muy antiguos, y el Glacialisaurus es uno de los pocos prosaurópodos que llegaron hasta esas fechas. Incluso, algunos anfibios, como el temnospóndilo Koolasuchus, lograron subsistir en la Antártida hasta el Cretácico, mientras que desaparecieron del resto del planeta antes, en el Triásico.

Viaje abordo del dinobús

A l poco de nacer la República Popular China se iniciaron las excavaciones en la provincia de Sichuán. Allí aparecieron los primeros restos de Mamenchisaurus, uno de los saurópodos más fascinantes de finales del Jurásico, por la extensión de sus cuellos.

Las hipótesis sobre las posibles ventajas de una anatomía tan peculiar son muy variadas: desde su utilidad en el forrajeo, para alcanzar grandes superficies de terreno sin necesidad de desplazar el tronco; hasta la competencia sexual, ya que haría visualmente más llamativos a los machos. Algunos expertos también conjeturan que podría resultar práctico como depósito de grasa en los periodos de escasez. 

Sea cual sea la razón, estos dinosaurios poseyeron el cuello más largo jamás visto en un vertebrado terrestre. Y esto es así tanto en términos absolutos como en relación al resto del cuerpo, ya que la garganta del Mamenchisaurus sinocanadorum, descrito en 1993, alcanza una longitud de trece metros, más de la mitad del tamaño completo del animal.

La madre muerta

Gracias a sus excepcionales condiciones de conservación, los fósiles de ictiosaurios del Jurásico europeo nos han transmitido una gran cantidad de información: conocemos su aspecto –gracias a la huella bacteriana de los tejidos blandos–, su dieta e, incluso, su modo de reproducción. Algunos ejemplares, murieron tras varar y dejaron el testimonio del nacimiento de sus crías, ya que estos animales, como los plesiosaurios y los modernos tiburones, eran ovovivíparos. 

El Eurhinosaurus –‘lagarto de buena nariz’– recibe el nombre de su hocico, con un perfil que recuerda mucho al de los modernos peces espada. La utilidad de esa protuberancia no está nada clara, pues la mandíbula inferior es mucho más corta que la superior, lo que dificultaría la captura de presas. Quizá fuera un simple órgano de exhibición que, como tantas otras estructuras extrañas y aparentemente innecesarias de la fauna, tenía como único objetivo atraer la atención.

Fuente de TenemosNoticias.com: www.muyinteresante.com

Publicado el: 2025-01-26 07:50:00
En la sección: Muy Interesante

Publicado en Humor y Curiosidades

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